«Gracias por hacernos disfrutar de quienes fuimos para ser quienes somos»

«¡Qué gran trabajo! Gracias por hacernos disfrutar de quienes fuimos para ser quienes somos», escribe una de las visitantes. La mayoría de los escritos elogian la muestra y todo lo que ésta significa para las diferentes generaciones, porque hay a quien le gustó «pila» y quien incluso deja escrita su cuenta de Instagram, dando carta de naturaleza a que el viaje en el tiempo no entiende de edades, aunque quizá los que peinan canas se emocionan de una manera muy especial al poder ver esas imágenes de un antaño conocido y reconocido. En bolígrafo sobre papel se constatan ambas visiones: «Una exposición súper guapa. Gracias por mostrar el Gijón antiguo a las nuevas generaciones».

Hay quien agradece «aportar cultura a todo el mundo», hay quien recomienda una visita sin prisa para «disfrutar de un viaje a distintas épocas del pasado», hay quien simplemente refrenda los «maravillosos recuerdos» que le ha traído a la mente la mirada sobre las instantáneas y hay quien se confiesa emocionado de haber sido partícipe de «un paseo por el pasado impresionante».

Esa metáfora del viaje está muy presente, puesto que el público mira atrás con los ojos del hoy, compara las diferentes estampas de la ciudad, advierte la evolucion y la disfruta. «Es bonito viajar al pasado para poder avanzar al futuro, se puede ver todo lo conseguido mediante el esfuerzo, el trabajo y una sociedad unida para conseguirlo», ha dejado escrito quien tiene una mirada adelante alentadora. Pero hay quien no, hay quien advierte sin tapujos que cualquier tiempo pasado fue mejor: «Muy buena exposición de antes de que se jodiese todo». Ese texto menos poético se encuentra entre palabras en otros idiomas de visitantes llegados de diferentes geografías españolas y extranjeras e incluso algún que otro peregrino del Camino de Santiago.

Ese «viaje de nostalgia» al que se alude sin tregua debe, a decir de muchos, hacerse en más de una ocasión. «Magnífica muestra que merece ser visitada repetidamente», dice quien, como muchos otros, aplaude el trabajo realizado para llevar a buen término una exposición compuesta por fondos del Muséu del Pueblu d'Asturies en su mayoría y muy compleja a la que, cierto es, también se le achaca alguna carencia menor.

Pero lo que vence es la emoción, la de quien cuenta que ha sido una gran celebración de su setenta cumpleaños poder mirar a las fotografías o la de quien confiesa que se ha ido a visitarla con su madre e insta a cuidarlas a todas porque «son lo mejor de la vida» y la alegría de quien se felicita por ver el museo lleno de público disfrutando de ese patrimonio común expuesto. «Para un gijonés es un orgullo ver esta exposición fotográfica y que a su vez la pueda ver gente de fuera de nuestra región», se lee muy cerquita de la caligrafía de un valenciano que confiesa haber viajado a Asturias solo para visitarla.

Pero si hay alguien que ha descubierto algo de sí mismo, no del colectivo que la muestra retrata, es quien ha encontrado su casa entre las imágenes y así lo cuenta: «He descubierto que ya había alguien dejándose encendida la luz de mi habitación en 1975. No soy despistada, solo sigo el curso de la historia». La historia prosigue. Ahora son otros los que disparan con sus cámaras o sus móviles sobre nosotros retratando lo que mañana será el pasado.