Parásitos
Todo ser vivo, por el hecho de existir, se convierte en un involuntario hogar para criaturas indeseadas y en ocasiones indeseables. Los patriotas de pacotilla ... pretenden que se confundan sus propios intereses con las necesidades colectivas. Aspiran, a veces sin percibirlo, que sus prejuicios y estrechez de miras se incorporen al decálogo del país en cuya bandera se envuelven.
El polígrafo británico Samuel Johnson bordó el diagnóstico, cuando dijo que el patriotismo era el último refugio del canalla, aunque para ser exactos, los grandes sinvergüenzas siempre pueden escoger refugio a voluntad.
No importa ser un rey católico para acogerse a la hospitalidad de un país cuya religión es para los monárquicos más acérrimos el mismísimo mal conservado en salmuera, que nos envía cayucos de silenciosos enemigos que llegan para quitarnos el trabajo y simultáneamente para disfrutar de las ayudas por no doblar el lomo.
En el peor de los casos, valdría la pena calcular lo que nos cuestan a los contribuyentes unos y otros, los de la planta noble con sus amnistías fiscales y comisiones y los desheredaos que recolectan lo que comemos bajo un cielo de plástico.
Se queja el cazador de elefantes por no tener una pensión mientras disfruta de un hotel chapado en oro. Antaño, un español de siempre podía optar a ser místico o pícaro, hasta que llegó el monarca romano de linaje francés para enseñarnos a ser españoles, patentado la mística de la picaresca. Bruto, el hijo de Julio César, apuñaló a su padre para cortar por lo sano sus intentos de convertirse en tirano.
El 'campechano' está en disposición de estoquear a su propio heredero, cargándose la monarquía con su victimismo incendiario. Además de su balbuceante negación de ser el autor intelectual del 23-F, cuyas pericias y diligencias continúan siendo inaccesibles al público, pretende cobrarse en forma de gratitud el hecho de no haber evitado la restitución de un sistema político parlamentario que jamás debió de ser interrumpido por su principal valedor. Como detalle positivo cabe aplaudir la franqueza de emérito al aplaudir al dictador que le aupó al poder sin pasar por las urnas, aunque fuera traicionando a su propio padre, su superior dinástico.
En otros tiempos estallaban guerras por cuestiones de honor, hoy esta maravillosa virtud, que debería ser el sustrato de cualquier vida digna, solo sirve para confirmar en los tribunales su clamorosa ausencia. Hay comportamientos que no son aceptables, por muy azul que sea la sangre de sus protagonistas.
Todos tenemos derecho a tener nuestros granujas preferidos siempre que esa preferencia no se convierta en una enfermedad hereditaria para el resto. Los únicos parásitos benignos son los que colaboran con nuestra microbiota, no los que ponen a prueba nuestras tragaderas.
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