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Ella misma saca a relucir sus orígenes asturianos, sus días de infancia en Llanes y sus ganas de pisar esta tierra. «Hace mucho que no ... voy a Asturias, tengo nostalgia y me encanta poder estar allí, es la tierra de mis padres, de mis abuelos», dice la cantante Paloma San Basilio que hoy, 2 de mayo, llega al Teatro Jovellanos de Gijón (20.30 horas) con la gira 'Gracias'.
–¿Es volver a casa?
–La casa de mis abuelos sigue estando allí, en Posada, en Llanes, aunque últimamente voy poco, pero he pasado allí muchos veranos, con Ramón que tenía las vacas en la casa de al lado y nos tomábamos la leche bien calentinta recién ordeñada. Es una tierra maravillosa con una gente maravillosa. Ayer íbamos en el coche mi hija yo cantando asturianadas, que es algo que siempre hacía mi padre.
–Tiene que ser difícil decidir decir adiós y montar la última gira.
–No, porque son ciclos y cuando tú crees que el ciclo está bonito así, como un pastel saliendo del horno en su punto, sientes sensación de felicidad, de plenitud, de agradecimiento. Son cincuenta años y me siento una privilegiada y tener la posibilidad de que la gente siga respondiendo, llenando teatros... No siento pena, hay que moverse, y yo ahora mismo tengo unos proyectos muy bonitos entre manos, la salida de mi tercer libro y una obra de teatro con puramente interpretación a final de año. Yo sigo. Son transiciones y esta ha durado un montón de años.
–¿Qué le ha dado cantar y qué le ha quitado?
–Pues seguramente te quita esa vida privada recoleta, que la gente no te conozca, que no puedas compartir más con tu familia, pero por lo demás me ha dado todo: oportunidades, cultura, conocimiento, aprendizaje, una mente muy abierta y muchísimo amor de tanta gente.
–¿Cómo cambia la responsabilidad cuando se es joven a ahora con un público tan fiel?
–Son como valores distintos. Cuando eres joven no tienes el peso de la responsabilidad, aunque yo siempre lo he tenido, pero tienes miedos, inseguridades y cometes errores de novato, porque nadie da un manual sobre cómo andar por esta profesión. Posteriormente la responsabilidad es más grande, pero hay cierta tranquilidad, sabes que el público va a responder. Y eso te hace salir al escenario feliz y plena sabiendo que estás con amigos y te permite arriesgar. Son etapas distintas.
–Forma parte de la vida de muchas generaciones, ¿cómo sienta saberse así de querida?
–Sigo sintiendo que es un privilegio que me hayan dejado espacio. Y me gusta la permeabilidad, que las generaciones hayan ido traspasando la memoria musical, lo que permite que vaya al teatro gente joven porque su madre me oía y que me pidan un saludo para ella o para el abuelo. Eso es tan bonito y tan insospechado cuando empiezas que no deja de sorprenderme.
–¿Cómo se decide el repertorio de una gira como esta?
–Es difícil, pero yo he decidido no hacer un autohomenaje metiendo dos horas de canciones mías. He querido ampliar el concepto de gracias y he dicho gracias a la gente y a los autores de habla hispana que han hecho que la música sea tan universal y mueva tantas emociones. Yo ahí me he explayado y canto lo que no había cantando nunca, desde Violeta Parra pasando por Pablo Milanés, José Luis Perales, Alejandro Sanz, José María Cano... Me he permitido elegir canciones mágicas y maravillosas antes de afrontar las mías, que, por supuesto, también están. Yo quiero que sea una fiesta de participación, de complicidad. No es una despedida, es una fiesta. 'Gracias' lo está siendo por todas partes.
–Bien parece que se lo pasa usted mejor que el público.
–Lo pasamos divinamente, porque además el grupo que llevo es espectacular, hay una sección de cuerda que te lleva a otro sitio, y hemos trabajado mucho la puesta en escena, con proyecciones, luces. Tengo a mi hija cantando conmigo y eso es un regalo. Hemos disfrutado mucho juntas de este proyecto.
–Usted, que ha sido una pionera de los musicales de este país, ¿cómo ve la explosión actual?
–Me encanta, cuando yo empecé era poner una pica en Flandes. Cuando veo a la cantidad de gente que trabaja en producciones de musicales me siento muy orgullosa, porque 'Evita' y 'El hombre de la Mancha' rompieron una lanza para mostrar que eran rentables. Estoy encantada, es un género de una gran exigencia y muy sacrificado, pero no está tan bien pagado como debiera.
–También fue a Eurovisión. Otro cambiazo bien gordo.
–Cada cosa responde a su tiempo. Como espectáculo es impresionante, pero ¿qué echo en falta? Un poco de verdad, que los músicos estén allí, que lo más importante sea la música y no la parafernalia. Pero es el signo de nuestro tiempo a todos los niveles.
–Habla de los tiempos, ¿cómo se lleva usted con Spotify, las músicas urbanas?
–La música urbana en general no me atrae. Me gustan las músicas que conservan algo de esencia: la bachata, la música colombiana, Carlos Vives, Luis Fonsi, la gente con talento que hay muchísima, pero el reguetón no me gusta demasiado. Para bailar es fantástico pero las letras y la actitud son tremendas. Estoy en otro sitio, tengo mis favoritos que se mueven entre la música clásica, el jazz y el silencio, que me encanta.
–Dicen que el canta su mal espanta, ¿necesitamos cantar mucho dadas las circunstancias?
–Cantar es muy sano. Es bueno porque oxigenas, porque tienes que inhalar y eso hace que todo tu cuerpo se regenere. También porque es muy lúdico y necesitamos jugar un poco más y quitar dramatismo a la vida, y porque cantar es social y hace cómplices, genera hermanamiento. Pero también recomiendo para espantar los males el silencio, el pensamiento propio y la reflexión, que es muy sana igualmente.
–Háblenos de su tercer libro, 'Uxoa, el secreto del valle'.
–Estoy muy contenta por las críticas que está teniendo. Es una historia que nace de una pérdida en la pandemia, la de mi hermana mayor. A partir de ahí me refugio en un caserío que tengo en el valle de Baztán y me empieza a salir la historia, que es de huida, de pérdida, pero también de valentía para encontrar la verdad y llegar hasta el fondo de las cosas sin que te dé miedo. Es obra viajera, que tiene misterio y amor.
–¿Escribe con música o con silencio?
–Con silencio, durante la tarde.
–¿Y ya tiene el cuarto libro en mente?
–Ya tengo la idea.
–¿Qué se puede contar del proyecto teatral?
–Se titula 'Dulcinea' y es un texto de Juan Carlos Rubio sobre esa mujer que nunca tuvo voz, que todo el mundo sabe que existió pero no cómo fue. Se estrena en noviembre en Santander.
–¿Con ganas de ser actriz solamente?
–Lo que quiero es aprender, cambiar de registro, buscar mis límites, arriesgar en un terreno que conozco pero en el que todavía tengo mucho que descubrir. Me parece tan bonito pensar que en cualquier etapa de tu vida tienes cosas que aprender. Es maravilloso.
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