«El Bellas Artes debe aspirar a un presupuesto de seis millones»
Deja el puesto para ser director adjunto del Prado con la sensación de haber cumplido al 90% con el proyecto que le llevó a la dirección
Agridulces son estos días. Fin de un ciclo y comienzo de otro para Alfonso Palacio, que trata de cerrar círculos en el Museo de Bellas ... Artes de Asturias antes de incorporarse el 1 de febrero como director adjunto de Conservación e Investigación en el Museo del Prado. Después de casi doce años con despacho cerca de la Catedral, a este gijonés doctor en Historia del Arte no le cuesta mudarse al paseo del Prado madrileño, pero no niega esa desazón y pena del adiós.
–Año nuevo, vida nueva. Este no es un fin de año cualquiera.
–Es un fin de año especial, singular, que marca el final de un ciclo en el Museo de Bellas Artes de Asturias, aunque esté hasta el 30 de enero, y también marca el inicio de otro, ilusionante, muy atractivo, como es el del Museo del Prado. Son sensaciones encontradas. Por un lado, la tristeza de abandonar la que ha sido mi casa durante casi doce años y a la que he dedicado mucho tiempo, y que considero mi proyecto profesional, y el comienzo de uno nuevo muy estimulante, un gran reto, en uno de los museos más importantes del mundo.
–¿Qué recuerda del día que llegó aquí como director?
–Fue la llegada a un museo que conocía muy bien, que había hecho bien las cosas durante esos 33 años de vida que tenía entonces, a principios de 2013, pero estaba en un momento malo. Uno de los dos edificios, el Palacio de Velarde, estaba funcionando; el otro, la Casa de Oviedo Portal, estaba cerrado por goteras, y la cacareada ampliación de Patxi Mangado estaba parada. Me encontré con un museo herido en el plano institucional, con una plantilla bastante desmotivada y había que ponerse a trabajar para revertir esa situación en los diferentes niveles y órdenes: el de personal, el de las instalaciones, el de la política artística, cultural, de instituciones, y el social, que era clave. Era un museo que había dado la espalda completamente en ese momento a la sociedad asturiana, había perdido esa conexión que debía tener con el tejido comunitario. Se presentaban múltiples frentes abiertos que con mucho trabajo, de lunes a domingo y vuelta a empezar, hemos tratado de revertir.
–¿Fue lo más duro?
–Sí, porque llegar a un museo conocido es un arma de doble filo. Hay suspicacias, pero eso entra en el sueldo. Enseguida propusimos el plan de actuación que había presentado y esa ha sido la brújula que ha marcado el 90% de las decisiones. Ahora que toca a su fin este ciclo he vuelto a ese plan, lo he repasado y me dije: «Qué bien, está cumplido al 85, 90%».
–¿Muchos momentos duros o han sido más los dulces?
–Ha habido más dulces, pero fruto del inmenso trabajo hecho por todo este equipo fantástico que ha ido creciendo y que ha creído en el proyecto. Es comprometido, dispuesto a trabajar por el museo, de una profesionalidad y excelencia tremendas. Las incorporaciones que se hicieron fueron valiosísimas, de modo que las noticias buenas han sido superiores a las malas.
–¿No le da pena irse sin llegar al cien por cien, sin cerrar la ampliación?
–No, porque la segunda fase está ya encauzada, lo importante era ponerla en marcha. Es un proceso irreversible y que terminará cuando tenga que culminar a finales de 2025 o 2026. ¿Me hubiera gustado inaugurarla? Si hubiera estado aquí, sí, el problema es que yo creo en los ciclos de dirección para los museos de estas características, y uno de doce años es más que suficiente, más sería malo para la institución y para la persona que está al frente. Cuando se junta por un lado la sensación de que el ciclo se está terminando y por otro viene esa oferta del Museo del Prado y te dicen 'hemos pensando en ti, hemos visto el trabajo que se ha hecho en el Museo de Bellas Artes, tenemos este proyecto para ti', pues dije que sí. Desde el punto profesional es un reto al que no se le puede decir que no.
–Está claro que es tocar techo en lo profesional.
–Soy frío en los momentos de estar en lo alto y lo bajo. Se dieron las condiciones objetivas para que yo me pudiera ir gracias a esa oferta del Prado. En ocasiones, por mucho que quieras cambiar de aires, si no te lo ofrecen no puedes hacerlo. Ha sido esa mezcla de factores.
–Dice uno de los mejores. Es el mejor museo del mundo.
–Como pinacoteca, la mejor. Y tiene el mejor departamento de restauración del mundo, tiene uno de los mejores departamentos de conservación del mundo y tiene una dirección magnífica de la mano de Miguel Falomir. Voy a un museo en el que entras a jugar en una escala planetaria y con una colección permanente entre las mejores del mundo, si no la mejor. Es el sueño de todo historiador del arte. Siempre digo que paso de un gran museo a un museo grandioso, con todas las responsabilidades que ese salto supone.
–¿Va con la cabeza llena de ideas?
–Voy con muchas ganas de escuchar y de aprender de aquellas personas a las que respeto mucho profesionalmente, también de entender las dinámicas, y con ganas de aportar. Lo primero que quiero hacer ese 1 de febrero es ponerme a las órdenes de mi nuevo director, aterrizar, conocer bien todos los departamentos, todo el personal que trabaja en ellos, hablar, escuchar y poco a poco ir dejando la huella que pueda.
–Usted es experto en arte contemporáneo, y el Prado no abarca ese periodo artístico, pese a que sí ha hecho cosas contemporáneas. ¿Va ser más contemporáneo de su mano?
–Ya lo está siendo. Acaba de inaugura hacer un mes una exposición muy interesante en la que hace una relectura de Sigmar Polke, un artista alemán del siglo XX, en su revisión de Goya. El Prado cada vez se adentra más por la línea del arte contemporáneo del siglo XX, siempre tratando de establecer discursos expositivos en este caso donde se traten de revisar relaciones de artistas con los que están en el Prado, esos diálogos que nos parecen tan interesantes, como hacen todos los museos, el Metropolitan, la National Gallery, el Louvre... Que entre el contemporáneo no debería sorprender a nadie, es un debate superado, y sí a lo mejor esa especialización mía puede ayudar a poner en marcha proyectos interesantes que tengan que ver con esas revisiones de la huella del Prado en el arte contemporáneo del siglo XX.
–Es un museo muy vivo, muy presente, en redes, en todas partes.
–Es un museo vivo, dinámico, presente en todos los rincones ya no de España sino también del mundo, tiene un músculo operativo realmente importante, está pleno de actividad, cada vez recibe mayor número de visitantes, es un museo que constituye el orgullo de las instituciones culturales españolas e internacionales, ha tejido una red de relaciones con los museos del mundo potentísima. Ha alcanzado una escala planetaria, de él se oye hablar en todos los rincones del mundo.
–¿Solo le falta el Salón de Reinos o le falta algo más?
–Es uno de los grandes retos de gestión que hay que sacar adelante en los próximos años con el proyecto de Norman Foster. El Salón de Reinos es una prioridad y también trabajar en el centro de estudios. Y en 2028 creo que tenemos el doble centenario del fallecimiento de Goya, que será un momento importante para el Prado, habrá que hacer cosas relevantes en torno a uno de los grandes pilares de la colección permanente.
–Nos tiene que traer al 'Aníbal vencedor' a Oviedo.
–Desde la Consejería se está en conversaciones discretas con el Prado para ello y seguro que si no es a corto, a medio, y si hay buena sintonía, yo creo, y es una percepción personal no institucional, el cuadro antes o después se podrá ver en Asturias, en el contexto de una exposición o una obra invitada de largo recorrido.
–Volvemos a Oviedo. ¿Qué espinitas le quedan clavadas?
–Iniciada ya la fase 2 de ampliación, y en el momento en el que la obra es irreversible, creo que el museo debe aspirar a tener más presupuesto que el que tiene. Jugábamos en una liga tan potente como es la de los museos de bellas artes de Bilbao, Valencia y Sevilla, cuyos presupuestos están en ocho, nueve o diez millones de euros y nosotros estamos superando por poco los tres millones. No digo que lleguemos a esas cantidades, pero cuando el museo era la mitad llegó a tener cuatro millones. Soy consciente de la realidad, pero sí que creo que debería alcanzar los 5,5 o 6 millones. Debe tener una mayor dotación presupuestaria para comprar obras de arte. Ahora tenemos 150.000 euros y está bien. Nos hemos comprado un maravilloso Fortuny, al tejido galerístico asturiano le alimentamos con otros 75.000 euros. Pero si un museo quiere recuperar su pulso de colección no puede llevar once años sin salir al mercado. Ese capítulo hay que dotarlo de una manera potente, que desborde el millón y medio de euros. A este museo le faltan un Julio González, un Juan Gris, un Antonio López... Hay lagunas que solo se pueden corregir con un buen músculo presupuestario. Una de las espinitas que yo tengo es esta. Y además si se pretende que abra su primera antena en Cangas de Onís, con el legado de Maximino Blanco, que el museo aceptó en la última junta de Gobierno que presidió Berta Piñán, pues está claro que la casa Frassinelli va a requerir una financiación que ahora no tiene. En 2025 y 2026 hay que replantearse presupuestariamente qué necesita el museo. Cuando se inaugure la ampliación, hay unos sectores que van a requirir vigilancia y eso es más personal y más presupuesto.
–¿Y el personal?
–Es otra espinita. El museo está muy exiguamente dotado en el ámbito de los técnicos, no tenemos conservador de arte contemporáneo, aunque estará el año que viene; no tenemos un segundo restaurador, para 2026 esperamos tenerlo. Junto a eso está la vigilancia, es fundamental que haya más, estamos siempre muy cortos. Eso es algo que el nuevo director o directora ha de poner en marcha.
–No va a dar tiempo a que se elija nuevo director antes de que se vaya.
–Primero se tienen que aprobar unas bases en patronato, tienen que publicarse, yo daría como mínimo para preparar el plan de actuación veinte días hábiles, es decir, un mes. Yo creo que si para mayo el asunto del nuevo director o directora está resuelto sería estupendo.
–¿La mayor presencia de mujeres es una deuda pendiente?
–No tengo esa sensación. Le doy datos objetivos. Nosotros somos un museo de bellas artes que radiografía una expresión artística del XIV al XX, no somos un museo de arte contemporáneo donde la presencia de la mujer es más masiva. Pese a esa menor presencia en el pasado, todas las mujeres que tenemos en la colección de los siglos XVII, XVIII y XIX están presentes en la exposición permanente. Acabamos de inaugurar una exposición de Noemí Iglesias, en abril habrá otro proyecto específico de Breza Cecchini, tenemos en la recámara una exposición importante sobre Amparo Cores... Y recuerdo las exposiciones de Maite Centol, de María Jesús Rodríguez, la de Irma Álvarez-Laviada. Somos el único museo que hemos desarrollado un proyecto de visibilización de las artistas a través de diferentes iniciativas y conferencias. Siempre que se ha comprado obra de arte en el ámbito de ferias, las adquisicisiones han sido paritarias, pero es que este año de las quince, ocho han sido de creadoras y siete de hombres
–¿Cuáles son sus asignaturas aprobadas?
–Hemos tenido hitos de gestión que quiero encarnar en el equipo, porque ese es uno de los hitos, el equipo que se ha generado. Otro es la inauguración de la ampliación, que ha sido realmente importante, y nos obligó a otro hito más oscuro, más duro y menos lucido como fue hacer un movimiento de más de 1.200 obras para rearmar y replantear la colección. Se trabajó a un nivel increíble. La donación Plácido Arango fue muy importante, como también lo fue el surgimiento de la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes, capitaneada por Alfonso Martínez, que está haciendo un trabajo extraordinario. Luego fue fundamental la noticia de que se encontraron los seis millones para la fase 2 de la ampliación. Fuimos muy pesados, queríamos esperar lo inesperado y cuando todo el mundo nos decía que era imposible, llegaron esos fondos. El depósito Villagonzalo es clave para la colección, nos dio proyección nacional e internacional. Y para mí el hito fundamental es la reconexión que ha hecho el museo con la sociedad asturiana, presentándose como el museo de todos los asturianos, que ven este museo como el suyo. Ya no es algo que está ahí arrumbando, cada vez hay más asturianos que conocen que aquí hay un gran museo con un nivel indiscutible. Esa dimensión social me ha parecido importante. También me gustaría destacar esa programación científica y educativa, es una manera de anclar a la gente al museo, porque siempre están pasando cosas. Ese trabajo de programación ha sido un ejercicio de tesón. Hemos pasado de 43.000 visitantes a 145.000 con los que vamos a acabar este año. Va a ser un buen año. Y eso no es un fin, es una señal de que cada vez hay menos asturianos que desconocen que tenemos un gran museo y cada vez hay menos gente de fuera que desconoce que tenemos un gran museo, que además es gratuito y esperemos que siga siendo así.
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