Profundidad expresiva y seguridad técnica
La pianista Yulianna Avdeeva fue aclamada en el Auditorio Príncipe por sus excelsas versiones de Chopin y Liszt
Desde 1927 hasta hoy, solo tres mujeres ganaron el primer premio en el Concurso de Piano Frederic Chopin. Bella Davídovich, una pianista que escuchamos ... varias veces en Oviedo, y hoy nonagenaria avanzada, fue la primera. Martha Argerich, la segunda, y Yulianna Avdeeva, que ayer tocó en el Auditorio Príncipe Felipe dentro de las Jornadas de Piano Luis Iberni, la tercera. La pianista rusa que hace diez años escribió su nombre en el palmarés chopiniano ofreció un concierto sublime, profundo y directo a la entraña musical, sin aspavientos ni adornos. Mientras escuchaba a Yulianna me acordé de dos cimas del piano ruso que viven en España, Arcadio Volodos y Gregorio Sokolov. Al igual que estos maestros, Yulianna posee cierta sobriedad y contención que ahonda, sin exageraciones vanas, la expresividad esencial de la música que interpreta. Su ejecución pianística se caracteriza, en primer lugar, por una dinámica muy amplia, especialmente sutil en las matizaciones suaves, perfectamente audibles, aunque muy delicadas.
El segundo lugar, un sentido de la «agógica» (oscilaciones internas del tiempo) muy fluido y natural, especialmente en Chopin no es el rubato exagerado sino una idea del tiempo continua y algo similar a lo que hacen los buenos intérpretes de jazz.
Otra cualidad es la riqueza tímbrica por la que se producen sonoridades muy diferentes con el juego de las diferentes pulsaciones combinadas con el pedal. Así, parece que suenan pianos diferentes como por ejemplo, en el 'Preludio en Do sostenido menor', de Chopin. La técnica, siempre natural, es tan apabullante que consigue que el virtuosismo no se perciba como fuegos de artificio sino con un sentido eminentemente musical.
El programa, tan exigente como sugerente y trascendental en la literatura pianística se dedicó a dos gigantes del romanticismo: Chopin, en la primera parte, y Liszt, en la segunda. Del primero, nos ofreció una serie de obras bellísimas, que iban en el sentido cronológico opuesto al de su creación: 'Polonesa- Fantástica', Op. 61; 'Barcarola', Op. 60; 'Preludio en do sostenido menor', Op. 45; el 'Scherzo. N.º 3', Op. 39 y 'Andante spianato y gran polonesa'. De Liszt, dos breves composiciones, 'Bagatela sin tonalidad' y 'Unster-Sinistre' que se ha traducido, al igual que un corrido de José Alfredo Jiménez, como 'La mala estrella', y la monumental 'Sonata para piano en si menor'.
Como propina, Yulianna volvió a Chopin con una interpretación ideal del 'Vals en la bemol', Op. 42. El Chopin de Yulianna es un Chopin dorado, firme, que trasciende la sensiblería para proyectar una sensibilidad directa y a flor de piel. Todas estas cualidades se reflejaron en unas versiones modélicas de referencia absoluta de este compositor. La 'Bagatela' de Liszt es una pequeña joya más que sin tonalidad, de tonalidad muy abierta, que abrió la segunda parte, centrada en la monumental 'Sonata para piano en si menor', una versión gigantesca, no por la duración, que también, sino por manera de combinar, recrear e hilvanar toda esa serie de motivos que conforman esta gran sonata de Liszt. Un concierto memorable de una de las grandes pianistas del siglo XXI.
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