«No nos dieron protocolo de salida, nos dijeron que usáramos nuestra intuición»
El gijonés Rubén González y su mujer, la langreana Aranzazu Suárez, lamentan la falta de ayuda del Gobierno español para salir de Marruecos tras el seísmo
España les recibía ayer por la noche, para alivio propio y, sobre todo, para el de sus familiares que vivieron con angustia la situación generada en Marruecos tras el terremoto. El gijonés Rubén González y su mujer, la langreana Aranzazu Suárez, habían llegado el lunes 4 por la noche y lo que tenían que haber sido unos días de descanso y disfrute se convirtieron en una mezcla de preocupación, angustia, incertidumbre y miedo.
Recuerdan cómo apenas cuatro horas antes de que la fuerza del terremoto pusiera patas arriba al país, ellos había estado de la 'zona 0' tras realizar una excursión por el desierto. Ya de vuelta en Marrakech y, aunque «afortunadamente estábamos en una zona donde solamente se desprendieron de las fachadas algunos cascotes», empezaron a mirar alternativas para su regreso. Con un aeropuerto envuelto en el caos en esas primeras horas, e intentando calmar la angustia de sus familiares aquí, decidieron llamar al teléfono de emergencias facilitado por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Y la respuesta fue, para ellos, decepcionante. «Tras pedirles un protocolo para salir cuanto antes, sin preguntarnos ni nombre, ni ubicación, ni situación, me respondieron que usara mi intuición. Que podría ir a Casablanca o Rabat en tren o autobús y coger un avión desde allí o bien coger un tren a Tánger y desde allí un ferry a España. Opciones que ya habíamos pensado nosotros, pero si había peligro de réplica en la ciudad, ¿que pasaría si nos pillara en un tren?», narran con tono crítico.
Decidieron quedarse en la ciudad, estando, eso sí, el máximo tiempo posible a la intemperie, alejados de los edificios. Durmieron en el riad, vestidos -su anfitrión fue uno de los que más les ayudó- «con un ojo puesto en la puerta y la mano en nuestros pasaportes». Eso sí, probaron a ir hasta el Instituto Cervantes, donde el ministerio les había dicho que podían «sentirse más arropados», pero «cuando llegamos había una docena de personas sin información y hasta sin agua. Así que decidimos seguir nuestra intuición que, por fortuna, nos ha traído hasta hoy». Una vez a salvo en España solo tienen pensamientos para «la triste situación de toda esa gente, que ve cómo su única y precaria fuente de ingresos huye o huimos».