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Estrenada a finales del pasado año, 'Todos pájaros' de Wajdi Mouawad, es la última gran apuesta de Mario Gas y ayer llegaba al Jovellanos, con ... un prácticamente lleno a la altura de las expectativas propias de una función que lleva la firma del gran mago de la escena y un elenco de auténtico lujo encabezado por Vicky Peña, con Pere Ponce, Candela Serrat, Aleix Peña, Anabel Moreno, Manuel de Blas, Lucía Barrado, Juan Calot, Nuria García y Pietro Olivera. Todos ellos, una sólida garantía para afrontar el peso de una función que con sus tres horas de duración y la complejidad del texto original -en versión de Coto Adánez- exige un compromiso absoluto en la interpretación.
Mario Gas es siempre sinónimo de éxito y a ello se debe no solo su don para unir rigor y sentido del espectáculo, sino también su capacidad para asumir retos enormes y superarlos felizmente. En este caso, el listón más próximo lo tenía en su anterior montaje de Wajdi Mouawad: 'Incendios', una propuesta arrolladora que hizo aún más atractiva Nuria Espert a la cabeza del reparto. La maestra catalana iba a liderar también 'Todos pájaros', aunque finalmente no pudo ser por motivos de salud y desde luego la elección para su papel de Vicky Peña no podía ser más adecuada. Los textos de ambas obras son perfecta muestra del talento y la profundidad con que entiende la escritura teatral el gran dramaturgo libanés- canadiense, aunque Gas ha optado por distintos enfoques a la hora de trazar su puesta en escena.
Así, en 'Todos pájaros', elige dar todo el protagonismo a la fuerza dialéctica de las palabras y a la exposición directa de los actores cara al público en parlamentos claves. Una elección que no ha gustado a todos los críticos, pero que forma parte, sin duda del reto adoptado por Mario Gas. El otro gran reto de la obra está en el propio asunto que aborda Mouawad, el del conflicto palestino-israelí y en cómo lo plantea, exponiendo toda su complejidad y a través de personajes que encarnan igualmente la intrincada trama de identidades en conflicto de cada uno de ellos. La pareja protagonista: Etgar (Aleix Peña), un alemán de origen judío y Wahida, una americana de origen árabe (Candela Peña), llevan en su ADN y en su bagaje una suma de identidades no menos enmarañada -como se verá- que la de los padres del primero: Norah (Anabel Moreno) y David (Pere Ponce).
Por ello el autor, en el considerable foco que da al razonamiento discursivo traslada al perfil de los propios protagonistas la luz de lo científico: Norah es psiquiatra, su hijo Etgar experto en el genoma humano, una afortunada aportación a las pasiones y confrontaciones en que se desarrolla el drama y a las que puede sugerir en los espectadores. ¿Cuántas veces no hemos escuchado eso de que el odio se hereda, como tantas otras virtudes y defectos de la condición humana? Esa y muchas otras cuestiones esenciales que arrojan luz a sinsentidos como el de Gaza, cuestiona esta tragedia impresionante que el trabajo de todo el cuadro actoral llena de verdad, que duele «es peor que la justicia» dice la vieja Leah, que interpreta con toda su grandeza Vicky Peña y a la que es ajeno, David (magnífico Pere Ponce), nuevo Edipo de este drama que un Mario Gas en plena gracia levanta.
Con otra gracia la de las tablas salió el propio director antes de alzarse el telón para dar sus instrucciones sobre el mal uso de móviles, caramelos y toses. Genio y talento, como es marca de la casa y a tumba abierta en este montaje excepcional que el público ovacionó con todo merecimiento.
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