
Carlos Zapico Acebal
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Carlos Zapico Acebal
El principal impulsor de la playa de Poniente, Carlos Zapico (Gijón, 1953), echa la vista atrás para recordar cómo se gestó aquel proyecto ... transformador.
–¿Cómo surgió la idea?
–Después de meternos de lleno en la rehabilitación del Muelle, pensamos que el remate podía ser una actuación en la parte que limitaba con Astilleros del Cantábrico, que estaban en plena reconversión. Empezamos a mirar la viabilidad sin decírselo a nadie, entre José Luis Díaz Rato y Miguel Losada, que hizo un trabajo de laboratorio fundamental para ver si realmente era posible que aguantara ahí la arena, cuando aún llegaban las olas.
–¿Llegaron a estudiar varias alternativas?
–Sí. Al principio hablábamos de playas de Poniente, en plural, porque el primer diseño que salió del laboratorio de Miguel era una playa con dos conchas, con una 'T' en el centro como las que se ven en las playas rehabilitadas del Mediterráneo, que actuaba como un ropeolas.
–Un problema serio era la contaminación, ¿no?
–Sí, toda la zona de la bahía oeste de Gijón era una cloaca. Allí desaguaban varios colectores y era una zona totalmente contaminada. Evidentemente, no podíamos pensar en hacer una playa si previamente no se saneaban las aguas.
–¿Cuándo se modifica el proyecto a una única concha?
–Cuando desde Costas, en Madrid, nos confirman que era posible y que dependía del grosor de la arena que se utilizara. Comprobamos que había un grosor, evidentemente mayor que el de San Lorenzo, que aguantaba el mar y que se estabilizaba en la playa. Con esa idea, cuando ya sabemos que la playa es posible, entonces llega el siguiente paso.
–¿Compartirlo con los políticos?
–Sí, me siento con Tini Areces, Pedro de Silva y Manolo Ponga y les digo que es posible hacer ahí una playa, pero que para ello es necesario un plan de saneamiento integral de toda la bahía y realmente conseguimos que todas las administraciones se pusiesen firmes y se firmara ese plan.
–Hubo colaboración.
–Se firmó un convenio a tres bandas para el saneamiento y para la playa se hizo un convenio entre el Puerto y el Ayuntamiento por el que de los aproximadamente mil millones de pesetas que costaba, cada uno asumió el 50%. Pero la administración contratante fue el Puerto y la que hizo el proyecto y lo contrató.
–Un proceso largo.
–Pues fíjese, desde el 86 que empezé a darle vueltas, hasta el 95 que se inauguró.
–¿Alguna anécdota?
–Bueno puedo contar que en unas vacaciones mías de verano coincidí con el artista César Manrique, autor de numerosos proyectos arquitectónicos, y me animé a hablarle del proyecto por si quería aportar, así que fue uno de los primeros en conocer la idea.
–Pero no aceptó, por lo visto.
–No. Dijo que había tenido muchos problemas con la administración durante el proyecto de La Vaguada en Madrid y que había salido muy escaldado. No quería saber más con la administración.
–Tres décadas después, ¿qué sentimiento tiene?
–Que soy muy viejo (ríe). Pero hombre, un poco de orgullo porque esa playa, además, se puede decir que cambió la vida y la manera de comportarse de mucha gente, porque había cantidad de gente de la zona oeste e incluso de Laviada y el Parrochu, que de repente se encontró al lado de una playa. Y la cercanía del tren también facilitó la llegada de gente de toda Asturias y de León.
–La colaboración de entonces contrasta con el momento actual.
–Ya me dejó absolutamente perplejo en la última época de la Autoridad Portuaria, con el tema de la autovía de El Musel, que no abriera la boca cuando se estaba hablando de sus accesos para el siglo XXI. Que desde fuera se digan frivolidades se puede entender, pero que no se dijera nada desde el Puerto cuando se estaba hablando de hacer un túnel de dos kilómetros de doble dirección donde se crucen los camiones, me indignó y me pareció increíble.
–Ahora se habla de la colaboración Puerto-ciudad.
–Es el modelo que yo defendí, que el Puerto se implicase y en eso Gijón, empezando con la rehabilitación del Muelle en los 80, fue pionero en España en todo lo que es la recuperación de la costa. Es un modelo que construimos visitando otras zonas, que es lo que hay que hacer siempre. Nos pateamos medio mundo. Estuvimos viendo cómo habían hecho en otros puertos de Europa y Estados Unidos, como el viejo puerto de San Francisco y Baltimore. La Autoridad Portuaria, que es la que realmente transformó, digamos, para mal, esa zona de ribera en zona industrial y en zona portuaria, pues cuando esos terrenos ya no tienen rendimiento económico tiene que devolvérselos a la ciudad y, evidentemente, tienes que participar como Puerto en esa nueva recuperación. El Puerto no puede quedar nunca al margen.
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