Alfonso Murciego
Presidente del Vespa Club de España. Ha sido el organizador del Vespa World Days, celebrado recientemente con gran éxito en Gijón
Cuando Alfonso Murciego nació en Jove en 1971, ya hacía algunos años que la vespa había cedido al utilitario su papel estelar a la hora de facilitar el transporte habitual a los españoles. Aun así, en aquellos años alrededor de su nacimiento, su padre aún conservaba un modelo que no llegó a formar parte del recuerdo de una infancia de barrio en la Urgisa, con mucha calle y muchos juegos.
También de esos años, y los que pasó en el Gedo estudiando para maestro industrial, quedan en la memoria imágenes de tardes infinitas y gozosas jugando a tenis de mesa, y sus triunfos en torneos que le llevaron a ser campeón de Asturias. O las actividades como boy scout durante años, siempre con la certeza de que juntos, asociados, las cosas se hacen mejor.
Y queda, porque fue el origen de todo, como en una foto fija del recuerdo, su primer vespino, que aún hoy sigue rodando por carreteras de pueblos al otro lado de Pajares y que fue el origen de todo, el que abrió la puerta a lo que iba a convertirse en una pasión ya para siempre.
En el rostro de Alfonso Murciego la bonhomía ha encontrado el espacio perfecto para manifestarse, para escribir las líneas de una biografía sobre dos ruedas, del paisaje inabarcable que regalan los viajes en vespa. Ya sería suficiente esa pasión, el placer del viento en la cara, los sonidos, los olores, la proximidad de un mundo de carreteras secundarias en directo, al alcance de los ojos y las manos, el asombro aguardando detrás de cada curva que descubre lugares inesperados, la luz cambiante del día dibujando matices, invitando a la vida. Sería suficiente eso, el viaje permanente, el murmullo del motor, el horizonte como espectáculo, pero Alfonso Murciego ha dado un paso más y ha convertido esa forma de vida en una forma de compartir. Generoso y afable, se viste de Papá Noel y entusiasma a los niños del Sanatorio Marítimo en Navidad, y se ha empeñado en que lo que le hace feliz pueda ser descubierto por otros. Por eso su trabajo incansable en toda asociación en torno a la vespa, hasta llegar a la presidencia primero de Vespa Club Asturias y más tarde de Vespa Club España. Y en ese punto confluyen los dos ejes que configuran la personalidad de Alfonso: la afición a la vespa, insustituible en su vida, y su vocación de entrega a la causa, de compartir con otros a través de la organización y del trabajo que ello representa.
No se trata únicamente de coordinar, proyectar, disponer, peregrinar incansable para superar todas las burocracias. Alfonso Murciego, en su condición de presidente del Vespa Club España, es también el guardián de las esencias de una forma de vida, de una cultura, y un custodio de las nostalgias de una época y su actualización permanente.
El éxito sin precedentes del Vespa World Days celebrado hace unos días en Gijón es la prueba de ese trabajo, de esa dedicación, de ese amor que pone brillo en la mirada de este hombre que habla con pasión de su pasión y con el mismo entusiasmo agradece a su familia, a su pareja, el apoyo y la comprensión en estos meses de preparación intensa, a los miembros del Vespa Club Asturias y al Vespa Club España el trabajo y la colaboración incansable y a las instituciones de Gijón la generosidad y el respaldo a una iniciativa que fue capaz de emocionar a Alfonso Murciego, orgulloso de mostrar su tierra a tantos amantes de la Vespa llegados de todos los rincones del mundo.
Seguramente hubo un momento en que creyó que aquello que sentía en la garganta era el rugido amable de los miles de vespas que desfilaban, con las banderas al viento por el Muro de la ciudad que ama, pero en el fondo supo que era su corazón, de vespista feliz, latiendo al ritmo de tantos corazones insaciables de carretera, de solidaria hermandad, de pasión por la vida.
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