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Es obvio que el lugar que ocupaba en cada momento histórico la Casa Consistorial era una zona urbana más o menos céntrica, pero sí neurálgico y por tanto el más importante de la Villa y Puerto de Gijón. Nuestros cronistas, adentrándose en los antecedentes históricos, citan como posible emplazamiento en la plaza de La Soledad (luego Casa del Chino) y ahora sede de la Asociación de Vecinos Gigia. También la vieja Torre del Reloj durante un largo periodo hasta que llegado el siglo XVII debido a su notable deterioro, cesa en ella la actividad municipal hacia 1680, y por investigaciones del que fue director del Archivo Municipal Eduardo Núñez, sabemos que en el año 1679 la casa de la familia Escucha adquirida en 46.000 reales y ubicada en la plaza de la Villa (entre las calles Trinidad y 27 de Diciembre ), se convertiría en la nueva Casa Consistorial. Además de las oficinas y dependencias municipales, también albergaba la cárcel, y cuando llegado el 6 de octubre de 1858 se adopta el acuerdo de encargar al arquitecto Andrés Coello los planos y presupuesto para la construcción de la actual Casa Consistorial, el viejo edificio ya contaba con arcos y soportales.
En la zona donde se construyó del nuevo Ayuntamiento se encontraba la Fuente de la Plaza, justo donde terminaba el acueducto de La Matriz, y fue preciso expropiar la casa propiedad de José María de Rato-Arguelles, la mayor de la zona. Allí también residían notables gijoneses como Mateo Alvargonzález y su esposa Josefa Sánchez García-Jove. El 9 de agosto de 1816 nacería su hijo, Claudio Alvargonzález Sánchez, que llegaría a brigadier de la Armada, fue comandante de la fragata 'Villa de Madrid' y pasaría a la historia por sus éxitos en la batalla de Abtao en mares del Pacífico, cuya memoria se recuerda con un busto y calle en el puerto local. Otro ilustre gijonés que residía en esta plaza, en cuya vivienda lucía el escudo de armas de la familia, era el marino de la leal Armada Española Toribio Cifuentes, que participó en las guerras contra Napoleón y entre 1820 y 1850 fue agregado naval de la Embajada de España en París. También residían en esta plaza el conde de Revillagigedo, Florencio Valdés, con su familia y el que sería secretario del Ayuntamiento de Gijón 26 años, Vicente de Ezcurdia Cuéllar y su esposa Eugenia de Nava y Caveda.
Una Real Orden de 1861 aprueba las alineaciones marcadas en los planos previstos del arquitecto Andrés Coello, aunque luego sufrirían modificaciones, llevándose a cabo la obra del edificio durante el mandato de los alcaldes Bernardo Escudero y José del Riego Tineo, entre 1861 y 1865. Durante los trabajos, en octubre de 1863, este último alcalde encarga a Anselmo Cifuentes la compra de un reloj en París para colocarlo en el frontis del nuevo edificio, cuyo presupuesto asciende a 1.556 francos. Una vez instalado el reloj se acuerda pagar un real diario al maestro de obras Francisco Rodríguez con la misión de dar cuerda y estar a su cuidado diariamente. En enero de 1864 se forma una comisión con los señores Bernardo Escudero, Marcelino Menéndez, Silverio Gómez y Serafín Acebal para la reforma en su totalidad de la plaza del Ayuntamiento, y uno de los primeros acuerdos es que se construya la plaza con arcos, previa indemnización a los residentes de los perjuicios que se causen. El 1 de septiembre de ese año se aprueba el empedrado del terreno de los alrededores de la Casa Consistorial, la compra de 110 pies de terreno entre las calles de San Bernardo y Mesón Viejo para la ampliación de la plaza a don Juan García-Sala y Rendueles por el precio de 30 reales, y se autoriza a Florencio Valdés la construcción de un edificio en la misma plaza.
Llegado el año 1865 se acuerda un presupuesto de 1.300 reales para la construcción de los arcos en la nueva Casa Consistorial, que se inaugura en agosto del mismo año aunque siguen pendientes algunas obras, entre ellas, la finalización de la escalera principal. El comienzo de la actividad municipal en el nuevo edificio propicia una mayor relevancia de la plaza en la actividad comercial y social de los gijoneses, por lo que se suceden las peticiones de obras. Marcelino Menéndez Morán solicita permiso para construir un pozo de agua en su vivienda, así como rectificar la alineación de su terreno; Paulino Moro Meana pide varias reformas en la casa de su propiedad; la viuda de Matías Jove, que tiene la entrada de su vivienda por la calle Acacia, solicita cambiarla para entrar por la plaza del Ayuntamiento, y Francisco Zarracina amplía su negocio de venta de productos de su hacienda y llagar de sidra en su establecimiento en la plaza. Un gran acontecimiento supuso la estancia en Gijón del Rey don Amadeo de Saboya durante agosto de 1872, que fijó su residencia temporal en la planta superior del Ayuntamiento. Un año más tarde, el alcalde republicano Eladio Carreño propone que se levante una estatua a Jovellanos en la llamada entonces Plaza de la República, pero no llegó a buen fin y el 12 de abril de 1873 se cede un local en la Casa Consistorial para la instalación del Servicio Público de Telégrafos.
El 15 de junio de 1878 fallecía la Reina Doña Mercedes de Orleans y siendo alcalde Óscar Olavarría se reparte a los asistentes a los actos fúnebres las celebradas 'Crucetas' de la confitería de Fernando Muñiz, situada en la plaza Mayor. En 1883 se procede a mejorar el arbolado de la plaza Mayor y en 1886, siendo alcalde Alejandro Alvargonzález, se instala el alumbrado eléctrico en varias calles, entre ellas la plaza Mayor, Trinidad y San Bernardo.
Y finaliza el siglo XIX con la prohibición de instalar puestos de venta en la plaza, para su traslado a la nueva plaza del Instituto. La apertura del Hotel Asturias en lo que era Hostería del Laurel y las felicitaciones de la Corporación Municipal junto con la de todos los gijoneses al farmacéutico Eduardo Menéndez Rodríguez, que tenía su 'botica' en la plaza de la Constitución, esquina con San Bernardo y había obtenido Medallas de Oro en Madrid y Bruselas por sus preparativos medicinales. Es notorio que pasados los años en ese mismo lugar se instaló el famoso chigre y bar 'La Botica' que llegó a nuestros días.
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