Un político ejemplar
La pasión por la política y el balance de su gestión contrastan con la actual degradación institucional
Aunque el quebrantamiento de su salud era conocido por todos, la muerte de Antonio Trevín ha conmocionado a los asturianos, especialmente a los miles de ... ellos que tuvieron la fortuna de haberlo conocido a través de los diversos cometidos que desempeñó como servidor público. Tuvo una larga carrera política que empezó de concejal en el consistorio llanisco, a los 27 años. Su vinculación a Llanes vino por su profesión de maestro, con un primer destino en la escuela de Purón. Tras cuatro años de ejercer como concejal, alcanzó la Alcaldía, en 1987, al liderar la candidatura socialista, ganadora de los comicios por mayoría absoluta. Algo debieron ver en él los responsables de la Federación Socialista Asturiana (FSA) para proponerlo como presidente del Principado, en 1993, cuando la crisis del 'petromocho' provocó la dimisión de Juan Luis Rodríguez-Vigil. Para entonces, Trevín había vuelto a renovar su mandato como regidor del Ayuntamiento de Llanes, era un activo diputado en la Junta General del Principado y había empezado a implicar al Gobierno central y a las consejerías del Principado en la tarea de dotar de infraestructuras básicas al concejo. En sus cuatro mandatos como alcalde cambió la fisonomía de Llanes, con peatonalizaciones, paseos (San Antón), ampliación portuaria, crecimiento de la trama urbana, construcción de viviendas y fortalecimiento del sector hotelero y hostelero. De una villa de pescadores y ganaderos pasó a convertirse en el principal enclave turístico de la región; supo ver antes que otros políticos el papel del turismo como tractor de la economía regional y principal actividad de los municipios costeros. Si alguien atisbó el cambio de Asturias, de una economía basada en el sector industrial a una moderna región de servicios, fue él.
Siendo su principal querencia la política municipal, también tuvo otras responsabilidades políticas. Presidente del Principado, durante dos años, le tocó gobernar en una coyuntura adversa. El socialismo asturiano había quedado afectado por el escándalo del fraude de la petroquímica; el sector dominante en la FSA, localizado en las agrupaciones de las cuencas mineras, se mantuvo distante, cuando no hostil, con el nuevo presidente, y la política española estaba marcada esos años por el fin de ciclo de Felipe González, anticipado en 1995 por una abrumadora victoria del PP en comunidades autónomas y ayuntamientos. Durante siete años fue Trevín delegado del Gobierno; tuvo un protagonismo destacado en la gestión del 'Plan E' del Gobierno de Zapatero para combatir los efectos de la crisis de 2008, sabiendo preservar la autonomía del Gobierno ante las presiones de otras administraciones. Como delegado del Gobierno tuvo una excelente relación con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Encabezó la candidatura socialista al Congreso de los Diputados en 2011, siendo durante seis años miembro de la Cámara Baja.
Dejando a un lado las vicisitudes de su actividad política, Trevín tuvo unos valores que sirven de contrapunto en una época de escándalos de corrupción por parte de cargos públicos y dirigentes orgánicos. El primero sería su sentido institucional, al entender que las instituciones representativas son el centro de la democracia. Siempre fue leal a su partido que confió en él para trabajar en las instituciones. Asumió que el acta de diputado o concejal da paso a una actividad temporal, no a un 'modus vivendi' indefinido. Trevín, cuando pierde en las elecciones autonómicas, en 1995, vuelve a su puesto de trabajo como maestro en Vidiago, con la naturalidad del que se reencuentra con una vieja tarea. En 2017 se pone a trabajar en el sector privado porque no está de acuerdo con la política de su partido de bloqueo parlamentario que conducía a una tercera cita electoral en doce meses. Su trayectoria es un ejemplo, frente a los cargos públicos que no atienden las demandas de los electores ni se sienten comprometidos con el programa electoral. No todos los políticos son iguales. La biografía de Trevín lo demuestra.
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