Franco murió, el franquismo no
Juan Cigarría
Miércoles, 19 de noviembre 2025, 01:00
El 20 de noviembre no es solo el aniversario de la muerte de Franco: es el recordatorio de que su herencia sigue presente en Asturias ... y en toda España. Medio siglo después, el franquismo continúa incrustado en instituciones, calles y mentalidades, envuelto en un traje 'democrático' que oculta una continuidad nunca rota. Han pasado más de seis años desde la aprobación de la Ley de Memoria Democrática de Asturias (2019), pensada para recuperar verdad, justicia y reparación para las víctimas del fascismo. Sin embargo, a las puertas de otro 20N, su aplicación es prácticamente inexistente. La retirada de símbolos franquistas y la incorporación de la memoria al currículo escolar siguen siendo obligaciones incumplidas. En decenas de concejos continúan las calles y placas dedicadas a verdugos, mientras los nombres de las víctimas dependen del voluntarismo. Incluso las exhumaciones refuerzan el modelo español de impunidad: se gestionan como simples expedientes administrativos, sin jueces, sin investigación penal y sin responsables. Se abren fosas, pero no se abren causas. Se trasladan restos, pero no se nombran crímenes. Así, la memoria se convierte en trámite, la justicia en promesa aplazada y la reparación en un gesto simbólico.
A esto se suma la falta de un currículo escolar obligatorio que explique con claridad qué fue el franquismo. Generaciones enteras crecen sin conocer la represión, ni el carácter de clase del régimen, sostenido por las mismas élites económicas que hoy controlan los resortes del poder. Muchas de esas empresas, algunas asturianas y presentes en el IBEX 35, se beneficiaron del trabajo esclavo y aún no han pedido perdón ni reparado a las víctimas, como sí ocurrió en Alemania. La continuidad del régimen también es dinástica. Las memorias publicadas este otoño por Juan Carlos I lo admiten sin pudor: «Si pude ser Rey, fue gracias a él», escribe sobre Franco. Su confesión de 'donaciones' millonarias no declaradas evidencia la impunidad estructural de la Casa Real. No es un accidente: la monarquía fue diseñada por el dictador para garantizar la continuidad del poder económico y político tras su muerte. Su inviolabilidad y opacidad forman parte del mismo engranaje que impide juzgar los crímenes del franquismo.
Desde las asociaciones de memoria combativas lo denunciamos desde hace décadas: no habrá democracia mientras exista impunidad. La política de Estado hacia las víctimas ha sido siempre la misma, gobierne quien gobierne. Se proclama memoria, pero se practica olvido. Por eso este 20N no debe ser una conmemoración pasiva, sino una exigencia: aplicar de inmediato la Ley de Memoria en Asturias, retirar todos los símbolos franquistas, llevar la verdad a las aulas, abrir las fosas con justicia y señalar la evidencia: la monarquía es la última herencia viva del dictador.
Solo entonces podremos decir que Franco ha muerto.
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