Gómez Noya supera una nueva barrera
El jurado otorga al gallego el Premio Princesa de los Deportes por su «esfuerzo y perseverancia ante la adversidad»
IVÁN ÁLVAREZ
Jueves, 9 de junio 2016, 00:35
«Todo se le vino en contra y esa superación que ha tenido ha demostrado que es un gran deportista», recordó Abel Antón, presidente del jurado del Premio Princesa de Asturias de los Deportes, para explicar la decisión de otorgar el galardón a Javier Gómez Noya. Pau y Marc Gasol privaron al triatleta gallego de conquistarlo por un voto el pasado año y en esta ocasión no se le escapó, tras imponerse a las candidaturas de Loeb, Lindsey Vonn y la selección neozelandesa de rugby gracias a su sobresaliente palmarés y su «esfuerzo y perseverancia ante la adversidad».
Los argumentos que el jurado esgrimió para seleccionar como vencedora su candidatura radicaban en los complicados inicios de una trayectoria deportiva preñada de éxitos. Javier Gómez Noya nació en la ciudad suiza de Basilea en la primavera de 1983, pero con apenas tres meses de vida se trasladó a Ferrol junto a sus padres, emigrantes gallegos. Heredó la pasión por el deporte de su progenitor y, tras mostrar su velocidad en los campos de fútbol, se pasó a la piscina. Activo por naturaleza, un grupo de bomberos le animó a descubrir el triatlón.
Con apenas quince años se plantó en Castropol para competir en una distancia olímpica. Sin haber preparado la carrera a pie ni el ciclismo, el adolescente dejó a todos boquiabiertos al finalizar entre los quince primeros y segundo en la categoría juvenil. Un prometedor comienzo que despertó una ilusión truncada de la forma más brusca.
Los médicos del Consejo Superior de Deportes (CSD) le detectaron una anomalía cardiaca durante una concentración con la selección española a los 16 años. El diagnóstico era una valvulopatía aórtica. La vena aorta, que normalmente tiene tres velos, en el caso de Gómez Noya solamente cuenta con dos y en el CSD entendían que lo mejor era que se apartase de la competición.
Apoyado por su familia, no se dejó seducir por el abatimiento y buscó nuevas opiniones médicas que le diesen el respaldo para seguir desarrollando esa práctica deportiva que le apasionaba. Lo encontró en la figura de Nicolás Bayón, cardiólogo y triatleta aficionado, que vislumbró una ventaja en lo que otros solamente observaban un obstáculo. Según su dictamen, Gómez Noya tenía aurículas y ventrículos más grandes, lo que denominaba un «corazón de atleta» y le tramitó una autorización para competir durante los siguientes seis meses, siempre bajo su supervisión médica.
Con ese aval, la Federación Gallega de Triatlón le tramita la licencia para competir a nivel autonómico y nacional, pero no podía estar en ninguna concentración de la selección española ni participar en una prueba con carácter internacional. En 2003, espoleado por Bayón, decidió visitar a William McKenna, cardiólogo del hospital londinense de San Jorge, que emitió un informe que disipó las dudas y puso fin a un veto del CSD que duró tres años.
«Ciencia hecha deportista»
Los entrenadores que han ido moldeando sus extraordinarias condiciones a lo largo de su trayectoria, entre los que se encuentra el langreano Omar González Sampedro, coinciden en señalar su inquebrantable fortaleza mental y su constancia. Virtudes a las que agrega su capacidad de recuperación y su carácter metódico. «Es la ciencia hecha deportista», resume su primer técnico, José Rioseco.
«Puede ganar todas las carreras que quiera», expone Iván Raña, campeón del mundo de triatlón en 2002, ídolo de Gómez Noya y su referente, además de compañero de entrenamientos. «Lo que dijera Iván iba a misa», resumió sobre su influencia el ferrolano en el programa Informe Robinson.
La noticia de su habilitación para competir en pruebas internacionales le sorprendió a dos semanas de la disputa del Mundial sub 23 en Nueva Zelanda. Con ese brevísimo tiempo de preparación, dio un golpe sobre la mesa al proclamarse vencedor. «Me hizo creer que podía llegar lejos», confiesa.
El Mundial del año siguiente, ya en categoría absoluta, refrendó esas sensaciones al finalizar en octava posición. Subcampeón de España tras Iván Raña, el seleccionador no le incluyó para disputar los Juegos Olímpicos de Atenas. Un revés al que se le unió el varapalo sufrido en 2005, cuando el CSD le retiró nuevamente la licencia al considerar la valvulopatía incompatible con el triatlón.
«Lo entendí como una persecución en toda regla», evoca el gallego, que logró revocar esa decisión médica con otros dictámenes de especialistas en la materia tras varios meses sin poder competir. Cuando logró dejar atrás ese tira y afloja con los entes federativos, Gómez Noya inició el sendero de una meteórica progresión que le permitió forjar un estratosférico palmarés que contempla el hito de un pentacampeonato mundial y cuatro títulos continentales.
«¿Cómo te vas a cansar de ganar?. Te cansas de perder», afirma para explicar su hambre de victoria. Apasionado por su deporte y amante de la guitarra, se resarció de quedarse a las puertas del podio olímpico en Pekín 2008, prueba en la que sufrió problemas estomacales, con la medalla de plata lograda el verano de 2012 en Londres. El 18 de agosto, fecha en la que se deciden las preseas en Río de Janeiro, el mejor triatleta de la historia tratará de colgarse el oro para cerrar su único reto pendiente.