Miriam Lewin, escritora y periodista
La coautora de 'Putas y guerrilleras' publica la historia de dos judíos infiltrados entre los nazis de Argentina
Escritora y periodista de investigación, Miriam Lewin (Buenos Aires, 1957) fue detenida y torturada en la última dictadura militar. A ese periodo ha dedicado libros ... como 'Skyvan: aviones, pilotos y archivos secretos (2017)' o, junto a Olga Wornat, 'Putas y guerrilleras'. Llega a la Semana Negra con la novela 'Dina y Natan', la inquietante historia real de una madre y un hijo judíos que se infiltraron en la comunidad alemana de Argentina.
–El relato de dos víctimas del holocausto que se infiltran en los nazis asentados en su país y que en el caso de la madre llega a casarse con uno de ellos, ¿era imposible no contarla?
–Me impactó porque es la historia del sacrifico de una mujer, una verdadera heroína dispuesta a renunciar a todo por un ideal. También la incomprensión del hijo, su lectura egoísta del rol de la madre. Aunque la adoraba, conservó sus cenizas toda la vida y hablaba con ellas. A la vez, mientras escribía el libro se profundizó el resurgimiento de las ultraderechas. Este hombre nos confesaba su temor a ser identificado. «A esta edad no quiero salir corriendo porque me vengan a buscar los nazis», nos decía. Intentamos hacerle ver que la exposición iba a crearle una especie de escudo de seguridad. Hoy soy yo la que no estoy convencida. Por experiencia propia él sabía que eso podía regresar.
–Ser superviviente de la dictadura militar ¿la conectaba con esa madre?
–Claro, es la culpabilización social del sobreviviente que se suma a la propia, el '¿por qué yo?'. En nuestro caso la sospecha, incluso entre organismos de derechos humanos, era que habíamos colaborado con los represores. Se suponía que habíamos tenido sexo con ellos. ¿Y de ser así qué tenía de malo si era la forma de sobrevivir? De haber sido hombres nos dirían: '¡Qué pillos!'. A nosotras nos llamaban putas. Es lo que pensó en algún momento Natan de su madre.
–¿A usted la salvó su oficio de periodista, investigar y poder contar hechos como esos?
–Lo entiendo como una herramienta para conseguir una sociedad más equitativa y justa, aquello por lo que luchaba y por lo que me secuestraron. Cuando sobreviví pensé que podía hacerlo con el periodismo: con una pequeña linternita puedo iluminar algún rincón oscuro, un ángulo que el poder quiere tener oculto.
–¿Es eso posible ahora en la Argentina de Milei?
–Creo que tiene que serlo, nada hay más perjudicial en una democracia que la autocensura. Este es un gobierno con sesgos totalitarios y que comete delitos, como incitar a la violencia cuando el presidente dice que la gente no odia lo bastante a los periodistas o la difusión de un video hecho con IA de una conocida periodista teniendo sexo con su hermano. Eso es mucho más de lo que yo pensé que podíamos tolerar. Por eso es más necesario que nunca ese trabajo de iluminar lo oscuro con nuestra linternita y también la memoria. Para los jóvenes el golpe del 76 es pasado.
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