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Una de las astrofísicas más reconocidas a nivel mundial por sus trabajos de observación e interpretación de datos con el telescopio espacial James Webb, el ... máximo hito tecnológico de astronomía en órbita, es Noemí Pinilla Alonso. Su trayectoria profesional incluye colaboraciones en instituciones de renombre como el Instituto de Astrofísica de Canarias, el observatorio de Roque de los Muchachos, el Telescopio Nazionale Galileo, el Centro de Investigación AMES de la NASA y la Universidad de Tennessee en Estados Unidos. Es una asturiana de Oviedo (1971) que ahora vuelve a casa de la mano del ICTEA (Instituto de Ciencias y Tecnologías Espaciales de Asturias) de la Universidad de Oviedo, para situar a la región en el máximo nivel internacional de esta ciencia.
–Viene para cuatro años, con un proyecto para investigar los cuerpos helados más allá de la órbita de Neptuno. ¿Para qué?
–Sí, estoy yo con una estudiante de doctorado, Julia Fernández y el director del ICTEA, Javier de Cos. La idea es formar un grupo con dos contrataciones de investigadores postdoctorados, con perfiles diversos. La ciencia exige un nivel de especialización muy grande, pues los problemas que intentamos abarcar hoy no se resuelven desde la especialización, se resuelven desde muchas especializaciones aportando juntos. Los problemas son cada vez mayores y nuestro conocimiento, más especializado, porque de otra forma no hay forma de abarcarlo.
–Más allá de Neptuno...
–Sí. Investigo lo que hay en la superficie de los cuerpos helados del sistema solar, estilo asteroides, pero con mucho más hielo que roca, pero lo hago para resolver preguntas como la de cómo se originó el Sistema Solar; qué distribución de materiales había; cómo era la nube de la que se formó el Sistema solar, o cómo era el disco que se formó de esa nube de la que vino el Sistema Solar.
–Pero habla de hace 4.500 millones de años. ¿Cómo se sabe cómo eran?
–Eso ha dejado una huella, en cómo son los cuerpos que hoy en día observamos, y sobre todo los cuerpos más pequeños que son los menos procesados.
–Cuanto más grande es un cuerpo, más zona de la nube original habrá barrido gravitacionalmente.
–Sí. Y más procesado está el materioal que ha barrido. Los planetas rocosos, Mercurio, Venus, la Tierra y Marte se formaron más cerca del Sol y tenían accesible, más roca que gas o hielo. El Sol era mucho más luminoso y potente que ahora, y barrió todos los hielos, los sublimó y los mandó lejos. En las órbitas cercanas lo que quedaba fundamentalmente era roca. Cuanta más grande es el planeta, más presión hay en el interior, se forma magma, y eso procesa el material.
–Como si resetease la información.
–Claro. No deja huella de lo que había antes. Sin embargo, en órbitas más lejanas la nube es menos densa, hay más gases y más hielos que roca. Los planetas que se forman ahí son gaseosos, no tienen un núcleo de roca o lo tienen muy pequeño comparado con lo que es todo el planeta. Y más allá, los objetos más pequeños tienen mucho hielo y tienen silicato porque lo había en la nube pero en menor medida.
–Y tienen menos cambios.
–Sí, como son pequeños, no 'resetean' los materiales. No hay un núcleo caliente, no hay capas, ni los materiales se vuelven a mezclar. Y así en ellos se ve mejor cómo eran los materiales originales del Sistema Solar. Estudio su superficie con el James Webb, y lidero el único grupo a nivel mundial con un 'large program' concedido para el estudio del origen del Sistema Solar.
–Estudia, pues, cuerpos de kilómetros.
–Sí, sí, sí, sí, sí, sí. Puede ir desde 5 ó 6 kilómetros hasta Plutón o demás, que son de unos 2.000 kilómetros de diámetro.
–A más de cuatro horas luz. ¿Cómo se ve lo que hay allí?
–Bueno, no me interesa exactamente la imagen en luz visible. Ni tampoco las excelentes imágenes que sacó la sonda 'New Horizons' al pasar al lado de Plutón, de muy buena resolución, pero que son la imagen de un momento concreto. Me interesa estudiar la evolución de la superficie de esos objetos, Para eso, lo que hacemos es espectroscopía, que es como si fueran muchas fotos en distintos filtros, desde los infrarrojos a los ultravioletas. Cada una de esas 4.000 o más longitudes de onda nos dice algo, dependiendo del material que hay en la superficie, algunos de esos colores desaparecen y puedes saber qué materiales hay en la superficie. Y puedo ver cómo evolucionan en el tiempo..
–Hablaba de foto fija en Plutón en 2015. Desde esa foto fija y en estos nueve años, ¿ha podido ver cierta evolución?
–Sí. Estoy analizando los datos de Plutón y aún no los hemos publicado. Y sí que se da evolución, sobre todo por una cosa curiosa. Plutón está en una órbita de 247 años (una vuelta al Sol le toma ese tiempo). Y es una órbita muy elíptica (en su parte más cercana al Sol se cruza con la órbita de Neptuno). Además, está desviado unos 17 grados en relación con el plano de la eclíptica. Eso genera estaciones muy largas. Según se va acercando, el Sol va dando cada vez más, a lo mejor, en la parte de un polo. Se van exponiendo distintas zonas de la superficie. Y es curioso ver cómo según la exposición al sol Plutón tiene los materiales más volátiles en una banda en una latitud media, mientras que en el casquete polar tiene hielos, pero no tan volátiles. También tiene compuestos orgánicos. Según da el Sol, hay un transporte de esos volátiles hacia zonas más frías, donde se depositan. Es como el ciclo del agua que explicamos a los niños aquí en la Tierra.
–Sí, pero usted habla de materiales que se subliman a unos 190 o 200 grados bajo cero.
–Sí, sí, sí, claro. A una distancia cuarenta unidades astronómicas estamos hablando de un óxido de carbono, de nitrógeno molecular, o de metano. Estamos hablando de esos. En Plutón se detecta bien el nitrógeno, muchísimo metano y después, que es lo más bonito que yo estoy viendo ahora con el James Webb, qué pasa cuando se somete el CH4, el metano, a irradiacción tanto solar como de protones, electrones y rayos cósmicos. Se rompen los enlaces de los hidrógenos y tienes carbonos, oxígeno e hidrógeno cerca, se recombinan y se forma etano (C2H6), por ejemplo. Y si se irradia metano y agua se te vuelve a formar CO2, pero también CO. ¿Cómo es posible que tenga monóxido de carbono a una temperatura a la que debería haber desaparecido? Pues porque hay un proceso continuo de formación y desaparición. Y entonces tú puedes observar objetos aún más lejanos y ver si eso ocurre también. Eso nos permite evaluar los procesos físicos y químicos en los objetos transneptunianos.
–Esos que a los profanos nos parecen absolutamente inertes.
–Y nos lo parecían incluso a nosotros. Le voy a poner otro ejemplo de otra cosa que hemos descubierto ya y publicado dos 'papers' a principios de este año. Eris y Make Make son dos cuerpos de la escala de Plutón. Eris tiene unos 2.340 kilómetros de diámetro, y Make Make, entre 1.800 y 2.100. Están más allá de Plutón, en órbitas muy excéntricas. Pensábamos que tendrían, además de roca, metano y nitrógeno y ya. Que serían desiertos helados. Llega el James Webb y observamos que estos objetos sí, tienen mucho metano, no tienen tanto nitrógeno como pensábamos y que tienen una cosa muy curiosa: un metano más pesado, que el normal. Igual que hay agua y agua pesada (que en lugar de dos hidrógenos del isótopo protio los tienen de deuterio), hay un 'metano pesado'que estos objetos tienen también. Entonces decimos '¡Wow, qué chulo! Vamos a estudiar la proporción de estos dos, igual que se estudia con los cometas y el agua pesada. Porque sabemos que el metano normal, al sublimarse, se escapa más rápidamente que el pesado. Y como estos cuerpos son muy grandes, tienen gravedad para retenerlo. Y resulta que no hay más metano pesado que normal.
–¿No?
–Bueno, sí, hay más, pero no nos sale la proporción en la que debería ser. Así que empezamos a estudiar qué proceso físico puede provocar esto, y la conclusión a la que llegamos es que tanto Plutón como Make Make y Eris tienen actividad interna. Tienen, o han tenido en el pasado, un núcleo caliente o templado, y dependiendo de que sea caliente o templado hay distintos procesos de 'cocinado' en el interior que hacen que sea enriquezca de metano ligero en la superficie.
–Eso nos servirá para el momento en que podamos dar el gran paso de explorar los exosistemas solares, ¿no?
–Sí, nos sirve, diría que en dos líneas principales. Con el James Webb hemos visto, al observar los transneptunianos, cómo era el disco de formación del Sistema Solar justo antes de un evento que hubo supercaótico en el que se alteró toda la arquitectura del sistema solar. Estamos viendo la foto primitiva del Sistema Solar con un protoSol, ya con planetas y con estos cuerpos. Había muchísimos más transneptunianos y hubo un evento catastrófico que lo cambió todo.
–Y nos sirve porque...
–Para entender cómo son los discos protoplanetarios que con el Webb estamos descubriendo. Ya tenemos espectros e imágenes de discos, de asteroides y de transneptunianos alrededor de otras estrellas.
–Otros sistemas solares ¿a qué distancia?
–Por ejemplo, la estrella Formalhaut, a unos 25 años luz. sabemos que tiene distintos anillos de asteroides y transneptunianos. Estamos avanzando en el conocimiento de nuestro sistema y en la comparación con otros otros discos protoplanetarios en formación. Antes del James Webb teníamos teorías, porque hay procesos que puedes hacer en laboratorio, sabes cómo funciona la gravedad y cómo funcionan las atmósferas, pero es que ahora lo estamos observando.
–Javier de Cos habla de que con usted se llega a un liderazgo internacional de los cuerpos helados. ¿Qué equipo técnico necesitará en estos cuatro años?
–Lo primero es contactar con químicos y físicos con experiencia en hielos y en laboratorio. Necesito que uno de los postdoctorados que empiece a trabajar conmigo tenga esa experiencia, que sea un químico de hielos, para entender bien los datos del Webb. Sería genial poder montar un laboratorio, con alguien que tenga ese conocimiento de óptica y de química. Y tenemos que reproducir las bajísimas temperaturas que se dan en el vacío, lo que no es fácil ni barato. Eso sería una gran ganancia para estudios, para el ICTEA y para entender estos objetos mejor.
–¿Se puede obtener financiación europea para un laboratorio así?
–Espero que sí. La otra cosa que me interesa del ICTEA es que puede hacernos avanzar mucho en el estudio de grandes bases de datos, con la utilización de 'machine learning', de métodos bayesianos y de métodos estadísticos.
–Métodos bayesianos...
–Sí, es un tipo de estadística. Imagínese que tenemos los espectros de los objetos que estudio y quiero buscar qué materiales hay. Antes me podía pasar dos semanas mirando cada línea del espectro. Con estos métodos es casi instantáneo. Y quiero optimizar todos mis códigos y sistemas de análisis y demás.
–Ha llegado ya a Asturias y va conociendo cómo está la Universidad de Oviedo. ¿Es un buen sitio para su trabajo o tiene muchas necesidades todavía?
–Si uno quiere avanzar uno se puede conformar con lo que tiene. Si te conformas con lo que tienes ya no avanzas más, te quedas sabiendo lo que ya sabes, y no estamos aquí para eso. La universidad es el mejor mecanismo en España para crear ciencia. No tiene más que ver que la mayoría de los centros que hay de investigación siempre o dependen directamente de la Universidad, o tienen participación universitaria. El saber se desarrolla y reside en las universidades, y es el modelo que quiero seguir aquí. Me gusta de la Universidad esa comunión de investigación, de academia. Y creo que estoy en el sitio ideal de esto. Primero porque este grupo tiene lo que a mí me llama la atención, que es esa experiencia en métodos, en juntar el talento, con astrofísicos, geólogos, ingenieros de minas, estudiantes de físicas, de matemáticas. En la Universidad de Oviedo hay bagaje, mucho bagaje en muchas líneas diferentes, y si quieres responder a las grandes preguntas no lo puedes hacer sola, necesitas una mesa redonda a la que se siente gente que sabe lo que tú no sabes. Ahí se hace la química, se forma el puzle y las piezas encajan.
–En conversaciones que se harán eternas.
–(Risas). Pueden serlo, sí.
–El proyecto es a cuatro años, pero hay un compromiso del rector de que se cree una plaza.
–Más que una plaza sería un liderazgo. Un lugar desde el que generar un liderazgo que puede influir en positivo en todas las facultades. El proyecto, sí, es a cuatro años, pero yo no vengo de visita. De visita estudias, pero llevo 30 años viniendo de visita. Lo que a mí me atrajo del proyecto del ICTEA es crear una nueva línea de investigación. El cortoplacismo me echa atrás, porque muchos proyectos de ciencia muy buenos han fracasado por no pensar a largo plazo.
–Además, el proyecto, único en el mundo, puede generar mucho interés en las principales agencias espaciales.
–Exacto. Este proyecto no se puede quedar aquí. Llevo tres años estudiando los datos del James Webb, hemos descubierto cosas que no se sabían y tenemos muchos otros interrogantes abiertos.
–Disponer de tiempo de observación con el James Webb es todo un privilegio.
–Estoy en cinco o seis propuestas, y se me han quedado muchas en el tintero.
–Deme ejemplos.
–Ahora estamos en el ciclo 3. En este estoy en un proyecto de asteroides, con varios que llevo muchos años observando. En el ciclo 4 vamos a ver asteroides rocosos cercanos, de otro proyecto que yo he coliderado, cuando hacía mi tesis en hielos con León Cruz, del Instituto Astrofísico de Canarias. Varios de los asteroides del cinturón cercano que habíamos observado con telescopios basados en la Tierra los estamos ahora observando con el James Webb.
–¿Cómo se puede determinar que un cometa viene de una zona concreta del Sistema Solar, como la nube de Oort?
–A veces vemos cometas que vienen cada 15, 20 ó 100 años. Esos vienen de cerca, de una órbita que no les lleva tan lejos como la nube de Oort, y que tiene un trazado elíptico claro. Pero hay otros que viene de repente, son súper activos y cuando ves su trayectoria, que parece casi recta, es evidente que vienen de mucho más lejos. Son cometas que si sobreviven al paso por el Sistema Solar interior, ya no los vuelves a ver, porque tienen periodos larguísimos, de miles de años. Los que vienen varias veces van consumiendo más hielo y dejando más corteza, más manto de polvo, pero estos otros son muy activos porque vienen cargados de hielo, y son muy delicados.
–Y ¿qué es lo que les saca de esa esfera que es la Nube de Oort hacia el interior del Sistema Solar?
–La pregunta debería ser más bien por qué están en esa órbita. Hay un momento en el Sistema Solar en que tienes a todos los planetas al rededor del Sol, tranquilitos, formándose, y unos cuantos cuerpos menores, bastantes. En un momento dado, los dos gigantes, Júpiter y Saturno, entran en lo que llamamos resonancia, que quiere decir que de la que están girando alrededor del Sol se encuentran en el punto en el que pasan más cerca uno del otro. En ese momento tienes la mayor masa del Sistema Solar aparte del Sol moviéndose al tiempo, y eso afecta a otros cuerpos, a los que generan órbitas súper excéntricas, como las de la Nube de Oort.
–Por dejarlo claro. La sonda New Horizons tardó unos nueve años y medio en llegar de la Tierra a Plutón, que cuando éramos escolares veíamos como el límite del Sistema Solar. La Nube de Oort marca el límite exterior del sistema, al menos en cuanto a materia conocida. ¿Cuánto tardaría la New Horizons en llegar allí?
–Unos 20.000 años, aunque ahora ya no lo harías de la misma forma ni con la misma tecnología.
–¿Por ejemplo?
–Bueno, hay generadores de energía nuclear y, por supuesto, hay que usar el empuje gravitacional de los planetas. Eso sí, los generadores de energía nuclear están en cuestión porque son contaminantes, pero para llegar ahí fuera es lo único que puedes usar ahora mismo, no se conoce otra cosa.
–En cuestión por contaminantes... ¿en el espacio interestelar, donde las propias estrellas generan radiación sin filtro alguno?
–Es que a veces somos muy grandones. Pero bueno, también hay que tener en cuenta que los satélites del sistema Starlink que está lanzando SpaceX, la empresa de Elon Musk, está haciendo mucho daño a la observación astronómica. A poco tiempo que pongas una cierta exposición ya aparecen en la imagen. No me atrevo a pensar cómo va a evolucionar esto, porque tengo un cierto conflicto entre lo que quiero hacer y lo que se está haciendo.
–Explíquese.
–Pues a ver, claro que sería chulo pensar en que hemos puesto una base en la Luna y que podemos vivir allí, pero luego pienso que para hacer eso tengo que destrozar un entorno de la Luna, perdiendo información que estaba ahí. Además, igual yo soy muy cuidadosa, pero no voy a ser sólo yo quien vaya allí, puede ir cualquiera y no sabes con qué objetivo. Esto me crea un conflicto, y aunque sé que se firman acuerdos internacionales para proteger la Luna, también sé que los acuerdos internacionales están ahí para saltárselos.
–Pero bueno, la Luna es grande como para admitir que alguna zona quede expuesta a la actividad humana.
–Hay mucho que necesitamos saber antes de ir de verdad y explorar la Luna en las mejores condiciones. Y hay mucho experimento controlado que se pueda hacer en tierra que nos puede ayudar a eso. Por ejemplo, algo tan sencillo como saber que la Luna es un cuerpo que tiene una gravedad mucho más pequeña que la de la Tierra. Si tú aquí coges un aparato de soplar hojas, controlas más o menos hasta dónde va esa hoja. Sale y vuelve a caer en la cercanía. Ahora, imagínese en la Luna, con mucha menos gravedad y sin atmósfera que frene la hoja, o el polvo lunar. A dónde va a llegar ese grano que estás soplando depende de su tamaño. Y ahora imagínese que en lugar de un soplador es un cohete que está alunizando: ¿Qué cantidad de regolito vas a poner en órbita, hasta dónde va a llegar, cuánto tiempo va a estar en órbita alrededor de la Luna, impactando en los siguientes alunizajes, para los que puede ser un impedimento potente?
–Y aquí podemos estudiar todo eso...
–Sí. Muchas cosas. Por ejemplo, el ICTEA tiene capacidad de liderar varios estudios, como las propiedades del regolito (el polvo lunar) en el vacío, o en microgravedad. En el ICTEA se ha fabricado regolito que simula al de la Luna, o al de Marte, y podemos hacer experimentos controlados.
–Para futuras bases en la Luna o en Marte se habla tanto en la literatura (la trilogía Marte Rojo, Verde y Azul, por ejemplo) como entre los expertos de aprovechar cavidades existentes en ambos cuerpos.
–Sí, se habla de desarrollar experimentos no en superficie, sino bajo ella, en grutas, tanto en Marte como en la Luna. Hay muchísimo interés tanto por parte de la Universidad como de la Consejería de Ciencia de explotar ciertos pozos mineros de Asturias para hacer experimentos, para hacer ciencia en este sentido. Y también hay interés de Europa. Yo abogo por el liderazgo del ICTEA. Conozco la ciencia y conozco los cerebros que hay en el ICTEA, y sé que son los óptimos para realizar este tipo de investigación y liderarla. En los próximos años puede ser el momento oportuno para llevar adelante esta investigación que queremos liderar desde España.
–En Asturias tenemos todo tipo de minas, con muchas conformaciones diferentes. No sólo los pozos de carbón.
–Sí, y no sólo eso. Es que Asturias, tradicionalmente, ya lideraba el conocimiento de las minas, no sólo por su explotación, sino por su ingeniería. La Facultad de Minas estaba llena a rabiar de estudiantes, y ese conocimiento está en Asturias. Las minas asturianas pueden resucitar en el espacio. Pueden ayudarnos a entender mejor la Luna o Marte antes de ir.
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