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Más de medio siglo ha pasado Rafael Aneiros Menéndez entre telas y prendas de ropa. Ahora, a sus 68 años, tras toda una vida trabajando, considera llegada la hora de bajar la persiana de sus establecimientos de las calles Aguado y Menéndez Valdés en Gijón. Ambas tiendas, bajo el nombre 'Sartor' (que viene del latín y significa sastre), han vestido a cientos de gijoneses con sus camisas, pantalones, chalecos, trajes o americanas.
Rafael nació en 1956 en El Llano, concretamente en la calle Dolores, que hoy «no tiene nada que ver» con la de su infancia, señala. Algo parecido ocurre con el negocio en el que se ha movido toda su vida. La evolución del pequeño comercio es imparable y en muchos casos «está sustituyéndose por auténticos conglomerados contra los que difícilmente se pueden competir», lamenta.
Rafael apostó por el mundo textil con 17 años. Lo hizo a través de una amiga de su madre que le comentó la oportunidad de comenzar a trabajar en una de las tiendas de 'Layse', donde se vendía lanería y sedería. Y lo hizo, pero bajo la promesa a su madre de que «seguiría con los estudios por las noches». Algo que cumplió.
Con el paso del tiempo, estas tiendas fueron cerrando, pero Rafael tenía claro que quería continuar. Junto a su amigo Javier Rendueles, quien cogió la titularidad de uno de estos negocios, prolongaron su vida en La Calzada. «Pero ya no funcionaba lo de vender tela al metro». Por eso, hubo que reinventarse. Con 32 años, se hizo con su primera tienda, la de la calle Aguado, situtada entonces «diez metros más a la izquierda», precisa. Fue más adelante cuando se estableció en la ubicación actual. Durante todos estos años, Rafael Aneiros tuvo varias tiendas 'Sartor' repartidas por la ciudad. Se expandió a La Calzada, cuyo negocio estuvo abierto veinte años hasta que cerró en 2023, y también en El Llano, con otra tienda que mantuvo durante quince años y que cerró hace cinco. Además, puso otra una en la plaza de San Miguel, que sí sobrevivió, bajo el nombre 'Fashion & Quality Rafael Aneiros', que ya no la cuenta como suya. «Le di la titularidad a mi hija. Aún así, la ayudo en todo lo que puedo», recalca.
Si hay algo que le gusta de la moda a Rafael es «su dinamismo». Según indica, «tienes que estar siempre viendo lo que va a ponerse de moda». Por eso, durante todos estos años ha visto un cambio de paradigma. «Me acuerdo de hace 40 o 50 años salir a la calle y encontrarse a la gente en traje y corbata los fines de semana. Eso ya no existe, ahora se ha ido cambiando el estilo a ropa casual», explica. Es por eso que él también ha tenido que adaptarse. «El grueso que ofertábamos en las tiendas era enfocado a lo llamado sastrería, es decir, los trajes, las camisas y las corbatas como complementos. Nunca imaginé que acabaría vendiendo sudaderas», ríe. Aunque cada pieza de ropa es única y no se olvida. «Vas por la calle y te das cuenta. Esa memoria fotográfica es parte del oficio».
Rafael se da de máximo de un año antes de cerrar estas dos tiendas, que ahora se encuentran en liquidación. Su gran ilusión sería que alguien pudiera aprovechar el espacio y poner un negocio, pero no tiene muchas esperanzas. «La gente intuye que no es el momento para emprender», lamenta.
Por su parte, una vez que eche el cierre, tiene ya en mente lo que hará con su vida. Terminará sus estudios de Psicología, que realiza en la UNED. Anteriormente, ya consiguió finalizar la carrera de Derecho mientras trabajaba. «Tener un negocio no es un impedimento. El saber no ocupa lugar», afirma. También se dedicará a su otra gran pasión: sus nietos Alonso y Alejandro. «Van a tener a su abuelo disponible para que vaya a verlos jugar a fútbol». Un descanso merecido tras 51 años trabajando. «No está mal, ¿no?».
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