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«Las pymes están ejerciendo de motor de cambio hacia una sociedad sostenible»

La directiva Clara Arpa puso en valor la implicación de las pequeñas empresas para cumplir los objetivos de la Agenda 2030

EDUARDO PANEQUE

GIJÓN.

Miércoles, 19 de febrero 2020, 02:44

El desarrollo sostenible no es una palabra de moda. Tampoco, los objetivos de la Agenda 2030. De hecho, son parte de una carrera de fondo que ya forma parte de la estrategia de múltiples compañías. También quedan deberes o incluso mirar al vecino para adaptar fórmulas que le están funcionando. De todo lo anterior, hubo mucho en la jornada 'La Responsabilidad Social Empresarial en Asturias: el único camino a seguir' organizada por EL COMERCIO y que se desarrolló ayer en el Club de Regatas de Gijón. En palabras del director del diario, Marcelino Gutiérrez, «la contribución social de las empresas ya forma parte de su ADN», y por ello, prosiguió, «ese es un espíritu que se queremos impulsar desde el periódico». Las experiencias de CaixaBank EdP y Caja Rural de Asturias dieron buena cuenta de ello.

La encargada de abrir fuego fue Clara Arpa, CEO de Arpa Equipos móviles de Campaña. Una voz destacada en la materia, como le avala su puesto en la Junta Directiva del Pacto Mundial de las Naciones Unidas y miembro del comité ejecutivo de la CEOE para el asesoramiento en materias relacionadas con la sostenibilidad. Su inicio de la ponencia no pudo ser más contundente: «He venido a remover conciencias». Y lo hizo. No esquivó ningún punto conflictivo a la hora de describir el marco normativo y social en el que desempeñan su labor las pequeñas empresas. «Somos el colectivo más grande y ninguneado, ni está ni se nos espera, somos lo más perjudicados». En una huida de teñir de pesimismo el discurso, puso en valor la forma en la que, a pesar de todo, las pymes están funcionando como motor de cambio en la sociedad. Para ello puso como ejemplo su propia empresa, donde en 2016 inició una estrategia de desarrollo sostenible. Lo hizo formando a toda la plantilla, mayoritariamente hombres y con una antigüedad superior a los 42 años. «Al principio me encontré con una resistencia al cambio brutal, pero conseguimos una reducción de nuestros recursos, por ejemplo, una caída del 38% en la factura de la luz, lo que nos ha permitido implantar un sistema de energías renovables».

Galería. Clara Arpa, durante su intervención.

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Galería. Clara Arpa, durante su intervención.

No se trata de una gota en el océano, según sus palabras, «la pequeña empresa no necesita comenzar a revertir en la sociedad la riqueza que genera porque ya lo está haciendo». No obstante, ampliando el foco, detalló los objetivos de desarrollo sostenible que deberían guiar a cualquier corporación independientemente de su tamaño. Eso sí, dejando claro que «los objetivos solo son un medio para conseguir que en el año 2030 hayamos logrado que la sociedad interiorice en qué consiste el concepto de sostenibilidad». En ese sentido, enfatizó que los pequeños empresarios «no nos movemos por una cuenta de explotación, sino porque vayan bien las cosas».

La universidad juega un rol fundamental en su consecución. Pero, a juicio de Clara Arpa, sin hacerlo bien porque «no se están implementando de la forma correcta» mediante materias transversales que conciencen a todos los universitarios. ¿Las consecuencias? «No puedo contratar a alguien al que le tenga que explicar qué es el desarrollo sostenible, un plan de igualdad o una perspectiva de género».

La directiva, tirando de la 'meta 16' recogida en los objetivos de la Agenda 2030, se mostró crítica con la labor supervisora que, en muchos casos, desoyen las administraciones públicas. Para ejemplificar ese punto -que versa sobre la rendición de cuentas- cifró en 87 millones de euros «el despilfarro del Gobierno central y las administraciones autonómicas durante los últimos años a la hora de ejecutar proyectos relacionados con los aeropuertos, desaladoras y otras infraestructuras». A partir de estos datos, Arpa exigió «unas economías modernas en la administración de recursos, que estén basadas en los principios de responsabilidad, transparencia y honestidad».

A quienes las palabras no les sirvan, solo tienen que mirar los números y las proyecciones a futuro. En un planeta donde el 22% de la población vivía en Europa en 1959, pasará a representar únicamente el 7% en 2050. En cambio, en África está previsto que lo haga el 25% para entonces. Ante este escenario, Clara Arpa afirmó que «necesitamos un pacto mundial que hable sobre una inmigración ordenada, regulada y segura». Según su argumentario, se trata de una forma de hacer frente a ese envejecimiento paulatino de la población y la ya consolidada pirámide invertida de crecimiento. Ese es el preciso periodo en el que se desarrollará -de hecho, ya lo está haciendo- la revolución 4.0. Esta es ansiada por unos y temida por otros, en tanto en cuanto las máquinas contribuirán a que los procesos sean más eficientes y sean necesarios un menor número de recursos. Arpa lanzó un mensaje tranquilizador: «Por cada seis millones de trabajos que desaparezcan con la robotización se incorporarán otros 24 millones de empleos sostenibles».

Porque la responsabilidad social empresarial también es eso: inmigración, población, envejecimiento o industrialización.

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