«El horno de Gusmain nos dio trabajo y el cariño de mucha gente»
La Arena añora ya el inconfundible aroma de sus churros, bombas de crema y empanadas tras 50 años «de mucho esfuerzo»
Se le hace raro a muchos gijoneses pasear por la calle Felipe V, en La Arena, y no apreciar el olor a churros, empanadas, bollos ... preñados o bombas de crema y chocolate, «nuestros productos estrella según nos decían los clientes», comentan Ignacio e Inmaculada Molpeceres Aragonés, la segunda generación del Horno de Gusmain, más conocido como 'El Hornín'. El pasado mayo este emblemático negocio de Gijón cerró sus puertas «y ahora estamos esperando a ver si podemos traspasarlo. Yo creo que si se trabaja bien puede tener mucha salida», comenta Inmaculada.
Los hermanos heredaron 'El Hornín' de sus padres, Malaquías Molpeceres y Florencia Aragonés, quienes en los años 80 llegaron a Gijón para buscarse la vida «por necesidad». «Mi padre era panadero, se quedó sin trabajo y junto a mi madre y nosotros, que éramos cuatro hermanos, tiramos del carro». No se entendían los veranos en la ciudad, ni muchas romerías sin los pollos asados, tortillas y demás viandas de folixa, explica Inmaculada.
Su historia parece de cine. «Cuando aún estaban abiertos los Multicines, gracias a los festivales que se organizaban, pasaba por aquí gente de la televisión a tomar un cafetín. Vinieron muchas personalidades como Miguel Ángel Muñoz, que era encantador», subraya Inmaculada, quien tiene claro que «eso ayudaba, pero todo lo que hemos logrado ha sido gracias a la gente del barrio. Nunca nos han fallado».
Ignacio admite que, a excepción de las conversaciones con los clientes, está «encantado» de jubilado. «Me he creado una rutina, voy a caminar, estoy descansado y estoy encantado la verdad. Hasta que logremos traspasar el local vengo por aquí e incluso intento enterarme de cosas del barrio y de la clientela, pero es que echábamos muchas horas». Mas de 10 y 12 horas diarias, seis días a la semana. Largas jornadas pero Inma reconoce «tener morriña porque hemos pasado muchas risas y al final habíamos creado una familia. Yo he visto crecer a hijos, nietos aquí. Sí que aún tengo añoranza, pero imagino que me irá pasando. Eso sí, quería que todo el mundo supiera lo agradecidos que les estamos por su lealtad y apoyo. Nuestra clientela fue el motor y corazón del negocio», relata emocionada mientras recuerda a sus padres.
«Ellos fundaron esto, nos dieron un futuro, y si ahora vieran cómo la gente pregunta por ellos, estarían muy orgullosos», concluye.
No les faltó fama al Horno de Gusmain. Largas colas se formaban a la puerta de este local situado en la calle Felipe V. «Les encantaba el sabor de las bombas de crema. Yo las hacía con muy buena leche y huevo. Todo auténtico. Mucho cariño, como siempre se dice, y luego las freía. Aquí se plantaban cientos de personas a esperar mientras enfriaban, y así pasaron los años», rememora ahora Ignacio.
Sobrinos de Luis Aragonés
Muchos futbolistas, especialmente del Sporting, eran llambiones y aficionados a sus postres. Destacaba entre ellos Quini, y toda su familia, y cómo no, su tío, quien fuera entrenador de la Selección Española de Fútbol, Luis Aragonés. «Se escapaba muchas veces a ver a mi madre y también a pasar una tarde con nosotros. Siempre dijo que nuestros churros le encantaban», recuerda Inmaculada, aún con alguna lágrima en los ojos. Cada día, reconoce, acude a pasear por delante del local. «Aún abre la persiana, ella sí. Yo mucho menos. Porque ahora nos toca vivir», cuenta Ignacio, quien tiene entre sus planes «hacer algún viaje y conocer mejor la ciudad. Trabajamos durante muchos años, fines de semana... Ahora nos toca no hacer nada y disfrutar. La verdad que sí, es nuestro momento», concluyen los hermanos.
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