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El 'Doctor Zanahorio', Javier Álvarez, con su hijo Frank, conocido como el 'Doctor Cachopo'. E. C.

El 'Doctor Zanahorio', 20 años dedicado a los niños hospitalizados

El profesor Javier Álvarez lleva la alegría a los pequeños desde hace dos décadas y su hijo ya se suma a su labor altruista

Lunes, 13 de octubre 2025

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Hace dos décadas, en septiembre de 2005, Javier Álvarez, un profesor asturiano, tuvo una idea tan sencilla como poderosa: vestir una bata de zanahorias y llevar alegría a los pequeños hospitalizados en Oviedo. Aquella magnífica idea alumbró un proyecto enorme: Narices Azules Doctores Payaso – esos «mensajeros de felicidad y narradores de risas contagiosas», como se definen– tras visitar a más de un millar de niños enfermos.

Conocido como 'Doctor Zanahorio', Álvarez celebra 20 años de una misión incansable: sembrar sonrisas y esperanza en los pasillos, ascensores y habitaciones del HUCA.

La semilla de esta vocación se plantó mucho antes, en su adolescencia. Jugaba al tenis en El Cristo y pasaba por delante del antiguo hospital «mirando las ventanas, empatizaba con esos niños encerrados», confiesa. Aquella empatía lo llevó, con solo 17 años, a unirse a un grupo de jóvenes de la parroquia de San Pablo de La Argañosa para animar a los niños ingresados en Navidad. El hospital, entonces un mar de paredes verdes, se iluminaba con su presencia. De aquella experiencia, nació el embrión de lo que hoy es el 'Doctor Zanahorio'.

Años después, en busca de un uniforme que rompiera con la rutina hospitalaria, encontró una bata cubierta de zanahorias. «Todas tienen cara», pensó. Fue un punto de inflexión. La bata de zanahorias se convirtió en su distintivo, en un faro de esperanza que arranca carcajadas y disipa el miedo.

Actualmente, el equipo de Doctores Payasos de Oviedo lo conforman 17 voluntarios activos y 21 «payasos internos residentes» en formación, todos dedicados en cuerpo y alma al hospital. Antes de cada jornada, el equipo de enfermería les proporciona un plan exhaustivo: qué niños pueden recibir visita, su estado de ánimo y su diagnóstico. Bajo un estricto protocolo, los pequeños de oncología son los primeros en visitar para evitar trasvase de bacterias, y los de infecciones, los últimos, garantizando la seguridad de todos.

Como 'Doctor Zanahorio' y como profesor de Primaria en el colegio Auseva, comprende profundamente la importancia de humanizar la estancia hospitalaria. «A los niños se les despersonaliza; se les trata como enfermos y se olvida que siguen siendo niños», lamenta. Su objetivo es devolverles la identidad, la niñez que la enfermedad les intenta arrebatar. «Llegas con caras largas y te vas con ellos riendo. Esa es la mejor recompensa», afirma.

El camino no siempre ha sido fácil. «He llegado al límite emocional», confiesa. Los lazos que se forman con los niños son profundos y, a veces, dolorosos. Recuerda con especial cariño a Manu Barrera, un niño que luchó contra el cáncer con una fortaleza inquebrantable. «Nos enseñó que hay que mirar la vida con energía y espíritu positivo. Que no hay que quejarse y hay que hacer todo lo que esté en tu mano».

Hoy, a sus 48 años, Álvarez sigue visitando el hospital una o dos veces al mes. Ya no puede ir con la frecuencia de antes, pero su ilusión permanece intacta. La buena noticia es que su legado tiene continuidad en su hijo Frank, de 24 años. «Le empezaron a llamar el 'Doctor Cachopo'», dice con orgullo.

En estas dos décadas, rememora, el mundo ha cambiado: «Ahora los niños vienen digitalizados, ese es el gran cambio. Tenemos que adaptarnos a las pantallas, aunque siempre promovemos la actividad física». Lo mejor: «El premio te lo llevas tú. Sales de las habitaciones y te comes el mundo».

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