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Resulta curioso comprobar cómo en El Musel todo parece haber cambiado y, en realidad, tormenta política incluida, las prácticas internas siguen siendo las mismas o, ... cuando menos, muy similares. Nieves Roqueñí fue presentada por sus correligionarios como el necesario bálsamo para curar todas las heridas dejadas por su antecesor, el otrora glosado y ahora denostado Laureano Lourido.
Está visto que caerse del trono es lo que tiene. Lo de sacar al puerto de la UVI económica ya es otra historia. Los tráficos, por más que se puedan edulcorar las estadísticas, apuntan desde hace tiempo a un declive que no tiene la menor pinta de mejorar a corto o medio plazo. La caída en el ranking nacional es estratosférica. En todo caso, la prioridad de mejorar el movimiento en los muelles ha pasado desde hace tiempo, incluso años, a ser una cuestión de tercer nivel.
Los balances son sencillos de maquillar para aportar a la opinión pública un panorama idílico que permita seguir adelante sin mayores sobresaltos. Incluso, en momentos de apuro, se puede tirar de imaginación y anunciar proyectos de primer nivel mundial para los inutilizados espacios del 'macropuerto', como el caso de Ionway, aquella planta de baterías que iba a invertir casi 1.500 millones de euros y que, según aseguran algunas fuentes, se ha quedado sin corriente eléctrica. Vamos, que ha sufrido también un apagón, para alegría de las muchas entidades y no pocos particulares, algunos incluso ex consejeros de El Musel, que presentaron instruidas alegaciones en su contra. Claro que también había quien alegaba la incongruencia de esa instalación industrial en el puerto cuando, en realidad, no iba a generar el movimiento de un solo barco en sus muelles. Además, era una apuesta del denostado ex presidente, y su antigua oposición interna, ahora 'resucitada', no parece estar por la labor por ponerle medallas al señor Lourido.
En ello se estaba cuando Nieves Roqueñí la lía con el Ayuntamiento de Gijón por aquello de la 'franja azul' y decide crear una especie de coordinador puerto-ciudad, con plaza fija y dotado con unos 60.000 euros al año. Llama la atención que desde hace como treinta años esa figura, con uno u otro nombre, ya existe en El Musel, pero ahora se necesita otro perfil que, curiosamente, hay quien ya le pone nombre y apellidos, aunque ni siquiera se conozcan las bases de la oposición. Cosas de la administración pública. Nada nuevo.
No hace tanto, y con no poca controversia en los tribunales, la anterior administración portuaria, por entonces sin director, se 'inventó' el puesto de subdirector, que hasta los gatos de El Musel sabían que tenía nombre de mujer. Lourido se fue y, con él, se esfumó la plaza y su destinataria se quedó sin el deseado despacho. Ahora será otro su inquilino, con funciones de relaciones públicas puerto-ciudad. No habrá que esperar demasiado para ver si las quinielas del perfil hacen 'pleno al 15'.
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