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Domingo, 2 de marzo 2025, 01:00
Beijing y Estambul son más que los nombres de la capital de China, que el mundo sigue llamando Pekín, o de la ciudad más poblada de Turquía. Beijing y Estambul figuran en mayúsculas en todos los tratados feministas, ya que dan nombre a dos declaraciones vitales para quienes defienden que los derechos no dependen, al menos no deben, del género, sino que son, o deben de ser, universales.
Así, pese a lo irónico (y doloroso) de que ambas declaraciones se vinculen a países en los que la mujer sigue siendo considerada como ciudadano de segunda, lo cierto es que ambas son claves para las políticas de igualdad: la primera defiende la igualdad real entre mujeres y hombres, mientras que la segunda exige la erradicación de la violencia sobre las mujeres. La turca, impulsada por el Consejo de Europa en 2011, está en vigor real desde 2021 y recoge parte de la filosofía de la Ley Integral contra la Violencia de Género que España aprobó en 2004 y fue pionera a nivel internacional. La china, por su parte, cumple este año su treinta aniversario.
Por ello la ONU ha marcado para la celebración del Día Internacional de la Mujer, la que tiene lugar el 8 de marzo en todo el mundo, volver a poner la vista en aquella Declaración de Beijing, ya que, tres décadas después, sigue con los deberes sin hacer. Incluso en el país que le da nombre.
No ha llegado China al nivel de Turquía, que en 2021 abandonó la Convención de Estambul, ya que la violencia contra la mujer es considerada por el gobierno turco como algo 'privado', pero la realidad dibuja un país machista, donde las mujeres siguen con las labores de casa y tener familia como obligación ineludible. Aunque el gigante asiático no se ha desligado de la declaración a la que da nombre su capital, califica como 'mujeres sobrantes' a las chinas de más de 27 años que tienen trabajo, pero no marido ni hijos.
Tras llegar al primer cuarto del siglo XXI con posiciones aún cavernarias, entiende la ONU prioritario volver a releer, y a cumplir, aquella declaración pionera, de la que dice «es el plan mundial más amplio y visionario que jamás se haya creado para lograr la igualdad de derechos por y para todas las mujeres y niñas». Y se marca un objetivo entre lo optimista y lo platónico: «Ojalá consigamos que la historia recuerde 2025 como el año en el que el mundo se negó a rendirse en esta lucha».
Adoptada por 189 países en 1995, durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, la Declaración de Beijing se centra en doce áreas de acción que abarcan empleo y economía, la participación política, la paz, el medio ambiente y el fin de la violencia contra las mujeres, entre otras prioridades.
No solo eso, sino que también marca presupuestos y plazos que la ONU ya ha hecho llegar «a todos los gobiernos del mundo». Y son los siguientes: «Para cerrar la brecha de género a escala mundial para 2030 se requerirá una inversión anual de 360.000 millones de dólares». En euros, 347 millones cada año.
También aporta otras cifras. Unas mucho más sonrojantes. Una de cada diez mujeres vive en la pobreza extrema y sobre sus hombros recae, casi en exclusiva, la carga del trabajo de cuidados no remunerado. Una de cada tres mujeres sufre violencia y más de 600 millones viven cerca de conflictos armados.
Insiste la ONU en que este año es «clave para el feminismo, para luchar por los derechos de las mujeres y niñas, exigir igualdad de género e insistir en que se equilibren las estructuras de poder de modo que todas las personas gocen de igualdad de oportunidades en el mundo».
Una igualdad que solo llegará por la senda de la educación. Aunque las legislaciones más avanzadas castiguen las conductas machistas y discriminatorias, mientras el sustrato cultural siga dividiendo el mundo en rosa y azul, la igualdad real tardará en ser la norma común que no haya que reivindicar.
Una bandera la de la ONU que recoge Asturias. Sin dar nombre a una declaración, como Beijing o Estambul, lo cierto es que la región ha sido, y sigue siendo, pionera en la lucha por la igualdad de género. No solo apostó por la creación Centros Asesores de la Mujer (CAM), en los que se ofrece asistencia letrada y psicológica a las mujeres, y fue la primera en crear un centro integral para víctimas de violencia machista, la Casa Malva, sino que en la pasada legislatura abrió el primer Centro de Crisis para Víctimas de Agresión Sexual, que este año ha traslado a un edificio con más capacidad. Además, la coeducación es un proyecto con años de desarrollo, que ya está implantado en la comunidad educativa.
Por ello el Principado quiere convertir el próximo 8M en el día de la educación en igualdad, «como herramienta clave para prevenir la violencia sexista y combatir la desigualdad desde la escuela».
Así lo anunciaron la vicepresidenta del Principado, Gimena Llamedo, y la directora general del Instituto Asturiano de la Mujer, María Jesús Álvarez, durante la presentación de los actos institucionales, que tendrán lugar el día 7, en el Teatro Palacio Valdés de Avilés y que, como cada año, presidirá el jefe del Ejecutivo autonómico, Adrián Barbón. La manifestación será el día 8, en Gijón, a partir de las 12.
El lema de Asturias para el 8M es 'Igualdad de una vez por todas' y pone el foco en la importancia de promover una sociedad más igualitaria desde las edades más tempranas. Como ya recoge la Ley Integral, la que cumplió dos décadas el pasado año, la educación debe ser en igualdad desde la formación infantil hasta la universitaria. La legislación amplía esa formación en igualdad también a los centros de profesores, así como a todos los integrantes del sistema jurídico y sociosanitario. Una formación aún pendiente.
Como sigue pendiente la igualdad real. Los números que actualiza puntualmente el Instituto Asturiano de la Mujer, en su 'Asturianas en cifras', evidencian que entre mujeres y hombres hay aún suelos pegajosas que impiden a ellas el mismo desarrollo profesional que a ellos.
Porque las asturianas son más en el censo (52,25%), estudian más (solo el 8% abandona los estudios, frente al 13% de hombres) y tienen más en titulaciones universitarias (64,89%), pero siguen cobrando menos. Aunque Asturias ha logrado dejar de ser la comunidad autónoma con mayor brecha salarial (ahora es la quinta), todavía hoy una asturiana tiene que trabajar catorce meses y trece días para cobrar lo mismo que gana un asturiano en doce meses.
Una brecha que, como recoge el informe, elaborado por el Instituto Asturiano de la Mujer «no desaparece ni siquiera cuando se compara el salario de mujeres y hombres con mismo tipo de contrato, mismo tipo de jornada, misma categoría ocupacional, mismo grupo de edad o mismo sector de actividad». De media, los asturianos ganan 5.781 euros al año más por el mero hecho de ser hombres.
Porque sigue habiendo unas brechas casi invisibles que empiezan en la adolescencia (las que hacen que ellas prefieran Lengua en lugar de Matemáticas; las que las convierten en víctimas de violencia de género, por ejemplo) y se hacen cada vez más y más grandes hasta convertirse en insalvables cuando se habla de sueldo, puestos directivos, cuidados del hogar, renuncia a la carrera profesional y, como consecuencia de todo ello, de salud. Y también de exclusión.
Porque la pobreza sigue teniendo rostro de mujer, en Asturias y en toda España, y así lo ha confirmado recientemente el informe Arope: de los 187.579 asturianos que viven en situación de pobreza, 107.321 son mujeres.
El último censo de población indica que este año hay en Asturias 529.948 mujeres y 484.164 hombres. Mayoría entre los 1.014.112 asturianos. Mayoría también, como es lógico, en las aulas, donde tradicionalmente las chicas consiguen altas tasas de rendimiento y donde ellos tienen hasta el doble de probabilidad de repetir curso que ellas.
Las estadísticas dicen que cada vez menos mujeres se conforman solo con la educación obligatoria y que son mayoría entre los graduados. Las propias cifras de la Universidad de Oviedo lo reflejan: un 53,9% de los matriculados en estudios de grado son mujeres.
Pero esas mismas cifras universitarias ya demuestran una de las grandes brechas: la escasa presencia de las mujeres en los sectores STEAM, esto es, en las áreas de Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas, por sus siglas en inglés. Sin salir de la Universidad asturiana, las alumnas suponen solo el 16,8% de los estudios de Informática y el 31% de las Ingenierías frente a la clara mayoría en Medicina (68,7%) y en Derecho (60,4%). Todas las investigaciones indican que son factores sociales y culturales los que aún determinan esa visión entre estudios y trabajos 'de hombres' y 'de mujeres'. Nunca la falta de aptitudes o capacidades.
Y tras eso llegan el resto de brechas. Y los techos, que ya parecen más que de cristal. Porque la mayoría de universitarias no tiene eco en la plantilla: profesoras e investigadoras son el 41,95% de la Universidad de Oviedo. La brecha entre catedráticos es ya de enorme magnitud: solo un 27,82% son mujeres.
Al mirar al mercado laboral, las señales rojas, que indican mejora necesaria, muestra que las asturianas son mayoría, 55,7%, entre la población inactiva de Asturias. Y mayoría de nuevo (53,5%) entre la población desempleada. Por tanto, minoría entre los asturianos ocupados (48,9%). Menos trabajo y peor.
Algo que no llega por el tipo de titulación elegida, sino que las cargas familiares siguen siendo cosa de ellas. Casi mil asturianas dejan su empleo cada año para dedicarse a cuidar de la familia.
Una desigualdad que genera dependencia y, en muchos casos, violencia. Tras años sin femenicidios, en Asturias se registró el primer asesinato machista del año en España, el de Karilenia Ch. Una desigualad que solo acabará con educación. Hará falta mucha para cumplir el deseo de la ONU: «Ojalá consigamos que la historia recuerde 2025 como el año en el que el mundo se negó a rendirse en esta lucha».
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