Alguien que deja huella

Con Romualdo, ahora desparecido dramáticamente, la relación – por evidentes razones generacionales – fue más frecuente y por ello he sido testigo, obviamente junto a otros muchos, de sus arraigadas convicciones fruto tanto de una sólida formación como del espíritu discreto y austero que es guía de la actividad familiar desde siempre, y que él encarnaba a la perfección.

Y junto a ello, he podido disfrutar también de su sentido del humor, «muy del norte», adquirido casi con certeza en esas aguas cantábricas que tanto amaba. Compartimos aficiones - caza y pesca sobre todo -junto a nuestros familiares más próximos, y algunos afanes y desvelos por hacer de nuestra tierra siempre algo mejor, compromiso en el que nunca cejaba por más que su actividad empresarial se hubiera extendido, con su impulso, mucho más allá de nuestros límites geográficos.

Romualdo era de esas personas siempre con la palabra justa y adecuada. Con voluntad férrea, pero enormemente generoso en sus ideas y apreciaciones. Era de esas personas que nos hacen mejores a quienes hemos tenido la fortuna de frecuentarlo, y que tanto vamos a echar en falta en el futuro.

Como bien escribió Paul Verlaine, y con tanto acierto puede aplicarse hoy, « nadie podrá decir que su corazón latió en vano»

Descanse en paz