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Hay dos fechas en las que regresamos con devoción a los buñuelos: el Día de Todos los Santos y la Cuaresma. Su ligereza los hacía adecuados para los tiempos de recogimiento y una penitencia más liviana en su esponjosa compañía.
En la Edad Media, los buñuelos se convirtieron en un dulce popular en el país. Frente a la abstinencia de carne y comidas copiosas, los dulces fritos eran la mejor alternativa para satisfacer el apetito sin romper las restricciones religiosas. Y disfrutando.
Elaborados con ingredientes humildes, el miércoles de ceniza daba el pistoletazo de salida a su consumo, que se concentraba los mismos miércoles y los viernes hasta la llegada de la Semana Santa, cuando tampoco desaparecían de la mesa.
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La tradición es antigua, aunque no tanto como los propios buñuelos, cuyo origen se remonta al Ia Antigua Roma. Las sabrosas bolas de masa frita, de nombre «globi», elaboradas con harina, queso y miel son consideradas sus predecesoras.
La receta se expandió, como el propio Imperio Romano, y evolucionó bajo la influencia morisca, incorporando el anís y la canela. La receta, tal como la conocemos hoy en día fue transmitida en gran parte por los árabes durante su dominio en la península ibérica, que se extendió entre el 711 y el 1492 con una gastronomía rica en dulcerías.
Entre ellas, el luqmat al-qadi, pequeñas bolitas de masa frita bañadas en miel o almíbar, muy parecidas a los buñuelos de viento actuales. Los buñuelos continuaron abriéndose camino, con nuevos matices, con la Reconquista y el descubrimiento de América, que los llevó a nuevos puertos, donde fueron adoptados y adaptados.
Maíz, queso o yuca comenzaron a contarse entre sus ingredientes. La tradición continua y en México, por ejemplo, se sirven con miel de piloncillo y canela; en Colombia, con queso y almidón de yuca..
En España, los buñuelos de viento, nombre que reciben al quedarse huecos por dentro tras pasar por la sartén, se preparaban con una masa a base de harina, agua, manteca y huevo, que al freírse se inflaba.
Receta de los buñuelos
Ingredientes:
250 ml de agua
100 g de mantequilla
150 g de harina de trigo
3 huevos
1 cucharada de azúcar
1 pizca de sal
Media cucharadita de anís en grano o ralladura de limón (opcional)
Aceite de girasol
Azúcar glas o miel
Elaboración:
1. Calentamos en un cazo el agua con la mantequilla, el azúcar y la sal y añadimos la harina cuando empiece a hervir.
2. Removemos enérgicamente con una cuchara de madera hasta formar una masa compacta que se despegue de las paredes.
3. Retiramos del fuego y dejamos enfriar un poco.
4. Agregamos, uno a uno, los huevos batiendo hasta lograr una masa suave, homogénea y un poco pegajosa.
5. Formamos bolas de masa y las freímos a fuego medio hasta que estén doradas por todos lados.
6. Escurrimos y retiramos sobre papel absorbente.
7. Espolvorea con azúcar glas o los bañamos en miel.
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