¿Desconfianza o pensamiento crítico?
La doctora en biomedicina y oncología y divulgadora científica nos habla esta semana sobre la capacidad de discernir
A todos, a mí incluida, nos gusta sentir que somos capaces de analizar la realidad de una forma adecuada, que sabemos distinguir lo que es cierto de lo que no, que no nos engañan. Pero, ¿es fácil evitar el engaño? ¿Pensar críticamente implica cuestionarlo todo?
El pensamiento crítico es una habilidad que se aprende. Ser capaz de razonar de esta forma requiere reconocer que existen explicaciones que no son adecuadas para responder a la pregunta que nos estamos planteando. Tener pensamiento crítico implica tener la capacidad de discernir.
Para lograrlo tenemos que estar dispuesto a revisar y contrastar nuestro punto de vista, cuestionar lo que sabemos y, sobre todo, contar con criterios de verdad en los que podamos confiar. Y es precisamente en este ámbito, en el de establecer los criterios, en el que el pensamiento crítico se convierte en una habilidad refinada que hay que entrenar. Para poder discernir algo probablemente cierto de algo que no lo es tienes que saber cómo se genera ese conocimiento en se ámbito en concreto, tienes que tener un criterio propio que tenga eficacia probada. Esto implica que habrá ámbitos en los que no podamos tener un pensamiento crítico real, en los que no tendremos suficientes conocimientos como para que nuestro criterio sea fiable, y para reconocer esta limitación también tenemos que ser críticos con nosotros mismos.
¿Significa esto que la única manera de lograrlo es dudar siempre? No del todo. Cada vez proliferan más las posturas que consisten en negar hechos comprobados. Estos posicionamientos negacioncitas a menudo se disfrazan de «pensamiento crítico» pero en realidad se sustentan sobre la falta de conocimiento, y por tanto de criterio, para juzgar la información sobre la que está opinando. Para pensar críticamente primero hay que saber, y después, ser consciente de lo poco que se sabe.