Leorio: una parroquia de Gijón que late en su bar y que reivindica «mejor conexión»
Los vecinos reclaman la ampliación de la línea 24, la limpieza de caminos y el cuidado del río mientras mantienen vivo su centro social
«Los bares en los pueblos son muy importantes. Importantísimos». Juanjo Lorenzo, presidente vecinal de Leorio, sabe bien lo que dice y por qué lo dice. La sede de la asociación vecinal es el bar-restaurante de Leorio, construido por los propios vecinos hace más de 46 años gracias al impulso de Avelino Palacio, antiguo presidente, y «todos los amigos que con su esfuerzo lo hicieron posible», lo que da cuenta de la inmensa colaboración vecinal que ha existido siempre. Aunque se inauguró el 28 de junio de 1979 y nunca dejó de funcionar, el verdadero empujón del establecimiento llegó hace tres años, coincidiendo con un cambio de los responsables del negocio. Allí «se juega al dominó, se lee, se canta, se bebe y se resuelve cualquier tipo de problema que haya entre los vecinos o, incluso, la gente de fuera», afirma Lorenzo.
Leorio tiene dos barrios –Llantones y Mareo de Abajo– y, en total, viven alrededor de 520 personas. Colindante con La Pedrera, Granda y Huerces, sus habitantes la definen como «una parroquina pequeña que está muy bien para vivir porque es tranquila y está cerca de Gijón». De hecho, para Marcelino Canal, uno de los vecinos más antiguos y «el alma y espíritu» de la asociación, lo mejor que tiene es «que está al lado de la autovía minera y enlazas para todos los lados».
Pero no todos los vecinos tienen vehículo propio o están en condiciones de conducir. Por eso, su presidente insiste en que la necesidad más importante de la parroquia es que se prolongue el recorrido de la línea 24 de EMTUSA hasta el barrio de Llantones. «Llega hasta Mareo (Leorio), pero no hasta Llantones», lamenta. El problema es que ese barrio «es como un fondo de saco, muy alargado», por lo que quienes viven al fondo «tienen que caminar seis kilómetros solo para coger el autobús».
«Solo quince minutos más»
Su única petición es que se amplíe el recorrido de la línea 24 «solo 15 minutos más». «Serían cinco minutos para llegar a la capilla del Carmen –en el centro del barrio de Llantones–, cinco minutos de parada donde se baja y sube la gente y cinco minutos para volver a Mareo», expone. En total, un cuarto de hora que, para todos ellos, «sería muy importante».
Otro aspecto a mejorar, según señala Marta Alvargonzález –tesorera de la asociación de vecinos– es la limpieza de los caminos. «Los están limpiando», aclara, pero «lo que limpian y cortan no lo recogen; lo dejan todo en las cunetas y en los desagües de las fuentes, entonces cuando vienen las riadas se acumula todo ahí y no corre el agua», relata.
En la zona de Llantones, donde Amparo Martínez vive desde hace 34 años, también echan en falta labores de limpieza, pero en este caso en el río, que «no lo limpian desde yo que sé cuándo». «Como el agua pasa por las fincas, al final se acumula en el río toda la basura que encuentra a su paso, así que vendría fenomenal que lo limpiaran», asevera.
Algo similar reclama Joaquín Menéndez, también de Llantones. Además de controlarlos numerosos «basureros fantasma» donde la gente deja los residuos fuera de lugar, reivindica dos necesidades: la esperada construcción de un pequeño puente para que un vecino que vive al otro lado del río pueda cruzar, obra que «se promete pero nunca se realiza», y el arreglo del camino de los Buruyinos, donde «hace tiempo echaron hormigón de cualquier manera, sobre el mato, y con el tiempo cedió y se quebró en varios tramos». Para él, bastaría con que «tuvieran voluntad de hacerlo».
La iglesia de Santa María, una joya
Entre todas estas necesidades, Leorio esconde una joya que pocos conocen y que le otorga una singularidad de la que sus vecinos presumen con orgullo. Está ubicada en una zona que alcanzó gran importancia agrícola y estratégica en las épocas prerromana y romana, por su emplazamiento en un valle que actuó como vía natural de comunicación, al igual que en otros casos del entorno, como sugieren los yacimientos arqueológicos próximos de Peñaferruz, la villa romana de Murias de Beloño o la villa de Veranes.
«Tenemos una iglesia prerrománica del siglo IX», cuenta Marcelino Canal, que hace casi 20 años luchó contra viento y marea para que el Arzobispado de Oviedo reconstruyera el templo, que terminó de morir a finales de los noventa cuando comenzó la construcción de la autovía minera. No lo consiguió, y actualmente está «llena de escallos y toda abandonada», aunque todavía se alcanza a ver el campanario que aparece en el logo de la asociación vecinal.
En la entidad, aunque perciben que el movimiento vecinal va menguando, porque «nos hacemos mayores y los jóvenes no se involucran tanto», disfrutan todas las semanas de actividades como bailoterapia –«que está funcionado muy bien»–, GAP o pilates y hasta una biblioteca en la que pueden donar o tomar prestado algún libro. Lo que está claro, es que «somos muy buenos receptores de todo aquel que quiera venir tanto a las fiestas de Llantones y Mareo como al bar», remarca Juanjo.