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Instalaciones de Arcelor Mittal en Gijón. JOSÉ SIMAL.
Arcelor afronta un nuevo aumento del cupo de importaciones en la UE en plenos recortes

Arcelor afronta un nuevo aumento del cupo de importaciones en la UE en plenos recortes

Bruselas eleva un 5% la cuota exenta de aranceles en contra de la posición de la siderurgia, que reclama «medidas urgentes» para evitar el colapso del sector

LAURA CASTRO / ÓSCAR PANDIELLO

GIJÓN.

Domingo, 30 de junio 2019, 03:31

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La crisis de Arcelor se recrudecerá a partir de la próxima semana. Y lo hará esta vez por la decisión de la Unión Europea de subir un 5% el cupo de acero que se puede importar de países extracomunitarios sin pagar aranceles, una medida que entrará en vigor mañana y que facilitará la entrada de aún más productos siderúrgicos en el mercado comunitario que en 2018, año que ya alcanzó cifras de récord y que afectó, sobremanera, a países como España e Italia, con la llegada masiva de acero turco que desplazó al local.

La Unión Europea, ante la guerra comercial desatada entre China y Estados Unidos y la imposición generalizada de aranceles por parte de la Casa Blanca al aluminio y el acero, puso en marcha medidas de salvaguarda comercial que suponen gravar con un 25% 26 productos siderúrgicos, pero solo si las importaciones superan una determinada cuota que se basa en datos históricos. El objetivo era frenar el desvío hacia el viejo continente de productos que, en principio, iban a ser destinados a EE UU. En febrero, cuando esas medidas dejaron de ser provisionales para hacerse definitivas, el cupo se fijó en un 5% superior al volumen equivalente a la media de entradas al mercado comunitario en los tres años anteriores, un porcentaje que desde mañana se habrá duplicado y que experimentará en 2020 un nuevo alza, hasta llegar al 15%.

Esto agrava una situación que de por sí ya es «crítica» para las plantas asturianas de Arcelor, que se han visto envueltas en una tormenta perfecta. Es el término que utilizó la patronal siderúrgica Eurofer para referirse a la complicada situación que vive el sector y que puede terminar en una nueva «crisis severa» o incluso en el colapso de esta industria en el viejo continente. Y uno de los principales factores desencadenantes de dicha tormenta son los crecientes volúmenes de importaciones, fruto de la guerra comercial iniciada por Estados Unidos, que distorsionan por completo el mercado, con un aumento desmedido de la oferta que implica una caída en picado de los precios.

El año pasado las importaciones europeas de productos acabados de acero crecieron un 12% y solo la bobina laminada en caliente, uno de los productos que salen de las plantas asturianas de Arcelor, vieron cómo crecían las ventas al exterior un 37% en relación a hace dos años. Se calcula que dos de cada tres toneladas que iban a ir destinadas al mercado americano acaban recalando en Europa.

España, por su ubicación, es uno de los países que más está sufriendo la llegada de acero turco, un país que tradicionalmente exportaba a EE UU y que, además, ha visto en el último año caer su demanda interna, lo que le genera grandes excedentes que coloca en el abierto mercado comunitario.

«Intervenciones rápidas»

En 2018 la importación de productos siderúrgicos turcos aumentó en nuestro país un 52% y continúa haciéndolo este año, pues solo en el primer trimestre los productos planos, en los que centra su recorte Arcelor, se incrementaron un 7% respecto al mismo periodo del año pasado y un 14% en relación con 2017. Las cifras se disparan en el caso de la bobina laminada en caliente, que han crecido un 126% en comparación con dos años antes y un 49% respecto al pasado ejercicio. «La presión ejercida por Turquía sobre la UE es especialmente fuerte», incidía el director de análisis de Eurofer, Jeroen Vermeij, el pasado mes de mayo, cuando alertó de que la situación requiere «intervenciones lo más rápidas posibles para evitar que la situación se salga de control».

De hecho, el año pasado las importaciones siderúrgicas en España superaron por primera vez a las exportaciones, arrojando un balance comercial negativo de 210 millones de euros. Desde el país se adquirieron al extranjero de 10,8 millones de toneladas de productos siderúrgicos y de primera transformación, el volumen más elevado de los últimos diez años. Los que más preocupa son los que llegan de fuera de la UE, donde los productores parten con ventaja al no tener que hacer frente a los costes de los derechos de emisión de CO2 y también cuentan con menores costes laborales.

Además, los gigantes siderúrgicos se enfrentan a un estancamiento del crecimiento económico, altos y volátiles costes de las materias primas, un fuerte aumento del precio del CO2 y, en el caso de las plantas asturianas, un coste de la electricidad disparado que no va a aliviar la última subasta de interrumpibilidad, que terminó con una remuneración que el sector considera muy insuficiente.

Así las cosas, desde que el gigante siderúrgico anunció a principios de mayo una reducción de producción de 700.000 toneladas, las malas noticias se han ido sucediendo y la última llegó este jueves, cuando advirtió de que prescindirá de 200 empleos en la factoría de Gijón. Ahora todas las líneas de Arcelor en Asturias han pasado a estar afectadas por los recortes, con un otoño que se prevé muy duro e intensivo en la aplicación del expediente de regulación temporal de empleo, al haber paradas programadas para obras que, como en el caso del horno alto 'B' ya se han anunciado que se prolongarán para reducir la producción.

Sin respuesta de la UE

Sin embargo, hasta ahora, la UE hace oídos sordos a las reclamaciones del sector siderúrgico, que no deja de pedir, por activa y por pasiva, medidas de salvaguarda comercial realmente eficaces y que permitan frenar las importaciones, así como un arancel ambiental que equipare los costes que se exigen a las factorías locales con respecto a las extracomunitarias.

La situación no es tan sencilla y hay muchos intereses en juego. Por un lado, mientras los productores de acero se llevan las manos a la cabeza por la caída de los precios, la potente industria transformadora está encantada con esa reducción, que les permite adquirir materia prima barata y competir de mejor manera en el resto del mundo. Para imponer mayores medidas de salvaguarda comercial y, sobre todo, para poner en marcha ese arancel ambiental, hace falta la unanimidad de los Estados miembros y, muchos de ellos, apenas tienen siderurgia y sí muchas plantas que emplean el acero en producir otros productos. Básicamente, les interesa mantener la situación como está.

Otro asunto clave son las relaciones entre Bruselas y Turquía, no siempre sencillas. Se trata de un país llamado a entenderse con los Veintiocho y que ha llamado en numerosas ocasiones a las puertas del selecto club de la UE. Este Estado tiene armas para presionar para que no se restrinja su comercio con Europa, entre ellas, como hace Marruecos, la posibilidad de abrir o cerrar más sus fronteras a la inmigración y los refugiados.

Pero, además, esta situación coge a la Unión Europea en un momento de interinidad, en pleno relevo en los puestos de máxima autoridad de la UE tras las elecciones en el Parlamento Europeo de mayo. Un aspecto más que dificulta esas soluciones urgentes que exige el sector.

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