Sidra y sake, el ritual de compartir
La bebida tradicional japonesa cobra protagonismo en la Fiesta de la Sidra Natural. Sus ceremonias son múltiples. De los tres sorbos que han de tomar los contrayentes en una boda al barril que se rompe con una maza de madera
Como la sidra, el sake, la bebida tradicional japonesa elaborada a partir de arroz y agua, es también patrimonio inmaterial de la Unesco. El pasado año se incorporó porque, como la sidra, tiene tras de sí una cultura milenaria y rituales que forman parte de la cotidianidad de los habitantes del país. Por esa razón, este sábado el Festival de la Sidra alía ambas bebidas en un acto que tendrá lugar en la plaza Mayor y que servirá para descubrir todo sobre sus ceremoniales.
Sabido es de ese gusto nipón por lo ceremonial. Y el sake, que en realidad se llama nihonshuno, no es una excepción. Juega un papel clave en los servicios religiosos sintoístas y toda celebración. «Considerado un don sagrado de las deidades, el sake es indispensable en festivales, bodas, ritos de paso y otras ocasiones socioculturales», informa la Unesco en su web, que habla sobre cómo, pese a su elaboración masiva, son todavía muchos los artesanos que lo elaboran a la antigua usanza, aunque ya no existe distinción de género, porque cuando empezó a producirse eran solo mujeres las que lo hacían.
Harada Nobuo, professor emeritus de la Universidad Kokushikan, explica de esta forma una de las tradiciones más arraigadas al sake: «En las ceremonias de boda tradicionales japonesas, especialmente las bodas de estilo sintoísta, que aún se practican en el Japón moderno, existe un ritual llamado san-san-kudo (que significa »tres-tres-nueve veces«). En esta ceremonia, los novios se turnan para beber tres sorbos de sake de tres copas sakazuki, lo que simboliza su unión y la unión de las familias». O sea, comparten vaso.
Hay más rituales. Existe el bautizado como kagami-biraki, en el que se utiliza un mazo de madera para romper un barril de sake (sakadaru) y todos comparten el licor que contiene. Aquí se podría advertir un paralelismo con el ritual asturiano de la espicha.
De lo que se trata, en uno y otro caso, en el fondo y en la forma, es de compartir. «Los japoneses siempre han valorado el arroz. Desde la antigüedad, el arroz crudo, los pasteles de arroz y el sake elaborado con arroz se han ofrecido en ceremonias religiosas. Tras ser presentados a las deidades, las personas comparten las ofrendas mediante un ritual llamado naorai. No se trata de un simple banquete; es una ceremonia significativa en la que tanto las deidades como las personas disfrutan de la misma comida, simbolizando el intercambio de corazones y mentes», explica el profesor japonés en una página web del Gobierno del país que expone así su cultura.
Todo tiene su porqué, su ritmo y su rito en la cultura nipona, rica y hermosa, en la vida diaria de los ciudadanos y en la Corte, cuyos emperadores tienen también en el sake un elemento fundamental. En noviembre se celebra una especie de acción de gracias llamado niinam-sai, que también llega a palacio y en el que se ofrece la nueva producción de sake a los dioses para mostrar gratitud. Es el rito más importante de la Corte, que vincula también al sake la llegada al trono de un nuevo emperador. Es la más alta ofrenda en las más altas instancias y en las casas humildes, porque cualquier celebración de la buena suerte o cualquier brindis por la fortuna conducen al tokkuri y el choko, dos de los recipientes tradicionales en los que se sirve.
Es también la sidra ceremonia y rito. Y es una apuesta por compartir que se explicita en el barril de la espicha, en el vaso que ha de pasar de mano en mano para beber el culete escanciado y en las botellas caseras que se regalan e intercambian entre las familias. Bebidas distintas y un espíritu común. Ambas son mundiales.