«Nunca pensé que fuera a tener cáncer. Hay que hacer caso y tratarlo pronto»
Carmen Loureiro recibe quimioterapia por un tumor de ovarios. «Me entró miedo, me negué a seguir con las pruebas y he perdido un año»
ELENA RODRÍGUEZ
Martes, 4 de febrero 2020, 02:48
-No he visto el horóscopo de hoy. Es que tengo un viciu con el horóscopo de El COMERCIO... Porque ¿sabe qué? Acierta siempre. ¿Qué dice? Mira Tauro.
Marta, su hija, coge el diario y lee.
-Dice al final que «la lectura ayuda a aclarar la mente».
Carmen asiente. Necesita aclarar la mente, pero no con la lectura. Porque es nerviosa y los libros no son para ella en las más de cuatro horas que dura la sesión de quimioterapia. «Prefiero observar y hacer mis cavilaciones». Eso cuando no se levanta al baño con el gotero -«ya fui cuatro o cinco veces»- o habla con la mujer que tiene al lado, en el rato que su hija va a tomar un café.
La sala en la que recibe el tratamiento está en el Hospital de Día de Oncología de Cabueñes y cuenta con veinte sillones y cuatro camas. Está al completo a la una de la tarde del jueves, como todos los días, y reina el silencio, solo roto por algunas conversaciones en voz muy bajita entre pacientes y acompañantes. «No hablamos demasiado. Antes de entrar, sí. Nos preguntamos cómo estamos, a ver si acabamos pronto y salimos de ésta...».
A Carmen Loureiro Martínez, de 75 años, le diagnosticaron cáncer de ovarios el pasado verano. Se trata de un tumor 'silencioso', que suele diagnosticarse cuando ya está en fases avanzadas. Es lo que le ocurrió a esta gijonesa, criada en El Muselín, y vecina de Prendes Pando, cerca del entonces bar Xeitosa, donde fue cocinera antes de abrir un negocio de comestibles en la calle San José, en El Llano. «Tenía dermatitis en la vulva. Estuve un año yendo al dermatólogo y yo le preguntaba si estaba seguro de que solo eran picores. Él creía que sí, pero también me recomendó ir al ginecólogo». Dejó pasar el tiempo hasta que aparecieron las primeras pérdidas. «Un día fui a limpiarme y vi que estaba sangrando».
Se asustó, pero aquellos síntomas desaparecieron. Al cabo de unos meses, a principios de 2019, la exploración por parte del especialista reveló que había restos de sangre en el interior. La ecografía resultó no ser suficiente para hacer un diagnóstico. Había que hacer una estereoscopia, pero Carmen no quiso. «Creo que se negó por miedo», dice su hija. De hecho, el equipo le insistió varias veces para que recapacitara hasta que, transcurrido medio año, las pérdidas fueron a más, le hicieron las pruebas y llegó el diagnóstico. «Uf, cayéronme las lagrimas. En todo caso, siento que no he recibido la noticia. Como no he tenido dolor ni molestias...». De hecho, apenas verbaliza la palabra cáncer en todo el relato de su experiencia.
Después llegaron la intervención quirúrgica para extirpar el útero y el inicio del tratamiento: cuatro sesiones de quimioterapia (una cada veintiún días) y radioterapia. Con la primera de las cuatro empezó en noviembre. Fue bien. No tanto la segunda, pues en los días posteriores sintió «como si tuviera gripe, pero luego se me pasó y empecé a hacer cosas».
Porque Carmen sigue con su rutina. Quiere seguir viviendo sola, pese a la insistencia de sus tres hijos (a Marta le siguen dos chicos más) para que, después de cada sesión, pase al menos una semana con alguno de ellos. Pero no quiere y dice que se maneja bien con las tareas cotidianas, siempre acompañada de 'Tiznín', el gato que adoptó y que «me lleva el alma».
Alta probabilidad de curación
Esta semana ha ido a la tercera sesión. Como de costumbre, Marta y su marido la han ido a buscar y la acompañan. Ha entrado a las nueve, le han tomado la vía y puesto el pretratamiento antes de administrarle la quimioterapia. Cada tratamiento es personalizado, en función del tumor. «Al principio vienes con miedo. Con miedo a lo desconocido, pero luego se te va pasando. Es que el equipo de Oncología es encantador. Son grandes profesionales, te arropan, te ayudan a sentirte más cómoda... Mi doctora (en referencia a Virginia Galeazzi) es encantadorísima. Cuando vengo, vengo como si viniera a hablar con una amiga». De hecho, es a ella y a la psicóloga de la Asociación contra el Cáncer a quienes más les confiesa sus altibajos. Porque los tiene. «Doctora, ¿me curaré?». Y la respuesta es optimista. El suyo es un tumor con muy altas probabilidades de curación.
En vísperas de la celebración del Día Mundial contra el Cáncer , Carmen quiere su experiencia sirva de ayuda. «Siempre pensaba que el cáncer era algo ajeno a mí, que le 'tocaba' a otros, y mire. Hay que hacer caso a los médicos, cumplir con las revisiones, ir ante los primeros síntomas y tratarlo pronto. Que no hagan como yo, que perdí un año, y he sido muy burra», dice, consciente de que si hubiera aceptado el legrado medio año antes, tal vez no tendría que pasar por este proceso. Es más, ni recuerda cuándo había sido su última revisión, antes de todo esto. Intenta hacer memoria y calcula que fue cuando dio a luz a su tercer hijo. Y de eso ya hace 35 años.
«Pronto va a venir la cuestación y lo que pido es que la gente ayude. Yo, antes, no me implicaba, no aportaba. Y ahora lo necesito. Hacen falta fondos para poder investigar». Confiando en que su mensaje cale, dice «sentirse como nueva» tras la tercera sesión. «Ahora solo pienso en salir, para tomar el vermú y comer».