La esquina del Peso

Conocimos a Edén en su gastroespacio Secreto a Voces hará ya una década. Y lo vimos tan joven y decidido, tal vez porque corre sangre restauradora por sus venas (sus padres restauran piedras milenarias como el Monasterio de Valdediós, él a clientes necesitados de reposos y revitalizaciones) que salimos convencidos de ver los primeros grandes pasos de alguien que calza botas de siete leguas. Hará una semana entramos en esta esquina curva asomada a la plaza del Ayuntamiento carbayón –justo entre las consistoriales y San Isidoro– y vimos los brillos y nuevos contenidos de lo que fuera Ferretería El Peso, donde los de primero de bachillerato comprábamos gruesas puntas de París para jugar al 'pinchu'. A partir de una edad, la nostalgia asalta tras cadaesquina. ¿Y el cambio de las ferramientas a las delicatessen? Pues Edén se asoció con Germán, amigo de estudios, inauguraron el grupo Divenire, y tras El balcón de Bueño, Las terrazas de Sardalla o el obrador La Masería, otros proyectos toman forma: loca juventud que, al contrario de la fábula, no construye palacios en el viento.

En El Peso actual, esquina y laterales se ven precedidos por una terraza imprescindible para nativos y foriatos. Luego, dentro, las grandes cristaleras iluminan los suelos ajedrezados, las sillas y sillones de rejilla y los mostradores que exponen panes y bollería siempre sin glutén: La Masería, el obrador, funciona anejo.

Las horas pasan y condicionan: desayuno con dulces y salados, tostas y magdalenas, cafés del mundo e infusiones exóticas; al mediodía tapas; el almuerzo, preprado por Liset y servido por Moisés (sus enseñanzas vienen directas de Casa Fermín y de Casa Marcial), propone tortilla de bacalao con alioli, torreznos con patatas revolconas y huevo frito, tacos carbayones, entrecôte, tartares de carne y pescado; y después de la merienda llega la cena entre coctelería c osmopolita.... ¡Y el brunch diario, para dos o para uno en autoregalo seguro que merecido!

¿Un sueño? Sentarse con el 'Ulysses' de Joyce aún sin abrir, y no irse hasta terminarlo saboreando cada hora.

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