Evaristo Valle, más a la moda que nunca
El museo del pintor presentó hoy a los medios 'Libertad encorsetada', una muestra sobre los modos de vestir a través de sus obras, fotografías e indumentaria cedida por particulares y el Muséu del Pueblu d'Asturies
Es un paseo exquisito por la moda de finales del siglo XIX y principios del XX a través de los pinceles de Evaristo Valle, y ... mucho más. Este domingo 8 de junio, a las 13 horas, tendrá lugar la inauguración de la exposición 'Libertad encorsetada. Medio siglo de moda en la pintura de Evaristo Valle', comisariada por Gretel Piquer Viniegra, en el Museo Evaristo Valle de Somió, cuyo contenido les adelantamos la semana pasada. La muestra reúne un total de 73 piezas: dibujos, acuarelas, óleos, fotografías, indumentaria y complementos de época procedentes de los fondos de la fundación del Museo, el Museo de Bellas Artes de Asturias, el Muséu del Pueblu d'Asturies y colecciones particulares. Esta mañana, junto a un afortunado grupo de visitantes que se acercó al museo para conocerlo, la comisaria de la muestra, Gretel Piquer, realizó una visita previa que permite a los lectores de EL COMERCIO adentrarse en la muestra antes de su apertura oficial del domingo. Podrá visitarse hasta el 14 de septiembre de 2025.

«Evaristo Valle (1873-1951) prestó siempre una extraordinaria atención a la construcción de su propia imagen: su rostro, su figura, su cabello y sus atuendos», explicaba la comisaria mientras mostraba el 'bodegón' que recibirá a los visitantes ya en el vestíbulo de la pinacoteca. Allí se muestran, además de la reproducción en vinilo sobre la pared de dos dibujos, varios vestidos de la época, calzado y sombreros, uno de ellos del propio pintor. Un personaje que creó su propio estilo, desde que a principios de siglo, y tras sus primeros años en Europa, sobre todo en París, configurase ante los gijoneses una apariencia de pintor bohemio, con severos trajes negros y anchos cuellos y corbatas.

Dotado ya en su infancia de una perspicaz mirada artística y documental que le permitía discernir cómo su madre, Marciana Fernández y Suárez Quirós (1844-1912), era «primorosa en los vestidos que hacía a sus hijas», tanto la moda femenina como masculina de la burguesía rural o urbana aparecen reflejadas en los lienzos y dibujos de Valle a lo largo de los primeros cincuenta años del siglo XX, evidenciando las transformaciones en la indumentaria con el paso de las décadas. Lienzos, explicaba Piquer, que combinan «la moda de aquellos años en los que pintaba sus cuadros, pero también recuerdos de tiempos anteriores, tanto en el ámbito familiar como fruto de sus viajes».
Así, «las crinolinas de su abuela, los polisones y cuellos con ballenas de su madre, la transición de los corsés de línea 'S' a la inspiración en el estilo imperio en los atuendos de paseo, de noche y los aderezos que lucían sus hermanas o su sobrina», María Rodríguez del Valle (1896-1981), pueden contemplarse en los trabajos del pintor y también en la colección fotográfica familiar que se custodia en el Archivo de la Fundación Museo Evaristo Valle, en copias a la albúmina en formatos carte de visite y cabinet y en gelatina de plata. Hasta un vídeo que recibe a los visitantes muestras alguna de las únicas imágenes que tenemos del pintor en movimiento, en el ámbito familiar. Todo un pase de modelos casero que ayuda a entender todo el contexto.

Explicó luego Gretel Piquer que fue Florencio Rodríguez (1840-1906), fundador del Banco de Gijón, que había sido propietario de un establecimiento de importación y venta de tejidos y complementos en La Habana, quien confió a Valle al crédito de uno de sus socios del negocio textil en París, cuando el artista inició su andadura como litógrafo en la capital francesa en 1898. Allí, Evaristo conoció un mundo de aprendices de sastre y sastres famosos, de peluqueros, de tenderas provincianas que iban a surtirse de géneros, de tipos bien vestidos, con chistera, levita o frac, y de mujeres «elegantes» que se encargaban de vestirlos, con sinuosas siluetas de colores llamativos o tonos pastel que trataban de imitar, desde el sombrero a las puntas de los pies, los elementos florales del Art Nouveau.
A partir de 1907, al tiempo que la ilustración de moda se elevaba a categoría de arte a través de los álbumes editados por Paul Poiret (1879-1944), Valle se consagró como caricaturista, reflejando con precisión en sus dibujos los códigos sartoriales masculinos de la época y la progresiva simplificación de unos atuendos femeninos que, dada la cada vez mayor implicación de la mujer en una vida activa, fueron dejando atrás el corsé por una silueta más suave y recta. Entre 1908 y 1915, buena parte de la producción que el pintor mostró en exposiciones monográficas o colectivas reveló el trabajo de un retratista de la alta sociedad exquisitamente atento a los detalles de una belle époque también fascinada por el esplendor y las fantasías pastoriles del siglo XVIII, ya fuera en Gijón o en París.

A mediados de los años veinte, las muchachas con cabelleras cortas y vestidos de estampados egipcios invadieron hasta los espacios más tradicionales de Asturias, coincidiendo con estancias de Valle en Londres y Nueva York en las que frecuentó «el glorioso mundo adulto del arte, la literatura, el ballet y la sociedad deslumbrante». Habían sido los decorados y ropajes de León Bakst (1866-1924) para los Ballets Rusos los que hicieron resurgir el gusto por el orientalismo en Europa en los albores de la naciente y ecléctica moda Art Déco, con sus formas geométricas, trapezoidales y en zigzag que tomaban como inspiración todo lo que fuera exótico: el arte africano, las xilografías japonesas y los objetos descubiertos en la tumba de Tutankamón.

Si bien desde la década de 1930 Valle pareció encorsetarse en una pequeña «vida de gijonés vulgar», su libertad creativa se desplegó extraordinariamente en la última etapa de su trayectoria. Con más de setenta y cinco años, a Evaristo todavía le gustaba verse bien, con el cabello plateado que desde hacía un cuarto de siglo se había convertido en su principal seña de identidad. En su producción última, caracterizada por un tono reminiscente en cuanto a los temas representados, la figuración de indumentarias de tiempos pasados se hizo habitual: atuendos renacentistas, referencias al discreto refinamiento en el vestir de la corte española de los Austrias, a las innovaciones de Charles Worth (1825-1895), a las bellezas seductoras del beau monde europeo anterior a la Gran Guerra, a las desinhibidas 'flappers'... sin dejar de lado los guiños al 'new look' del presente y el futuro.
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