Entre santa y Santos
El perdón debería ir acompañado de propósito de la enmienda, que es más, visto lo visto, que una auditoría externa y de una penitencia que quizá debiera ser, por más que me incomode, una disolución de las Cortes o, al menos, una cuestión de confianza
En el último capítulo de este incesante y triste relato de la corrupción, el país ha visto a don Pedro Sánchez más compungido que nunca ... y, de manera inusual, pidiendo perdón a la ciudadanía. Lógico, si el informe de la UCO que obra en su poder es tan demoledor como vamos sabiendo. Yo puedo discrepar en muchas cosas de lo que se gesta y pacta desde la Moncloa y, muy particularmente, de algunas cesiones infumables al separatismo catalán; para como, en algún caso, ideológicamente en las antípodas del socialismo. Pero, en este caso, creo que el presidente dice la santa verdad cuando afirma que, ni por asomo, podía creer que el señor Cerdán fuera una persona corruptible.
Pero debemos apelar al dicho, muy antiguo, de «entre santa y santo, pared de cal y canto». O sea que, aunque en el refranero se esté pensando en la flaqueza ante la atracción carnal, la expresión es extensible a esa confianza que se deposita en alguien supuestamente irreprensible, con quien se comparten negocios y confidencias y, al final, te involucra en sus embrollos. Por eso, lo de poner la mano en el fuego cada vez acaba en más quemaduras y calcinaciones, como estarán viendo, hoy, altos responsables gubernamentales, pero también muchos afiliados de buena fe, ciegos en su lealtad. Y el 'y tú, más' es muy pobre consuelo. ¿Quién ignora la corrupción, incluso sentenciada más de una vez, de personas y organizaciones de la derecha? ¡Triste consuelo! Barramos nuestra casa y luego presumamos del brillo ante el polvo vuelto fango de otros; lo que se llama ejemplaridad.
Pues si creo en que don Pedro ha dicho, sinceramente, por ignorancia sobre estos personajes, la santa verdad, debió ser precavido con el santo, en este caso –y por segunda vez– el secretario de organización de su partido. A Santos, en este caso, no se le ha aplicado en las declaraciones la presunción de inocencia, aunque lo harán los jueces.
Es una novedad, porque todos los partidos políticos cuando se acusa a una oveja negra (y en España ya hay rebaños enteros), se aferran siempre a esa presunción, a que no hay previsto juicio oral o a que la sentencia no es firme. Y aquí, no. Al foso de los leones directamente, no como en el caso tan próximo de doña Leire Díez, aunque cierto es que podemos estar hablando de cuestiones de menor gravedad, pese a lo mal que suenan.
El perdón, que supongo sincero, del señor Sánchez es atendible, aunque encierra –y no lo niega– graves fallos en sus responsabilidades 'in eligendo' e 'in vigilando'. Es palmario que el señor Cerdán no aterrizó en su despacho de Cerdán por designio divino y no era un secundario de la política del Gobierno, como lo demuestra –tierra, trágame– su 'exitosa' negociación con minorías de más que dudoso fervor constitucional y hasta democrático. Por eso, canónicamente, el perdón debería ir acompañado de propósito de la enmienda, que es más, visto lo visto, que una auditoría externa y de una penitencia que quizá debiera ser, por más que me incomode, una disolución de las Cortes o, al menos, una cuestión de confianza, ya que la censura parece inviable, porque ¿con quién iban a estar mejor y ser más influyentes, los pequeños grupos que sostienen al Gobierno?
Quienes militamos en cualquier partido político sabemos que el responsable de la organización es todopoderoso y más cuando, como es el caso, no se da bicefalia y quien rige el Gobierno también lo hace en su formación política. El modelo tiene pros y contras, como todos conocemos. Un aparato enfrentado a sus cargos es una gangrena incurable a medio plazo. Son muchos los cambios de gestión y control que deben imponerse de forma urgente e implacable en todas las fuerzas políticas. Pero ya sabemos lo que hay… En Junts, todavía son muchos quienes se sientes herederos orgullosos del tinglado de los Pujol, que ahí siguen para bochorno de la Justicia.
La mancha de la corrupción política se extiende a otros ámbitos ya proclives a la basura negocial, como estamos viendo con el fútbol y otras actividades económicas de las que no podíamos sospechar sus sórdidos contactos con el poder. Las próximas semanas, por desgracia, van a ser carne informativa. Putrefacta, sin duda. Que hay que tirar o sajar y no pretender recuperar con una tirita o un hervor. Me temo que, en este caso, el verano inminente y normalmente cauterizador de estas miserias, no va a lograr aminorar u olvidar tantas fechorías que, además, nos roban a todos. No hay sombrilla que pueda con estos rayos incesantes. Todos pedimos una suerte de catarsis, ¿pero quién la aplica?
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