Secciones
Servicios
Destacamos
Siempre hemos sabido que en asuntos tecnológicos nada es el todo bueno o malo de por sí: siempre es el uso que se haga de ... ello, y las redes pueden ser una herramienta poderosísima para la comunicación, para facilitar el intercambio de ideas, para impulsar el conocimiento, y hasta para crear conciencia y opinión. A pesar del aislamiento que también procuran, sí, la soledad de muchos se ha poblado de viejos y ya casi perdidos amigos y la distancia física se ha conseguido paliar con la virtualidad de besos en la pantalla.
Y con todo eso, y muchas más ventajas que naturalmente sería largo detallar, no podemos perder de vista que la condición humana y sus miserias han convertido en estercoleros algunos espacios creados en un principio para el debate. Y esto me temo que ni es inocente ni es casual, porque si alejamos el foco lo suficiente para ver el conjunto, es fácil advertir las marejadas ideológicas (perfectamente orquestadas) y hasta el poder económico de quienes se van haciendo dueños de esos poderosos medios, detrás de ese movimiento destinado a enturbiar la convivencia, a imponer, a sembrar confrontaciones alentadas por el latido de intenciones muy concretas.
Y a veces, ni siquiera es necesario el concurso de las manos negras y las alargadas sombras: en las más de las ocasiones es suficiente la estupidez humana y la ignorancia (sí, es cierto: ésta perfectamente promovida, alimentada y utilizada) para que las redes sean, lejos de aquello que podrían haber sido y desde luego no están siendo, un auténtico peligro. Incursionar en ellas ha de hacerse provistos de machete, de salacot, de botas altas, antídotos para los miles de venenos, y una cabeza muy bien organizada. Dejarlas en manos de personas con pocos conocimientos, y no digamos con pésimas intenciones, garantiza un uso que como poco convertirá las redes en algo desagradable. Que niños en proceso de formación de su personalidad se sumerjan en un océano de irrealidad, de exigencia, de la nada como objetivo, de la posibilidad cada vez más presente de ciberacoso, sin ningún tipo de supervisión, de educación en paralelo, es directamente suicida.
Y luego está la desnudez a que te abocan: nada de lo que dices, todas esas tonterías que se perderían como lágrimas en la lluvia, en un momento de tu vida, a saber en qué estado de enfado, de ebriedad, de malestar, se quedará en el antaño conocido ámbito de tu bar, de la conversación desahogada con un amigo, de las paredes de tu casa. Tú vomitas tu malestar y por tanto se te escapa algún improperio, incluso algún juicio no muy acertado inspirado por la situación, un error de apreciación y hasta una falta de ortografía, y no te preocupes, porque dentro de diez o quince años, algún aficionado a la prospección en viejos mensajes, lo encontrará y se encargará de darle salida cuando de los diez o doce seguidores que tenías entonces (y todos ellos amigos) te hayas convertido en algún tipo de celebridad.
Claro, que también es cierto y aun considerando que todos podemos evolucionar y aprender con el tiempo: si no eres machista, racista, xenófobo, edadista, gordófobo, clasista, homófobo o mala persona en general, es muy difícil que escribas ese tipo de mensajes por muy enfadado, por muy borracho que estés, por muy joven que fueras entonces, o por muy tonto que tengas el día.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.