Veinte últimos años

En nuestro país todo iba bastante bien, los ciudadanos vivíamos en paz y aunque pensáramos de manera diferente, no había razones de peso para montar follones en la calle, para pelearnos con nuestros amigos o para insultarnos en las redes sociales por pensar de modo distinto.

Pero, casi sin darnos cuenta, hace 20 años que empezamos a apreciar cambios significativos en el panorama político, al tiempo que se fragmentaba el sistema bipartidista tradicional, compuesto por el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, al aparecer nuevas formaciones políticas como Ciudadanos, Podemos y Vox y, en tiempos más modernos, Sumar.

De modo concreto, en el 2004 llegó Zapatero al poder y empezó a abrir puertas que nos hicieron volver a las antiguas confrontaciones que nos llevaron a la guerra civil. Al aprobar la Ley de Memoria Histórica, que tenía como objetivo reconocer y ampliar los derechos de las víctimas de la guerra civil, se empezó a resucitar el conflicto de las dos Españas. Aparecieron los problemas con Cataluña, se crearon problemas por cuestiones de sexo, al dictarse leyes injustas que crearon odio, al tiempo que dejaba de respetarse la libertad de expresión.

La sociedad avanzaba y no nos dábamos cuenta de que estaba surgiendo una preocupante corriente de retroceso en nuestros valores democráticos y derechos civiles. Surgió una tendencia retrógrada que empezó a manifestarse en muchos aspectos de la vida pública, especialmente haciendo resurgir discursos y actitudes relacionados con el franquismo.

Fue en 2014 cuando empezamos a ver el problema con más claridad. Surgieron Ciudadanos y Podemos, que intentaban romper el bipartidismo, implantándose uno en el centro y otro a la izquierda. Empezaron a decir que todo estaba mal e inventaron problemas que no existían. Los de Podemos decían que estaban indignados con los de la casta. Empezaron a enfrentarse padres con hijos, mujeres con hombres y homosexuales con heteros. Además de eso, empezaron a recordar la guerra civil ya olvidada y, de ese modo, tras estar conviviendo muchos años pacíficamente, empezó a instaurarse el odio.

A los empresarios y autónomos que estaban creando empleo, empezó a llamárseles explotadores y a los que no pensaban como ellos, empezaban a llamales fascistas. Además, empezaron a hablar de vivienda digna mientras ellos vivían en chalets con piscina y jardín.

De ser aliados de la UE y de EE UU, empezamos a ser aliados de dictadores latinoamericanos. Empezaron a decir también que la Constitución del 78 era un invento franquista y que los españoles no sabíamos lo que era la libertad o el sexo, como si nunca hubiésemos sido jóvenes.

Se ha creado un clima de descontento social que algunos líderes políticos han capitalizado con discursos populistas y extremistas. Se ha creado una sociedad dividida y en constante contraposición, y esto no facilita que de verdad avancemos a una verdadera democracia. Por ello, mas que nunca, es necesario que se promueva el diálogo y la tolerancia fortaleciendo la educación en valores democráticos.

Dada la situación, es esencial que las instituciones y los políticos, en vez de perseguir sólo sus intereses personales y de partido, de una vez por todas asuman su responsabilidad, para proteger los principios y valores que sustentan la democracia. ¿Será pedir mucho?