El peligro de las pensiones
Escuchamos un día sí y otro también a expertos hablar de su alto coste, la necesidad de rebajarlo de cualquier modo y manera, cuando no de suprimirlo
Es paradójico que en unas sociedades paridas por las democracias liberales, que colocan como banderas las libertades individuales y en general la posibilidad del individuo ... de vivir según su propia fe como proclama la canción de Brassens, sean precisamente donde se tiende a establecer y medir todas las características de las personas, a crear compartimentos estancos, a establecer homogeneidades en lo que por naturaleza es heterogéneo. Y uno de los lugares comunes donde más se marca esta tendencia, que siempre ha existido, pero se ha propiciado en los últimos tiempos toda una cultura, como es el de las generaciones. Por haber nacido en una determinada época, ser X o Y, boomers o baby boomers, Z o Alpha… debe gustarte una determinada música, una manera de vestir, de ser y estar. Es lógico que se compartan más cosas con la gente que vive en el mundo con una edad parecida, que se creen características comunitarias, que se vea uno influido por las corrientes dominantes en cada momento, pero de ahí a crear un arquetipo media un abismo. En algunos casos se trata de crear una artificiosidad cuyo sentido fundamental es el mercado.
Ahora estas divisiones generacionales se han utilizado para intentar enfrentar a los jóvenes con los viejos: determinados foros, atribuyéndose una representación juvenil, cuestionan a los pensionistas por acaparar percepciones cuando su modus vivendi está asegurado. Es el viejo método del divide y vencerás, el cual ha sido utilizado por el poder a menudo, a pesar de lo cual, sigue siendo muy eficaz.
Es otro de los globos sonda que el neoliberalismo lanza contra el sistema público de pensiones, esperando se conviertan en mantras que den paso a lo que sin duda sería un grave retroceso en todos los sentidos.
Escuchamos un día sí y otro también, las voces de expertos, los informes y estudios de instituciones y fundaciones, la dificultad de mantener el sistema público de pensiones por su alto coste, la necesidad de rebajarlo de cualquier modo y manera, cuando no de suprimirlo.
El no hay dinero, el vaciamiento de la hucha de las pensiones y otros, lo que en realidad oculta es que se trata de un jugoso manjar deseado por el Dios mercado a través de los seguros privados. Se trataría básicamente de que cada persona suscribiese un plan de pensiones total o parcialmente, basado en que más se paga, más se recibirá. También se propone por parte de sectores neoliberales, planes para una privatización de la gestión total o parcial de las pensiones públicas.
En primer lugar hay que señalar que las pensiones no son un gasto improductivo como a veces se señala como se pretende vender con todo lo que lleva la etiqueta de lo social. Aunque España apenas sí ha llegado al punto mínimo de lo que es un auténtico estado del bienestar (muchas pensiones no llegan al salario mínimo y algunas son pequeños subsidios) las pensiones revierten en consumo y movilización del gasto en servicios, y lógicamente en creación de puestos de trabajo. Son las pensiones una de las patas fundamentales para que muchos pueblos y no tan pueblos de esos territorios de lo que se ha dado en llamar la España vaciada, se mantengan vivos. Es decir, se trata de uno de los gastos más productivos del dinero público, por el contrario a 'productos' como la mayoría del gasto en material bélico, entre otros.
La privatización supondría pasar de un sistema garantista a uno especulativo. Un sistema privado es básicamente la acumulación de capital que aportarán los asegurados como base para el reparto del mismo, algo parecido a cómo funcionan los bancos. A esa inseguridad habría que añadir un mayor aumento de las desigualdades y que muchos ciudadanos que no pudieran hacerse cargo de un plan de pensiones, pasarían a un régimen de mera subsidiación tal y como ocurre en algunos países.
Algunas voces del neoliberalismo plantean que debe ser el ciudadano el que se haga cargo de su futuro, el que establezca mientras permanece activo, lo que quiere ganar cuando ya no lo esté, y lo plantean como una forma de responsabilidad. No es así, lo que supondría es arrebatar al ciudadano sus derechos y convertirlo en un mero consumidor, ese al que los gastos de alquiler o hipoteca, luz, calefacción... se añadirían otros, que reducirían su poder adquisitivo o le obligarían a trabajar más horas e incluso a tener más de un empleo, si esto le es posible.
No parece, a corto plazo, que las tendencias neoliberales puedan triunfar frente a un sistema de pensiones públicas que goza de un gran arraigo social, pero la maquinaria propagandística del capital es muy fuerte e insistente.
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