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La liberación de Quini, cuarenta años después

Pasadas cuatro décadas del secuestro, sus protagonistas desvelan aspectos desconocidos del rescate

Manuel Rosety

Gijón

Jueves, 25 de marzo 2021, 10:58

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Corría el primero de marzo. Era 1981. Aunque no había pasado ni una semana del golpe de estado del 23F, no había tensión en el país como para temer un secuestro. Pero el mítico Enrique Castro 'Quini' fue el objetivo de una banda de delincuentes para privarle de la libertad a cambio de un rescate. El 1 de marzo se cumplieron 40 años de aquel cruel día, al que siguieron otros 24 más de incertidumbre.

Era domingo, con fútbol en el Camp Nou. El Barcelona perseguía al líder, el Atlético de Madrid. El Hércules llegaba al campo azulgrana. Quini se enfrentaba a sus excompañeros Megido y Churruca. El conjunto alicantino perdió. 'El Brujo' marcó dos de la media docena final en una tarde de recital de un equipo azulgrana entrenado por el técnico alemán Udo Lattek.

Tras el encuentro, se perdió el rastro de Quini. Dos horas después, se detectó el secuestro. Dos individuos, a punta de pistola, lo metieron en un coche que luego abandonarían y lo trasladaron a un lugar desconocido, que luego resultaría ser un zulo en una barriada de Zaragoza.

En 2010, en un viaje del Sporting a Málaga, Quini coincidió con Jorge de Haro, empresario de una firma de seguridad ubicada en la capital de la Costa del Sol, pero entonces uno de los inspectores del Cuerpo Nacional de Policía que tuvieron asignado el caso del secuestro. Al agente malagueño le tocó custodiar la casa de Quini, mientras que Alexanko, compañero y amigo personal de 'El Brujo', hacía de portavoz de la familia. Desveló algunos datos en una web malagueña, inéditos en este caso.

Jorge de Haro también tenía la misión de vigilar una maleta con 600.000 euros que llevó José Luis Núñez, presidente del Barcelona. El dinero estaba bajo la tutela policial entre las nueve de la mañana y las diez de la noche. Luego se depositaba en una entidad bancaria. Le tocó viajar junto al recordado Nicolás Casaus a Suiza, con el importe del rescate, junto a otros dos inspectores del Cuerpo Nacional de Policía. Era lo que se denominó 'Operación Omega', ya que el Barcelona tenía pendiente una operación financiera con la firma de relojes suizos, por lo que se gestionó incluso alguna fórmula para el pago del rescate, sin evadir divisa de España.

En la investigación se detectó pronto que los secuestradores eran aragoneses. Por su acento. El caso despertó tal expectación que hubo un despliegue en todas las provincias españolas, hasta que se descubrió que las llamadas se hacían desde una cabina del casco viejo de Barcelona. El dispositivo montado estuvo a punto de tener éxito. La vigilancia era casi total en todas las cabinas, con la clave de 'el pájaro está en la jaula'. En una de las llamadas, un policía que vigilaba dos cabinas, llegó tarde por muy poco a la utilizada por el secuestrador.

La recepción del dinero fue el motivo por el que se retrasó en exceso la liberación del mítico exfutbolista. Los secuestradores, al sentirse vigilados, rehusaron la fórmula de recogerlo en una papelera en plena calle. Incluso se produjo una amenaza de cortarle un dedo a Quini si no agilizaban los trámites del pago. Como prueba, los delincuentes dejaron en el baño de una cafetería de Barcelona una cinta grabada con la voz del Brujo y un mensaje tranquilizador para su familia.

El acuerdo para el pago del rescate se acordó con la apertura de una cuenta en una entidad bancaria suiza. El banco elegido fue el Credit Suisse de Ginebra. Hasta la localidad helvética se desplazaron el inspector al que se le había encomendado el control y vigilancia de la casa de Quini en Barcelona, un miembro de Antiatracos y otro de la Brigada de Delitos Monetarios, que custodiaba los 18.000 euros que se trasladaban, después de gestionar las autorizaciones oficiales precisas ya que sacar del país cantidades de dinero sin permiso estaba penado.

Los secuestradores desconocían un cambio en las disposiciones legales, por un acuerdo negociado por las autoridades de España y Suiza, para no atender el secreto bancario en el caso de una situación delictiva. Por este motivo, la entidad bancaria tuvo que facilitar los datos del titular de la cuenta abierta en el Credit Suisse, con la numeración facilitada a la Policía de España para el ingreso del rescate solicitado, que estaba a nombre de Víctor Manuel Díaz Esteban. Con los medios de entonces, el proceso de conocer la autenticidad del documento, por medio de la copia del pasaporte, se demoró unos días. Tanto en Madrid como en Barcelona confirmaron que era correcto y que el titular del pasaporte no tenía antecedentes delictivos.

En Ginebra, el seguimiento al delincuente era realizado por la Policía suiza, ya que la española no tenía jurisdicción para operar, aunque la información era recibida de forma puntual tras cada movimiento detectado. El representante de los secuestradores en la localidad suiza retiró de la cuenta 3.000 euros, pero sin detectar que estaba ingresado todo el dinero, como se le había anunciado. Poco después de adquirir un billete de avión a París, era detenido por inspectores suizos, quienes le requisaron el dinero retirado de la cuenta bancaria.

El interrogatorio correspondió a los inspectores españoles, quienes tardaron algunas horas en conseguir la confesión del delincuente, quien empezó negando todas las acusaciones. Sin embargo, su falta de experiencia le provocó tal nerviosismo que llegó a pensar que podría ser acusado de asesinato. Fue cuando confesó el lugar donde estaba secuestrado el futbolista azulgrana, así como el nombre de sus dos cómplices en la operación.

Confesión y liberación

Tras la confesión del delincuente, se notificó a la Comisaría de Barcelona el lugar donde Quini estaba secuestrado, en un zulo de una barriada de Zaragoza. Con carácter de urgencia comenzó a prepararse el rescate. Con anterioridad, agentes de Zaragoza habían hecho un seguimiento a un taller donde se había construido un zulo.

Durante su secuestro, en un sótano de pequeñas dimensiones, con sólo un colchón para recostarse y sin contacto con la luz, Quini recibía una bandeja de comida diaria y era despertado con música de Julio Iglesias, uno de sus intérpretes favoritos. El exjugador, en un reencuentro con el expolicía Jorge de Haro, recordaba que cuando fueron a liberarlo se tapó con el colchón de forma instintiva, ya que pensó que los secuestradores bajaban a matarlo. La emoción le embargó cuando comprobó que la persona que bajaba al zulo se identificaba como policía. Era el subterráneo de un taller mecánico situado en la calle de Jerónimo Vicens, número 13, de Zaragoza.

La noticia de la liberación de Quini se propagó rápidamente. Televisión Española, que ofrecía la retransmisión del encuentro Inglaterra-España, interrumpió la narración. Habían marcado Satrústegui y Zamora. Era el debut del entonces sportinguista Maceda y España ganaba por primera vez en Wembley. Pero la noticia facilitada desde los estudios centrales era que Quini había sido liberado.

De regreso a Barcelona, numerosos aficionados se dieron cita en los aledaños de la Diagonal y la Vía Layetana, junto a las dependencias de la Dirección General de Policía. Pasadas las dos de la madrugada, llegó Quini, con aspecto demacrado, una imagen de cansancio y barba de 24 días.

Los secuestradores habían sido tres hombres de unos 30 años, laboralmente parados, en una situación de desesperación, aunque sus familiares no habían sospechado que pudieran haber dado un paso tal como para hacer una locura de este calibre.

En el tiempo que duró el secuestro, el Barcelona sólo sumó en cuatro partidos. Los azulgrana empataron sin goles ante el Zaragoza en el campo barcelonés y perdieron en sus salidas a los campos del Atlético, Salamanca y Real Madrid, en los que sólo anotó un tanto materializado por el 'Boquerón' Esteban en el Helmántico. El guardameta Jesús Castro, que estuvo en todo momento en Barcelona, se perdió seis partidos ligueros del Sporting.

Quini reapareció una semana después de su liberación, en un encuentro contra el Valladolid en el Camp Nou, y fue atronadoramente ovacionado, y dos jornadas después, en Almería, volvió a marcar para certificar su sexto título como máximo goleador. Así se cuenta la historia.

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