Recuerdos de una generación de aprendices
Se cumple el 50 aniversario de los alumnos que entraron en 1966 a la Escuela de Aprendices de Trubia
CECILIA PÉREZ
Domingo, 10 de julio 2016, 04:09
La escultura de bronce ubicada en la plaza General Ordóñez de Trubia representa el primer oficio que enseñaban a los alumnos de la Escuela de Aprendices de la fábrica de armas de la localidad cañonera: limar el hierro. «El primer día de clase nos daban una lima que colocábamos en el torno manual, el mogote, para aprender a limar», recordó ayer Juan Antonio García.
Él, junto a otros veintinueve compañeros, forma parte de la generación de alumnos que hace cincuenta años entraron en la Escuela de Aprendices de la fábrica de armas de Trubia. Ayer se reunieron todos de nuevo para celebrar, y sobre todo para recordar los cuatro años que permanecieron en esas instalaciones, desde 1966 hasta 1970.
«Para entrar teníamos que pasar un exámen. Entraban solo los que lograban quedar entre los treinta primeros», explicó José Ángel Alonso, uno de aquellos aprendices.
Era una prueba en la que se valoraban los conocimientos de Ortografía, Geografía e Historia de España, Aritmética o Geometría. Quien lograba la mejor puntuación ingresaba directamente. «Entrábamos con 14 años», apuntó José Ángel García.
Los que accedían a la escuela permanecían en ella cuatro años. «Eran estudios de Formación Profesional. Los dos primeros cursos permanecíamos en la escuela y los dos útimos compaginábamos las clases con las prácticas en los talleres», matizó Tomás Valcarce, otro de los aprendices de la generación del 66.
La educación que allí recibían era de régimen militar. Tanto, que los que lograban un empleo en la fábrica de armas tenían el «privilegio» de realizar solo seis meses de Servicio Militar Obligatorio, la desaparecida mili.
El actual instituto de Secundaria de Trubia era donde se ubicaba la Escuela de Aprendices. «Teníamos campo de fútbol, canchas de tenis, frontón y hasta piscina», recordó ayer Juan Antonio García. «Fuimos de los primeros ecologistas», apostilló José Ángel Alonso. Lo dijo porque muchos de los «privilegiados» que acudían en bici hasta la escuela, desde Grado, Oviedo o Llanera, disponían de unos aparcamientos para bicicletas, aseguran que mejores que los de estos tiempos. «Estaban cubiertos para protegerlas de la lluvia y tenían un dispositivo donde se encajaba la rueda de la bici que te la aguantaba de pie», rememoró Alonso.
Todos los exaprendices de aquella generación del 66 recuerdan los tiempos de la escuela con «añoranza». Eran los años en los que la fábrica de armas contaba con más de 3.000 trabajadores. «Cuando salían de la fábrica sonaba una sirena y se paraba el tráfico de la carretera para que pudieran pasar los trabajadores», relató García.
Ellos, que aún eran unos aprendices, veían los toros desde la barrera. «Los profesores nos imponían mucho, algunos eran civiles pero la mayoría pertenecían al Ejército». Tanto es así que un mal comportamiento siempre tenía castigo: «A los que éramos de fuera de Trubia nos obligaban a venir a misa los domingos», cuenta Juan Antonio García.
«Yo iba todos», replica José Ángel Alonso. No por castigo, sino porque los alumnos que sí residían en la localidad estaban obligados a acudir a la eucaristía dominical que se celebraba en la capilla de la fábrica de armas. «Ese día también desfilábamos. Lo hacíamos con mosquetones inutilizados», especificó.
Ayer la escultura de aprendices de la factoría de Trubia fue testigo de estos recuerdos. Los treinta alumnos de la generación del 66 se reencontraron y conmemoraron el medio siglo desde que entraron por primera vez a ese centro, del que salieron las promociones «mejor formadas de España».