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La necesidad de entender quiénes somos a través de quienes nos precedieron da forma a 'El desván de las musas dormidas' (Ed. Acantilado), la ... nueva novela del escritor y colaborador de este diario, Fulgencio Argüelles, en la que la memoria y la imaginación son las verdaderas protagonistas. Este la presentaba en la Escuela de Comercio, acompañado por el dibujante Julio Rey (Gallego & Rey), en un acto del Ateneo Jovellanos realizado en colaboración con el Aula de Cultura de EL COMERCIO.
El viñetista, haciendo gala de su oficio ilustrando la realidad con perfil preciso, comenzó ajustando el contexto de la historia narrada por Argüelles en esta novela para destacar que en ella «como en tu mismo nombre, Fulgencio, hay un claro eco del rayo que no cesa, de la guerra civil». Y es que, como explicó el propio escritor, lleva el nombre de su abuelo «muerto de un disparo en 1938». Los nombres siempre han sido importantes en los libros del narrador mierense, pero curiosamente en este «como hay mucha memoria, quise prescindir de ellos y no fui consciente de que eso me obligaba a profundizar más en los personajes, detalles de su psicología para que el lector sepa siempre de quién estamos hablando», desveló.
La ausencia de personajes con nombre es una capa más de ficción para una narración que tiene muchos anclajes con la realidad vivida en la infancia de Fulgencio Argüelles. En todo caso, dejó claro que «esto es una novela, no una autobiografía, aunque la realidad tiraba tan fuerte de mí que me costaba escabullirme de sus hilos, por eso hay más ficción que memoria y donde la hay hice lo posible por distorsionarla», desveló. Una figura real que sí está presente en toda la historia es la de su padre, hasta el punto, revelaría, de que el primer título de la novela era '32 matrículas de honor y un hombre equivocado', una referencia al día en que su madre le mandó ir al desván a buscar algo «y me encontré un rollo de diplomas: eran las matrículas de honor que mi padre habia obtenido estudiando. Luego entró a trabajar en la mina y siempre vivió eso con la tristeza de pensar: 'este no es el lugar que me corresponde'. La suya fue una vida equivocada». Como la de tantos, ya que, aseguró Argüelles, aludiendo al título que sería el definitivo de su obra: «No hay existencia que no tenga un desván».
Respondiendo a las sucesivas lecturas de fragmentos de la novela que sirvieron a Julio Rey para ir tocando puntos relevantes en ella, el autor mierense aclaró una de las claves que se repite en varios de sus libros anteriores, la presencia de un violinista anciano, alguien que fue anarquista y que también aquí aparece, sin nombre: «Es un personaje que representa la política, él es una célula perdida de la revolución». Las ideas, no solo los ideales, impregnan igualmente esta historia como en toda su obra, una apreciación que subrayó Rey. Pero el ingrediente principal de su escritura, lo confesaría Argüelles, es el de la emoción: «La comunicación más efectiva entre dos personas aunque no se conozcan, es el caso del autor y el lector. Por eso la mía es una literatura de los sentimientos». Dejaría más reflexiones lúcidas en el diálogo: «La memoria es maravillosamente triste» y «la existencia un ir y venir hacia atrás y adelante, el presente no existe», sentenció.
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