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Ramón Fontseré, en una escena de '¡Que salga Aristófanes!'. ELS JOGLARS
«No queremos transmitir una moral, eso es cosa de políticos»

«No queremos transmitir una moral, eso es cosa de políticos»

Verdadero icono de una de las agrupaciones más reputadas sobre las tablas, recalará esta tarde en el Valey con '¡Que salga Aristófanes!'Ramón Fontseré Director de la compañía teatral Els Joglars

BORJA PINO

AVILÉS.

Sábado, 15 de octubre 2022, 00:50

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Irreverente, divertido, ingenioso, magistral... Son muchos y variados los calificativos que, en su dilatada carrera artística, ha cosechado Ramón Fontseré Sidera (Torelló, 1956). Sobre todo desde que, hace ya una década, tomó el testigo de Albert Boadella al frente de la emblemática compañía teatral independiente Els Joglars. Ligado a ella desde 1983, bajo su batuta llevará hoy al Valey de Piedras Blancas, a las 20 horas, el montaje '¡Que salga Aristófanes!', una reflexión sobre la locura, el efecto de las redes sociales... Y aderezado con toques del comediógrafo griego.

-Un sanatorio mental, un texto de Aristófanes, 'tweets' polémicos... ¿Qué le espera al espectador con esta obra?

-Pues precisamente eso. Tenemos a un catedrático de Clásicas internado en un centro de reeducación psicocultural para devolverlo al redil, pero que se acabará erigiendo en modelo de libertad frente a una sociedad cada más llena de tabúes.

-¿Sería esa la moraleja?

-A decir verdad, en Els Joglars no queremos transmitir una moral, porque entonces haríamos como los políticos. Solo aspiramos a iluminar una realidad insospechada, a provocar una catarsis liberadora a través del humor. En nuestros espectáculos la gente ve sobre el escenario lo que es verdad, eso que ya era hora que alguien hiciera. Y creo que en el ADN de un artista tiene que estar el poner en solfa los tabúes de la sociedad.

-¿Por qué Aristófanes como referente?

-Aristófanes es el padre de la comedia griega antigua, y un referente nuestro. Gracias a él conocemos las costumbres de la Atenas del siglo IV antes de Cristo; es el mejor elogio que se le puede hacer. Supo transmitir lo que se cocía en aquella época en su sociedad, y nosotros tratamos de conseguir lo mismo, porque no hay nada más fantástico que inspirarse en la realidad. Es lo que Els Joglars ha logrado: repasar la historia del país a través de nuestras obras.

-¿Ha cambiado la compañía desde los años de Boadella?

-Hemos evolucionado. Yo he intentado conservar su espíritu, una ética y una estética, pero mi personalidad y la de mis compañeros de ahora es distinta a la de Albert. Pero su esencia permanece; es como un tándem entre dos mundos. Y, sobre todo, se ha mantenido el prurito artístico y el tiempo para ensayar. Priorizamos la calidad; eso ha sido importante para que hayamos durado casi 61 años. Y exige trabajar mucho.

-Hablando de todo un poco, a Els Joglars se le ha llegado a vetar en municipios, medios. ¿Vergüenza u orgullo?

-¡Orgullo y satisfacción, como diría aquel! Demuestra que el humor, como la poesía, se aproxima a la verdad. Y eso tiene un alto valor ético, porque la misión moral del artista, cuando alguien no es capaz de aceptar la crítica, es acercar esa verdad.

-¿Ve posible que algo así vuelva a suceder en pleno 2022?

-Claro. Vivimos en una época en que, en teoría, hay una libertad total, pero cada vez se parece más a un espejismo. En los 80 y 90 la sensación de libertad era absoluta; lo vimos en nuestras representaciones. No había controles, ni miedo. Pero se ha ido imponiendo esta moral de lo puritano, de lo políticamente correcto. Ese jolgorio de entonces molesta a los que están enganchados al dogma, a lo que para ellos tiene que ser esa superioridad moral. Tienen esa verdad, y es absoluta e incuestionable.

-De hecho, sobre eso también trata su montaje. ¿Quién decide cuál es esa verdad?

-La aparición de las redes sociales ha sido un elemento de censura, porque antes solo había un censor, pero ahora todo el mundo está dispuesto a juzgar o, mejor, a ofender. De hecho, en 'Las avispas' Aristófanes critica la manía de los griegos de juzgar. El linchamiento es de gatillo fácil. Y, aunque se pruebe que todo es falso, el acusador se suele ir de rositas, y el daño es irreparable.

-Es una triste descripción.

-Por suerte, nos sigue quedando la vacuna teatral. Los griegos ya lo sabían; para ellos, las tragedias de Esofo o de Eurípides eran una especie de conjuro que evitaba que lo representado sucediese en la vida real. La comedia es una excelente manera de enfrentarse al presente, de exorcizar fanatismos y hacer la vida más llevadera. Y también de hacer gala de valor. En estos tiempos, es más necesario que nunca.

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