Macroeconomía versus familieconomía
A veces se echa de menos el 'rincón de pensar' por el que deberían pasar con cierta frecuencia quienes nos gobiernan y quizás, por qué no decirlo, nosotros mismos también
Silvino Urizar
Sábado, 15 de noviembre 2025, 01:00
La buena marcha de la Macroeconomía de un país es una buena noticia, siempre y cuando los datos que la definen vayan en sintonía con ... la economía familiar de sus ciudadanos a la que llamaré familieconomía.
El Gobierno nos repite incansable que vivimos en un país con una economía de 'Champions' (palabras tomadas de un gobierno anterior), pero creo que es conveniente recordar la enorme deuda que acumulamos y que, no nos olvidemos, la pagamos todos.
¿Cómo quedaría nuestra 'maravillosa' macroeconomía el día en el que Bruselas dejase de enviarnos tantos fondos? Me temo que ese día, la macroeconomía compartirá los mismos agobios que tiene hoy en día la familieconomía y entonces, ¿de qué presumirán nuestros gobernantes?
Votamos cada cuatro años. Es un derecho que nos hemos ganado y pienso que un deber siempre que las circunstancias personales no nos lo impidan, pero una vez que nuestros representantes ocupan sus escaños parecen olvidar que han sido elegidos para resolver nuestros problemas, no al revés, y para conseguirlo, los datos macroeconómicos y los de la familieconomía deberían seguir sendas convergentes. Sin embargo, la realidad económica y social nos señala todo lo contrario. El término que lo define se llama polarización.
Mientras nuestros gobernantes se vuelcan en acusarse mutuamente de cuál de ellos tiene o ha tenido en filas del otro un mayor número de puteros, paranoicos, ladrones, corruptos, chorizos, extorsionadores y un larguísimo listado de adjetivos calificativos, crece el número de familias que son incapaces de llegar a final de mes, o adquirir una vivienda y que ven con enorme preocupación cómo tienen que estirar el dinero de sus bolsillos hasta el extremo para poder pagar la hipoteca o el alquiler del piso, la reparación del coche, el IBI, los impuestos, los libros del colegio, la ropa de sus hijos, los alimentos y un larguísimo etc.
A veces se echa de menos el 'rincón de pensar' por el que deberían pasar con cierta frecuencia quienes nos gobiernan y quizás, por qué no decirlo, nosotros mismos también.
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