De Avilés a Laponia para ayudar a Papá Noel
Cristina Vega decidió dar un giro a su vida y convertirse en Poppy, una de las elfas que trabajan en la mágica oficina de Santa Claus
Como quien manda un currículum para trabajar, por ejemplo, de abogado en un bufete, Cristina Vega hizo lo propio para un empleo bien distinto a la par que especial: ser ayudante de Papá Noel en Laponia. Y vaya si fue bueno el vídeo que envió, que esta avilesina cogió el petate, lo metió en un avión y desde finales de octubre es una de las elfas que trabajan «sin descanso» en Santa Claus Office, en el Círculo Ártico de Finlandia. «Cuando llegas ya sientes que es un lugar de magia. Es increíble porque estás en uno de los puntos magnéticos del mundo, donde se puede ver el espectáculo de las auroras boreales... Nada más aterrizar, lloré», explica. Allí, rodeada de cartas, de deseos, de ilusiones y de sueños solo existe Poppy, como reza en el gorrito rojo que se pone a diario. Y a Poppy lo que más le gusta de su trabajo es «ver lo feliz que haces a las personas».
Porque allí es Navidad todo el año. Siempre hay alguien a quien recibir, cualquier mes. «Viene gente de todo el mundo, de todos los países que te puedas imaginar. Y, pese a lo que la gente pueda pensar, no son únicamente niños, hay familias, adultos que vienen solos a cumplir su deseo», detalla esta joven elfa –solo tiene 111 años–, que carece de orejas puntiagudas y adora «los lugares con playa». Ella, la única española de esta «gran familia de ayudantes de Papá Noel» de distintos rincones del mundo tiene una clara misión: guiar a cada visitante y hacer que su paso por allí sea una experiencia inolvidable. «Como buenos elfos hacemos alguna trastada que otra, ninguno somos buenos del todo, pero a todos nos encanta ayudar», cuenta de su rutina que, pese a que acaba siendo agotadora, «compensa solo por todo el cariño que recibes».
Porque el día a día de un elfo es intenso. Suena el despertador y Poppy se pone su colorida ropa y comienza la faena. En la oficina esperan centenares de nuevas cartas para ser leídas y una larga cola de personas que quieren hablar con el grandullón de barba blanca y traje rojo. «Es complicado lidiar con las distintas emociones de las personas. Hay quienes lloran, los hay que están solos, familias que cuando llegan a donde está Papá Noel su hijo está dormido... Pero con todo sé que estoy haciendo algo bonito. Les das un abrazo y sientes esa emoción que hace que cuando vuelves a casa no te acuerdas de si algo te estresó, solo queda lo bueno». Ah, y las cartas que son un auténtico tesoro: «Me encanta porque no es lo que esperamos, cosas materiales, sino que hay quien pide un novio, salud mental o que quien no tiene nada, niños sin juguetes, reciban algo por estas fechas...».
Aunque aprovechando esta conversación Poppy quiere reivindicar una cosa, porque claro, Santa recibe un montón de regalos, «¿pero qué pasa con los elfos? ¿Quién nos trae cositas a nosotros?», bromea. A Papá Noel le queda nada y menos para su frenética jornada, pero ojo y, sobre todo, «tranquilidad, está todo preparado y la máquina del tiempo lista» para poder visitar todas las casas. «Sed buenos y descansad. Desde Laponia, Papá Noel y Poppy os deseamos una muy feliz Navidad».