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La plantilla, frente a la planta de Riaño. J. M. PARDO
«Queremos que Asturias se ponga en pie»

«Queremos que Asturias se ponga en pie»

Más de dos mil personas recorren caminando la distancia entre Riaño y Oviedo

E. PANEQUE / Ó. PANDIELLO

OVIEDO.

Miércoles, 25 de septiembre 2019, 03:26

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«Cansados aunque emocionados». Un sentir que verbalizaba Juan Manuel García Baragaño, presidente del comité de empresa de Vesuvius, al término de la marcha a pie entre la fábrica en Riaño y la Junta del Principado y que, probablemente, podría hacerse extensible a las más de mil personas que recorrieron la totalidad de los kilómetros que separan ambos puntos. A su paso por Tiaña, Granda o Colloto fueron reclutando adeptos hasta una entrada en Oviedo con tintes casi épicos, entre botes de humo rojo y ilimitada munición de petardos. Ya eran más de dos mil manifestantes que al grito de «¡Asturias ponte en pie!» enfilaban la recta hacia la Junta General del Principado. Para completar la estampa y haciendo las veces de banda sonora, la charanga Ventolín puso los últimos acordes. El lema de la pancarta era claro, 'Por el futuro de la industria asturiana'. El discurso y el argumentario, también: «Estamos luchando con toda la fuerza del mundo porque lo que plantea Vesuvius es una deslocalización del trabajo para llevarlo a Turquía o Polonia», cuenta Jesús Ureta, para quien lo de salir a la calle no es algo nuevo: tiene trece años de antigüedad y es la segunda gran movilización.

Algunos de sus compañeros de asfalto ya suman 29 años a sus espaldas. Y con la edad, a Ana Sedano la energía no le va a menos, pero la perspectiva quizá sí: «Para mí es una edad muy complicada para volver a rehacer mi vida laboral», relata, aunque sin olvidarse de que «también lo es para la gente que está empezando, que tienen niños pequeños y son sus primeros pasos en un nuevo proyecto de vida», añade. Todos ellos hacen los veintitantos kilómetros ataviados con camisetas de color naranja, esas mismas que, quien no hubiese llegando temprano al punto de salida fácilmente se habría quedado sin ella. Quince minutos antes, Carlos Braña (CC OO) contaba que ya solo le quedaban veinte para repartir. Al menos una se guardaba para los trabajadores de Alcoa, con quien escenificaron un intercambio simbólico antes de la salida. José Manuel de la Uz, presidente del comité de empresa de la factoría avilesina, subrayaba que sobre este conflicto se enmascara «una deslocalización pura y dura que no tiene sentido y ante la cual los políticos tienen que hacer lo posible para que esta gente siga trabajando». Su homólogo en la planta de Riaño subía un grado la intensidad y calificaba la situación como «el ERE de la vergüenza; no lo podemos permitir. Los trabajadores de Alcoa no fueron los únicos en echarse a andar, también lo hicieron los de otras empresas como Arcelor, Alimerka o Asturiana de Zinc. Nacho Requena, perteneciente a esta última, se mostraba optimista ante los efectos que produciría esta afluencia masiva de la lucha en la calle: «La solución es posible y entre todos vamos a intentar revertir esta situación porque lo que pedimos es justo y razonable». Cualquier aliento era bien recibido cuando a la incertidumbre laboral se suma el cansancio de una jornada maratoniana. Llevaba desde muchos rincones: de la Asociación de Vecinos de Riañu, el colectivo Les Filanderes y desde todos esos trabajadores que a título personal salían de sus oficinas al paso de la marcha por los polígonos industriales. La hora de reunión en la Junta con los grupos parlamentarios -excepto Vox- se hizo larga para los que esperaban fuera esperando noticias. Porque, en ese momento, más que discursos lo que la multitud esperaba eran un abrazo colectivo y un intercambio de optimismo que haga pensar en que aún hay margen suficiente.

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