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Un Teatro Palacio Valdés lleno acogía ayer el estreno absoluto del nuevo montaje de Claudio Tolcachir: 'Camino a La Meca' y con él el esperado ... regreso de la gran Lola Herrera a las tablas compartiendo protagonismo con su hija Natalia Dicenta y el actor Carlos Olalla. Una nueva premiere de lujo que elije el coliseo avilesino para su lanzamiento y que el próximo domingo 2 ofrece una segunda función para poder disfrutar de esta obra plena de intensidad avalada por el extraordinario trío actoral que la sostiene y un drama capaz de llegar directamente al corazón del espectador con su carga humana.
Cualquier estreno de Tolcachir suscita un muy justificable interés por conocer hacia dónde encamina su experimentada brújula y seguramente en la memoria cercana del público de Avilés aún está fresco el magnífico duelo de Carmelo Gómez y Miguel Hermoso que dirigió hace un par de años en 'La guerra de nuestros antepasados' de Miguel Delibes. En esta ocasión opta por un texto del sudafricano Athol Fugard que narra la historia real de la artista Helen Martins, obsesionada con crear su gran obra llenando el jardín de su casa de esculturas y objetos de vidrio y enfrentada a la pequeña comunidad en la que vive. Su decidida lucha en defensa de su libertad creativa y personal encontrará una aliada en una joven maestra que llega desde Ciudad del Cabo para apoyarla frente a las pretensiones del pastor local por recluirla en una residencia geriátrica. Una mujer, que en palabras del director de escena argentino «se rebeló contra todos los estamentos de su época. Un ser que persigue el deseo, la luz de la inspiración que no corresponde a ninguna edad ni a ninguna generación. Alguien que prefiere las preguntas a las certezas, que valora su libertad y su autonomía enfrentando a su tiempo y al mundo que la rodea».
Lola Herrera pone toda su sabiduría y experiencia dando vida a la escultora protagonista para conectar desde la energía y convicción vitales del personaje con la complicidad que le brinda la joven Elsa, magnificamente manejada por Natalia Dicenta. Ambas se enfrentarán, con sus distintas armas y naturalezas a la intromisión del entorno exterior encarnada en el pastor Marius, un excelente Carlos Olalla.
La Helen Martins real tendría un trágico final suicidándose, pero la recreada por Athol Fugard y especialmente la que Tolcachir ha querido trasladar en su función deja una puerta abierta a la luz tras decidir tomar las riendas de su propio destino. Para llegar a ese momento nos prepara toda la obra iniciada in media res con la peculiar y bonita relación de amistad entre Helen y Elsa, cuando el conflicto surge en medio de sus confidencias cotidianas: el intento de ingresar a la escultora en el asilo del pueblo y , sobre todo, cuando entra en escena el pastor Marius, ella parece la débil que necesita del arropo de su amiga para ayudarla a decidir y cuando finalmente lo hace impulsada por su propia energía, tras la salida del pastor, los roles se intercambian y desvelan la confluencia de soledades que trenzó su amistad. Un bello y amable canto a la libertad que en también nos revela los barrotes que nuestro mundo le pone en forma de injusticias sociales (como el apartheid al que se alude en la historia, tabúes como el de la autonomía personal en la vejez, la soledad universal y particular o la libertad de poder crear nuestros propios mundos y el derecho a encender y apagar las luces de nuestra propia vida. Impresionante la magia de Herrera en escena y su bonito mano a mano con su hija Natalia Dicenta y un gran Carlos Olalla, a la par en su elegante hacer. El público los ovacionó en pie con hasta cuatro bajadas de telón para celebrar el parabién al estreno.
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