Borrar

Es, cuando escribo esta columna, una tarde noche de últimos de abril en la que a veces cae agua del cielo. Y hoy ya será ... mayo, un nombre atribuido a Maia, diosa romana de la primavera y de la fertilidad; de la castidad y la salud. Y Gijón, en mayo, seguirá con su música propia. Quiere decirse, con garitos a su medida, descampados, horrible hormigón, jóvenes con el blanco de los ojos color del azafrán, fútbol cargado de mitos, rituales y metáforas, y de 'canallas estéticos de mística pasión', como diría mi amigo Pepe Tizón, fallecido estos días. Gijón, sí, cafetón lleno de mariaxes y villa marinera en la que no hay geografía de guerra, poco racista y sin desterrados que se pudran de hambre. Hay en ella cierto lirismo ciudadano, gente de pedir en acera y cartel, y algún que otro tirado con alguna cuchillada. Gijón, en mayo, mes de las flores, seguirá con los bordes del ocaso sobre Cimavilla, y con su buena pornografía sentimental de quilombo y lenocinio. Y siempre con la mar con una hoguera de ojos sobre ella mirándola cambiar de humor igual que la vida misma que cambia de vientos y cambia de amigos. Por otra parte, está claro que Gijón es tendencia en Asturias como capital del verano a la que llega el dinero, la marcha y la movida.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio Alumbrando