Chechu
Como era de esperar, J. Miguel Fernández Suárez ('Chechu') presentó, con espectacular acogida, su nueva edición de 'Gijón: XX siglos de coña marinera'. Escuchar su ... exposición, con el gracejo habitual que le caracteriza, sobre los pormenores del contenido de su trabajo ha sido altamente gratificante. Hace mucha falta que circule el sentido lúdico festivo y la bonhomía que definen al autor. En nuestra sociedad andamos muy escasos de este tipo de atributos. Chechu, desde tiempo casi inmemorial, lleva consigo una forma de ver la vida que le hace sobresalir sin estridencias. Con sencillez y normalidad. Casi nada.
Recuerdo de forma imborrable el interesante y con el tiempo heterogéneo grupo que nos hacía disfrutar conjuntamente de las bondades que Gijón y su entorno nos ofrecían. Me acuerdo de: Chechu, Pedro Sabando, Alfredo Toraño, Manuel Sierra, los hermanos García Oliva, Caxuan, Juanín Allende, Manolo Valiño y tantos otros. Teníamos en común el profundo amor a Gijón y a su playa en una villa en la que muchos nunca habían pisado su hermosísimo arenal y mucho menos disfrutado de sus espectaculares baños en casi todas las estaciones del año. Los cuadrinos eran memorables. Ahí nos juntábamos gente de toda índole, condición y origen. Y siempre bajo el barniz de una forma de ser muy propia de las caricias procedentes de la brisa yodada. De ahí la peculiar coña marinera que siempre ha caracterizado a sus gentes, nada parangonable con la agresividad consustancial en otras latitudes.
La idiosincrasia y el estilo gijonés, al margen de otras consideraciones, ha destacado frente a la autosuficiencia y un rancio tufillo a cierto complejo de superioridad procedente de otras latitudes. La contemplación de la mar libera tensión, ya que estimula el sistema nervioso parasimpático y aumenta los niveles de serotonina, lo que induce a la extensión de la calma y a un cierto bienestar general. Se ha demostrado que el cerebro recibe más sangre oxigenada, porque la sal del agua de la mar preserva los niveles de melatonina y de triptamina, por lo que induce a incrementar la sensación general de placidez. Es bien sabido que la mar y su entorno pueden restaurar el bienestar emocional y aumentar las emociones positivas. Sus efectos fisicoquímicos se asemejan a los generados por una contemplación continuada del fuego en una chimenea. En ambos casos, las descargas inducidas facilitan una estabilidad que determina un estado divergente incuestionable. De ahí, las diferencias en los comportamientos y en los grados de agresividad exhibidos cotidianamente. Lo cual, dicho de otra manera, marca serias distancias en el trato y en la autocrítica.
Por eso la 'coña marinera' no tiene nada que ver con la agresividad faltona y el desprecio. Es otro estilo. Obviamente, esta peculiaridad se acentúa negativamente a la hora de expresar las reivindicaciones y de afrontar las confrontaciones. Gijón tiene un larguísimo historial de agravios que están auspiciados por su vigente dependencia político-administrativa y por estar lejos de las tomas de decisiones que le afectan directamente. Demasiados filtros. De ahí que con algunas 'coñas' no se avance mucho en determinados momentos. Pero esto es otro cantar. Entretanto, deleitémonos con la chispa marinera de alguien que por tradición y cuna sabe de lo que está hablando. Una persona que ha llevado su sello astur por todas partes y que ha expandido este culto en su descendencia como pocos. Si esto tuviera un tinte más expansivo, otro gallo nos cantaría. Chechu ha demostrado, hasta la saciedad, su apertura a la permeabilidad dialéctica como pocos. Un lujazo.
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