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Fernando Fueyo en su casa, en el barrio de El Coto, al que sigue estrechamente vinculado. JUAN CARLOS TUERO
«La pandemia ha estropeado las relaciones sociales y nos creó soledad»

«La pandemia ha estropeado las relaciones sociales y nos creó soledad»

Fernando Fueyo | Sacerdote jubilado de San Nicolás de Bari ·

Se jubiló hace un año y ha aprovechado para escribir un libro sobre su vida en Burundi. «Ahora sí que vivo como un cura»

SUSANA D. TEJEDOR

GIJÓN.

Domingo, 7 de marzo 2021, 01:02

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Fernando Fueyo (Gijón 1937) tiene una memoria envidiable. Una suerte, porque su ansia de comunicación es infinita. Recorre sus inicios como sacerdote, su estancia en África, su jubilación, la pandemia, su llegada al mundo, su familia y el cariño que ha dado y el que sigue recibiendo, sus vivencias, sus preferencias papales y políticas y aún le queda tiempo para abordar temas actuales, pese a resultar un tanto «polémicos y delicados». Solo una consulta médica, a la que no debe «llegar tarde», es capaz de interrumpir una conversación agradable desde el primer minuto y que se hace corta, siempre.

-No le ha dado tiempo a pensar en la jubilación. Llegó la pandemia y una propuesta muy atractiva.

-Hace un año que me jubilé y me propusieron escribir un libro de mi etapa en África. Coincidió que llegó la pandemia y el confinamiento, así que tuve tiempo para escribirlo y terminarlo pronto.

-Ha aprovechado para realizar un buen ejercicio de memoria. Aquellos años en Burundi... ¿Qué ha sentido?

-He disfrutado mucho. Se cumplen 50 años de la misión diocesana asturiana allí y me invitaron a escribir un libro sobre ello, basándome en mi etapa en aquel país. Así comienzo el libro 'No te olvides de Burundi' relatando cómo el 11 de septiembre de 1970, junto a otro sacerdote, Eladio 'Yayo' González, llegué a un lugar del que no sabíamos nada. Éramos jóvenes y nos habíamos lanzado a ir sin pensarlo, como un impulso.

-Y todo causado por una visita inesperada.

-La marcha a aquel país fue una decisión repentina. Monseñor Andrés Makariza, presidente de la Conferencia Episcopal de Burundi, acudió al Seminario de Oviedo con la intención de animar a los religiosos a acudir al país que él representaba. Se necesitaban sacerdotes para la diócesis. Yayo y yo nos ofrecimos como candidatos. Recuerdo al Monseñor, tan alto, vestido con una sotana blanca, dando saltos de alegría por nuestra decisión, que no se la esperaba.

-No fue fácil para su madre.

-Buscamos en un atlas dónde estaba Burundi y vimos que era muy lejos. Cuando le dije a mi madre que iba a Burundi se echó las manos a la cabeza, muy preocupada, «¡qué lejos te vas, Fernando, allá a Taramundi'!».

«Una familia religiosa»

-Usted se crió en una familia muy religiosa. Su decisión de ser cura les supondría una gran alegría...

-Mi padre, Manuel, tenía fama de santo, y mi madre, Blanca, también era una buena cristiana. Somos cuatro hermanos. La mayor, Ángeles, fue monja, el tercero, José Manuel, fue cura durante treinta años hasta su fallecimiento, y el último, José Carlos, llegó a hacer el noviciado, pero luego lo abandonó y se casó. Un desgraciado incidente en la playa de Arnao se lo llevó muy joven. Aunque parezca que nos obligaron a seguir el sacerdocio no fue así. De hecho, cuando se lo dije a mi padre se sentó conmigo porque quería tener una conversación para decirme que me daba toda la libertad para elegir el camino que quisiese.

-¿Nunca se arrepintió de su decisión?

-Jamás me arrepentí de haber elegido este camino, pero eso no quiere decir que no haya pasado momentos malos, los ha habido muy grises pero si volviera a nacer, no tengo duda, volvería a hacerme cura otra vez.

-Once años en Burundi. Allá aterrizaron con mucha ilusión y con mucha incertidumbre.

-Una parte de mi corazón se quedó allí. 'No me quiero morir sin volver a Burundi' le decía siempre a los curas con los que conviví. Y lo puse en el libro cuyos beneficios, por cierto, irán íntegramente a la asociación SOS Burundi. Fue una experiencia maravillosa.

-Pero llegó el momento de volver: febrero de 1981.

-Sí, fue a los pocos días del intento de golpe de estado. El 23-F lo pasamos pegamos a la radio. Fue un día terrible. Comenzó a sonar la música militar y no sabíamos qué pasaba. Nos llegaban noticias muy confusas, de que un grupo de gente de ETA se había disfrazado de militares y estaba invadiendo el Congreso.

-Burundi quedó en sus corazones para siempre y dejaron allí su impronta.

-Sí. Un hospital que lleva el nombre de Asturias y, claro, una de mis pasiones, el fútbol, o mejor dicho, el Sporting. El Molinín fue el equipo fundado allí, con una clara intención y paralelismo con el equipo de mis amores. A golpe de fesoria hicimos el campo de fútbol.

-Es muy conocida su pasión sportinguista. ¿Cómo lleva la imposibilidad de acudir al campo?

-Aún no conozco al míster, pero el WhatsApp me ayuda a comunicarme con los jugadores. Pertenezco a la peña Nacho Cases, al que casé, y tengo ganas de volver a reunirnos como hacíamos antes.

-¿Me lo jura por Quini?

-Ja, ja. Eso siempre lo dije yo. Para mí Quini fue alguien maravilloso y muy especial y sigo teniendo contacto con su familia. Él me lo escuchaba decir y replicaba: 'Te lo juro por Fueyo'.

El fútbol y una telenovela

-Su último destino, la parroquia de San Nicolás de Bari, en El Coto. Usted es en ese barrio una institución.

-Es un barrio que adoro y, de hecho, sigo viviendo en él. Tuve que dejar mi vivienda en la parroquia al llegar el nuevo párroco, que es buenísimo, y me trasladé a un piso. Aquí convivo con una familia extraordinaria.

-¿Es el lugar en el que se ha sentido más querido?

-Tengo buenos recuerdos de todos los lugares por los que pasé a lo largo de mi vida sacerdotal. La Felguera fue mi primer destino y lo recuerdo con mucho cariño porque el primer amor no se olvida nunca. También estuve en Trevías, y allí conocí el occidente que nunca había visto. Pero Gijón y la parroquia de San Nicolás de Bari fue mi auténtico amor, lo quiero más que cuando llegué.

-¿Qué es lo que más ha echado de menos en este tiempo de pandemia?

-La cercanía con la gente. Hablar, vernos, compartir. La pandemia nos metió en una soledad y ha estropeado las relaciones sociales. Hay que compensar y por eso llamo por teléfono para suplir este silencio obligatorio, esta soledad en la que nos metió. Además de dedicarme a escribir el libro, cuando se pudo fui a las misas de siete y un poco antes a rezar el rosario con las mujeres del barrio. Cuando no nos permitieron salir, caminé por el pasillo de casa para no perder agilidad y, de paso, rezaba el rosario. También confieso que veo más fútbol que nunca y me he enganchado a una telenovela, 'Amar es para siempre'. Hay un cura muy comprometido allí y me gusta mucho verlo.

-¿Qué opina de lo que dicen muchos de que este encierro nos hará ser mejores personas?

-No soy pesimista, pero creo que no se ha aprendido mucho durante la pandemia. Eso de que nos ha ayudado a ser mejores, no lo siento, al menos a corto plazo. Tampoco me gusta emplear la palabra solidaridad porque me parece que no se utiliza correctamente, es un poco neutra. Prefiero sustituirla por caridad.

«Sánchez no me gusta nada»

-Siempre se ha declarado un votante de izquierdas.

-Sí, pero el panorama actual no me convence. ¿Pedro Sánchez? No me gusta nada, es un mentiroso, y Pablo Iglesias me gusta menos aún. Vox tampoco me gusta nada y el PP espero que se arreglen de una vez y se pongan de acuerdo. Y Ciudadanos, no sé.... Soy liberal pero no me gusta nada lo que está haciendo ninguno. Fíjate si soy liberal que jamás me puse el clériman (alzacuellos).

«No veré el metrotrén»

-¿Qué necesita urgentemente Gijón?

-Vamos demasiado despacio. Ni veré el metrotrén ni el AVE y lo del 'solarón' es tremendo. Y por los barrios ver tantos locales cerrados da mucha pena. Espero que los pequeños comerciantes lleguen a reponerse. Entiendo que la salud es lo primero y es en lo que hay que centrarse, pero hay muchas personas que lo están pasando muy mal económicamente y que no saben cómo van a reponerse. Es muy duro. Me preocupa mucho.

-¿Qué se trae entre manos?

-Ya me encuentro embarcado en otro proyecto editorial que me han encargado. No me da tiempo a aburrirme. Las horas no me son bastante para todo lo que quiero hacer porque, pese a estar jubilado, todos los días acudo a concelebrar la eucaristía de las siete de la tarde en San Nicolás. La agenda la tengo muy vacía, pero no sé decir que no y aprovecho también para fomentar las amistades.

-¿Su sueño?

-Vivir en paz y podemos empezar por hacerlo en casa. Eso que dicen de 'Vives como un cura', pues ahora es cuando me puedo aplicar la frase, ahora empiezo a vivir como un cura.

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