Discurso de Adrián Barbón en la inauguración de la calle Sergio Marqués de Gijón
«Le sobraban coraje y liderazgo para defender Asturias por encima de disciplinas y consignas»
Sergio Marqués ya tiene su sitio en Gijón, su querida ciudad. Ya se lo había ganado por derecho propio antes de este acto, pero ... ahora también lo tendrá oficialmente. Enhorabuena al ayuntamiento por haber acordado este reconocimiento, un reconocimiento que se echaba de menos, un reconocimiento necesario.
Todas las mañanas me encuentro con la mirada del presidente Sergio Marqués. En el pasillo que lleva a mi despacho cuelgan los retratos de todos los jefes del gobierno de esta comunidad autónoma. Todos, sin excepción, desde el primero, Rafael Fernández, hasta mi antecesor, Javier Fernández.
Confieso que algunos días siento que esa galería de rostros me examina con severidad. A la inversa, yo también busco su ayuda: al pasar ante ellos, casi de manera inconsciente, me pregunto cómo reaccionaría cada uno ante determinados problemas o situaciones. Las respuestas son distintas, pero con Sergio Marqués siempre tengo algo muy claro: en cualquier ocasión que se presentase, defendería los intereses de Asturias, los antepondría a cualquier cálculo partidista y, desde luego, a cualquier conveniencia personal.
Le sobraban coraje y liderazgo para defender Asturias por encima de disciplinas y consignas.
Como soy un apasionado de la política y la historia reciente, se me ocurren bastantes razones para que una calle de Gijón lleve el nombre de Sergio Marqués. Hace 30 años, en 1995, un enamorado de Gijón, nacido en la Villa de Jovellanos, lograba la Presidencia del Principado.
Se que a veces nos preguntamos que hubiera sucedido si su mandato hubiese tenido otro final, pero ese es un ejercicio inútil. Lo que ocurrió, ya no tiene vuelta atrás.
Ahí, justo en ese momento, es cuando encuentro más motivos para este acto. Vaya por delante que yo entiendo que todos los presidentes de Asturias intentaron hacerlo lo mejor posible. Cada uno a su estilo, a su modo y manera, en circunstancias distintas, nunca fáciles, se entregó al máximo.
Pero, para ser sincero, creo que ninguno se enfrentó a un desgarro interior tan fuerte, tan brutal e intenso como el que sufrió Sergio Marqués. Desde luego, ni se me pasa por la cabeza adivinar qué hubieran hecho los demás, pero sí sabemos qué hizo él: un admirable ejercicio de dignidad. Si hubiese elegido el medro político o la mera conveniencia personal, el desenlace habría sido muy distinto, pero él no titubeó y decidió militar en el bando de la dignidad.
Eso es lo que quiero destacar en este acto. No al candidato ganador, ni los méritos de su gestión, sino la dignidad que imprimió a la presidencia del Principado.
En 1999 le sucedió otro presidente, también gijonés, Tini Areces. A partir de su relevo, la actitud de Marqués continuó siendo ejemplar. Saber llegar es complicado, pero saber irse es muchísimo más difícil, y él supo hacer ambas tareas con elegancia.
La polarización se ha adueñado de la vida política; en especial, de la vida política madrileña. Hasta tal punto, que en algunos lugares sería francamente insólito que un presidente y una alcaldesa de partidos distintos se unieran para homenajear a alguien que no militó en ninguna de esas fuerzas.
Eso le añade otro valor más a este encuentro, porque demuestra que la política también ofrece espacios suficientes para la convivencia. Hagamos el esfuerzo de preservarlos, no traslademos a Asturias la atmósfera viciada de la política nacional.
Y, por descontado, este acto también demuestra la talla humana e institucional de Sergio Marqués. Si su recuerdo ha sido capaz de citarnos y unirnos, tomemos alguna lección. Sepamos, como supo hacerlo él, anteponer los intereses de Asturias y la dignidad institucional a cualquier otra consideración.
Para repetir argumentarios o memorizar lemas y consignas que vienen de algún teléfono de Madrid, vale muchísima gente. Para jugar al oportunismo, también. Pero para poder presumir de haber defendido Asturias y sus instituciones con todo el orgullo, sirven muchos menos.
Sólo sirven personas con coraje y liderazgo, como el presidente Sergio Marqués, que a partir de hoy da nombre a una calle en su ciudad, la ciudad asomada al mar que tanto le gustaba, la ciudad que ya le ha incorporado a su mejor historia.
Gracias por haberme dado la oportunidad de acompañarles.
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