«Vimos de todo, hasta a la Dúrcal a tortas con las fans de Junior»
Corsino García-Rendueles, propietario y fundador de la discoteca El Jardín
CHELO TUYA
Domingo, 30 de agosto 2015, 00:37
Sigue sin aparentar los 77 que ya cumplió en abril. Y le sigue gustando quitarse años. Siempre lo hicieron Fernando y Corsino García-Rendueles. A los propietarios de El Jardín «les gustaba estar con los jóvenes y se sentían como ellos», se chiva César Arango, el actual gerente. Así que, a principios de los 70, cuando Corsino ya tenía 32, a una chavalina de 17 -«muy guapina, muy inocente, una estudiante», recuerda la protagonista, Carmen Iglesias- que le pedía una invitación para la discoteca le confesó solo 25.
Ella, deslumbrada por unos ojos azules y un flequillo rubio, le creyó. Consiguió la invitación, pero no bailar con él, porque, aunque era el dueño, «en casa del herrero...». Pese a todo, hoy Corsino y Carmen llevan 40 años casados, son padres de dos hijos, Corsino y Fernando, y abuelos de tres nietos; «todos hijos del mayor», apunta Carmen.
Un apunte que se repite durante toda la charla. Porque Carmen y Fernando son los refuerzos del discurso del propietario de El Jardín. Al que un infarto en la Nochevieja de 2013 -«la primera en la que no fue a la fiesta de El Jardín», recuerda su hijo- y una fractura de pelvis en 2015 han ralentizado el verbo playu y socarrón. Un verbo que casi se congeló hace dos años, cuando murió su otra mitad, su pareja de baile laboral, su hermano Fernando. Con el que, cada febrero, desde 1963, recorría los casi 500 kilómetros que separan Gijón y Madrid «para contratar a los cantantes que actuarían por el verano en El Jardín. Tardábamos casi doce horas en llegar. Era una aventura. Una vez, volcamos en la nieve».
Lo recuerda Corsino, porque el verbo lo tiene ralentizado, pero «la memoria la tengo bien, ¿eh?», avisa risueño... Y como prueba suelta la primera de las 'bombas' de casi 60 años haciendo bailar a la gente en la casa en la que nació: «Aquí vimos de todo. Hasta a Rocío Dúrcal a tortas con las fans de Junior».
Y no porque la Dúrcal acudiera a El Jardín a cantar. Fue de las pocas que no actuó en el escenario en el que sí estuvieron las grandes voces del panorama nacional desde 1963. Ella venía, teóricamente, como novia de Juan Pardo, que formaba dúo musical con Junior. Pero, la que luego sería la única de los tres en triunfar mundialmente, no soportaba que las chicas se abalanzaran sobre Junior. «Era tan guapín», se embelesa Carmen. «Era un poco bobu, ¿no nos pidió Chivas y luego le echó Coca Cola?», rezonga Corsino. Elcaso es que Rocío vio a varias mozas besuquear a Junior «y a guantazos se lió con ellas. Juan Pardo intentaba separarlas. Un follón».
«Roussos estaba chiflau»
Como follón fue traer a Demis Roussos. «Estaba chiflau. Probe, murió haz poco. Cantaba muy bien, pero estaba chiflau, con aquelles túniques». O como follón fue la primera actuación de Víctor Manuel tras su boda con Ana Belén. Que ambos, en 1972, lo hubieran hecho por lo civil y en Gibraltar tenía de los nervios al facherío patrio. «Y aquí se plantaron muchos jóvenes de la derecha, a montar lío».
Pero no lograron nada, porque Víctor Manuel, que ya había actuado muchas veces en El Jardín, «siempre fue el mejor. El que más llenó, el que más rentable resultó y el que, desde luego, provocaba todos los desmayos». No tuvo Ana Belén que seguir los pasos de la Dúrcal y tirar de los pelos a ninguna fan de Viti. A ella nunca se le ocurriría tal cosa y ellas no llegaban a tocarle. Directamente, «se desmayaban ante él» en unos años en los que «aquí no llegaban ni las ambulancias».
Nada raro. Porque El Jardín no está en un lugar accesible. El caserón familiar de los García-Rendueles, donde nacieron Corsino y Fernando, se levanta en pleno Somió. Si triunfó, apunta Fernando, «fue porque, cuando empezó como merendero, se llevaba con los que iban a las playas de Estaño y La Ñora». Unas tardes de tortilla, vino con casera y música de Machín en el altavoz. «Hasta que mi hermano Fernando trajo de Canarias, donde hacía la mili, lo nunca visto, un microsurco». Aquel no va más de los tocadiscos convirtió en 1957 a El Jardín en la discoteca que quería ser el Somió Park. «Pero nosotros teníamos a los jóvenes».
Unos jóvenes que hacían cola para, vestidos de traje y corbata, bailar las tardes de los sábados y los domingos. O que colgaba el cartel de completo cuando actuaban Luis Mariano -«teníamos un gran contrato con él, pero murió»- o el Dúo Dinámico, Mocedades, Miguel Ríos -«que vino cuando era Mike Ríos y se lo bebía todo»- y, claro, el artista más caro: Serrat. «Fue el contrato más caro, porque le contratamos para cuatro funciones».
Sin embargo, aunque el catalán gustó mucho, «era tan guapo», vuelve a embelesarse Carmen, Corsino insiste en que «el que provocaba desmayos era Víctor Manuel». No le tocó al de Mieres venir con la madre. Pero sí a Karina, que «la traía de 'carabina'. Bueno, en aquella época, todas las cantantes tenían que viajar con alguien. Para que no ligaran». Como Paloma San Basilio. O las chicas de Mocedades.
La jaula del Joy Eslava
Unos tiempos en los que lo que sonaba era música española, «porque poner a cantantes extranjeros estaba prohibido». O en los que no pudo traer a Marisol, «que era lo que yo quería, pero la tenían amarrada los Goyanes». No obstante, en aquella España bajo la dictadura de Franco, en El Jardín no dudaron en instalar «una jaula como la del Joy Eslava». Corsino la había visto en la discoteca madrileña en 1968 «y después me llevé a Pepe, el 'ferreru' de Somió, a que la viera. Me hizo una igual. La colgamos del roble. Gustó mucho, aunque también hubo protestas».
Protestas de la 'gente bien'. Clase a la que pertenecían Fernando y Corsino. «A mi familia no le gustó nada que nos dedicáramos a esto». Porque ser faranduleros los nietos pequeños del que fuera alcalde de Gijón, Santiago Piñera Alvargonzález, y los sobrinos del fundador del hoy Hospital de Jove, nacido como Hospital de Caridad en el Náutico, «no gustó». Al menos, «hasta que comenzamos a hacer dinero», bromea Corsino. «Cuando las cosas van bien, gustan».
Luis Enrique y Abelardo
Y las cosas fueron bien. Muy bien. Porque la generación del 'baby-boom', los nacidos en los últimos años de los 60 y los primeros de los 70, acudió en masa a una discoteca con pantalla gigante en la que se veía la MTV. Cuando nadie sabía lo que era. «Fue con la parabólica, que compré en 1985 en Sonimag, la feria de Barcelona. Costó 3 millones de pesetas y no había otra igual en el Norte».
Menos de tres millones de pesetas, pero poco, había costado en 1982 el rayo láser, «que lo traje de Palo Alto, California». Un dispositivo que «nos obligaba a andar a la carrera para remojarlo, porque calentaba» y que provocó no pocos sustos en el vecindario, «llamaban al periódico diciendo que había un ovni, porque la luz iluminaba el cielo», mientras en la disco dejaban la paga los 'baby-boom'.
Porque si Fernando fue el que logró con su microsurco de Canarias convertir el merendero en sala de baile, Corsino y sus visitas anuales a Sonimag -«eran las únicas vacaciones familiares. Nos dejaba en Sitges y él se pasaba la semana en la feria», rememora Carmen- propiciaron que El Jardín fuera la discoteca puntera de los 80 y 90. Con las inconfundibles voces de los locutores de Radio Gijón Daniel Rodríguez y Joaquín Fanjul dando paso a los Wham del entonces desconocido George Michael o al bailado 'Right between de eyes', éxito certero de los Wax que les sirvió para presentarse y retirarse.
Antes de que llegaran, hubo que decir que no a un Felipe González «que quiso dar un mitin aquí. Pero no lo vimos oportuno. Los hosteleros tenemos que estar a bien con todos». Tan bien estuvieron que ir a El Jardín era casi obligatorio. Incluso cuando abrió el Tik. O pese a la oferta del Oasis. Y, sobre todo, pese a que llegar obligara a apelotonarse en el autobús. «Aquí venían todos. Hasta futbolistas, como Luis Enrique o Abelardo».
Y ayer volvieron. Los 'baby-boom' convertidos en cuarentones llenaron El Jardín. «Me parece increíble haber tenido a 2.000 personas en una fiesta que agotó las entradas ya hace quince días», dice un Corsino «feliz» con su vida. Solo lamenta no poder echar con Carmen ese baile que le debe desde 1970. «Si no fuera por la pelvis», sonríe socarrón.