El oro es el canario en la mina
La cotización del lingote dorado, batiendo récord un día tras otro, lleva a preguntarse si estas subidas vertiginosas no estarán avisando de la próxima explosión de los mercados financieros e inmobiliario
Hubo un tiempo en el cual en las minas solían meter un canario porque su sensibilidad a los gases era un indicador adelantado de peligro ... de explosiones. Y la frase 'El canario en la mina' pasó al argot económico, para referirse a una señal que indica que algo grave se está cociendo y esa señal es la subida vertical e imparable del oro, que actúa como refugio ante la desconfianza creciente de los inversores en el resto de alternativas (bolsa, inmuebles, etc.).
Cuenta la leyenda que en el siglo VIII A.C., Midas, el legendario rey de Frigia, convertía en oro todo lo que tocaba. El oro y el resto de metales preciosos (plata, platino, etc.) siempre fueron muy apreciados por diversas razones como son su escasez, su dificultad para ser falsificados o el hecho de que soportan muy bien el paso del tiempo sin deteriorarse.
Incluso, hubo una corriente de pensamiento económico el 'bullionismo' (mercantilismo arcaico), en el cual se medía la riqueza de un país por la cantidad de metales preciosos que atesoraba. No obstante, el auge del comercio internacional y la revolución industrial acabaron con dicha teoría, lo cual no impidió que el oro fuese siempre admitido como un valor refugio a nivel mundial, siendo Indonesia y Uzbekistán los países que cuentan actualmente con mayores yacimientos de oro. Incluso hay expresiones que han sobrevivido al paso de los tiempos, como la frase 'Vale un Potosí', que proviene del gran yacimiento del Virreinato del Perú, que fue la mina de plata mayor del mundo entre los siglos XVI y XVII, lo cual indica la importancia de los metales preciosos.
Una breve historia de la cotización del oro nos indica que durante un siglo, desde 1833 hasta el 'Crack del 29', mantuvo una cotización casi plana. El gran cambio comenzó en los años setenta, donde había dos fuerzas opuestas. Por un lado, el abandono del Sistema Patrón Oro, adoptado a raíz de los acuerdos de Bretton Woods y, por otro, la crisis de los petrodólares, en la cual la OPEP situó a Occidente al borde del colapso económico. La primera fuerza parecía apuntar a un derrumbe del precio del oro y la segunda a lo contrario. El caso es que, quizá contra todo pronóstico, en sólo una década, el oro pasó de cotizar a 50 dólares la onza hasta los 600. A partir de ahí, se mantuvo plano y poco antes del estallido de las hipotecas subprime del año 2007, la cotización del oro comenzó otra escalada fulgurante llegando a los 1.380 dólares/onza, quizá anticipando el derrumbe de los mercados bursátiles e inmobiliario que vendrían a continuación. Después de más subidas que lo llevaron hasta los 1.700 dólares/onza, vinieron años de declive, llevando la cotización hasta los 1.000 dólares/onza en el año 2020.
Y en los últimos años el rally alcista es imparable. Primero hubo una fortísima subida del 100% en sólo dos años, de modo que en el año 2022 el precio de la onza ya rondaba los 2.000 dólares, vivió una meseta estabilizadora y en el presente año 2025, volvió a subir otro 100%, cotizando ya a 4.000 dólares/onza y es cada vez mayor la sensación de que el oro es, en estos momentos, 'el canario en la mina' que está avisando de grandes tempestades que podrían asolar a los mercados bursátiles e inmobiliarios.
Los motivos de duda que generan sombras sobre el futuro económico son varios. Por un lado, la incertidumbre respecto a si las expectativas generadas por las nuevas tecnologías, con la IA a la cabeza, se transformarán en realidad y justificarán los precios que se están pagando por las acciones de dicho sector. Por otro, el elevadísimo montante de la deuda pública de casi todos los países occidentales y, en tercer lugar, la sospecha (o más bien certeza) de que estamos viviendo un cambio de ciclo en cuanto al imperio que domina el mundo, tomando el relevo China o Chindia (China+India). Decía el estadounidense Thomas Kuhn (1922-1996) que cuando un paradigma (teoría explicativa del mundo que nos rodea) comienza a tener fallos y comienza a haber una nueva teoría o paradigma explicativo que aporta mejoras, se suele producir la sustitución de un paradigma por otro. Occidente es ya un paradigma fallido que está siendo sustituido por los gigantes asiáticos y ese es otro factor de riesgo que los mercados valoran y que encumbra la cotización del oro. Y Occidente está en ruinas porque se cuestionan los cimientos sobre los cuales lideró al mundo durante siglos como son: la propiedad privada, la ética del esfuerzo, el valor de la palabra, el valor de las relaciones humanas, etc. Y cuando todo eso se derrumba, de una sociedad quedan sólo los escombros humeantes, bajo la apariencia falsa de un consumo vacío y fatuo.
Hay que tener en cuenta que el valor del oro depende de dos cosas. En primer lugar, de su valor intrínseco como metal y, en segundo lugar y principal, del valor que la gente le quiera dar, al igual que sucede con una obra de arte o con cualquier otro objeto que pueda ser admitido de forma generalizada… hasta que deje de serlo. La valoración actual del oro, sugiere que estamos ante peligros evidentes, pero eso no quiere decir que no pueda seguir con su escalada vertiginosa en un futuro cercano. La importancia del oro ha sido tal a lo largo de la historia que ha dejado varias frases para la posteridad relacionadas con dicho metal como: «El oro hace poderoso, pero no dichoso», «no es oro todo lo que reluce» o «eres oro molido», para referirse a la valía de una persona
Volviendo a Midas, ahora hay gobernantes que todo lo que tocan lo convierten no en oro… sino en deuda pública. Recuerdo que cuando estuve en Buenos Aires, en el mítico Café Tortoni, leí un periódico cuyo titular decía «Argentina es tan grande que de noche, mientras la clase política duerme, al país le da tiempo para recuperarse para la sangría del día siguiente». El paralelismo entre Argentina y España a lo largo de los tiempos es muy evidente.
Cuando le preguntaron al mediático Robert Shiller, Premio Nobel de Economía del año 2013, cuál podía ser el valor futuro del oro, respondió «valdrá lo que la gente crea que vale». Y lo que Shiller quiso decir es que el oro mantendrá ese precio mientras la gente siga creyendo que los demás seguirán manteniendo la confianza en el oro como valor refugio. Así de sencillo y así de complejo, como la vida misma. Detrás de esa lacónica y profunda respuesta está el hecho de que su valor depende de una cosa llamada CONFIANZA. Algo que es importantísimo en la vida, no sólo en la economía, sino también en las relaciones humanas. La confianza lo es todo y sin ella no hay nada.
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