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La festividad de San Blas volvió a llenar de fieles la iglesia del Monasterio de Las Pelayas, en Oviedo, para venerar la reliquia ... del santo protector de las enfermedades de garganta. Una celebración, que sigue a la Candelaria, y es una de las más arraigadas en la ciudad, combinando fe, historia y la esperada venta de rosquillas.
A lo largo del día se oficiaron cuatro misas en honor a este mártir que primero fue médico y después obispo de Sebaste en el siglo IV. Falleció decapitado. Las benedictinas custodian desde 1854 una reliquia del santo. La segunda eucaristía, celebrada a mediodía, estuvo presidida por el párroco de La Tenderina, José Manuel García, quien destacó en su homilía la figura de San Blas como «un ejemplo de entrega y servicio a los demás». Recordó además que el médico y mártir fue una de las figuras religiosas más veneradas en la Edad Media debido a su labor en el cuidado de los enfermos. Tras la eucaristía, decenas de fieles hicieron fila para acercarse al altar mayor y venerar la reliquia.
Las monjas ponen a la venta más de doce mil rosquillas por la fiesta en honor al santo protector de las enfermedades de gargantaLa devoción por San Blas en Oviedo se remonta siglos atrás. En el monasterio de La Vega, en el siglo XVI, se fundó una cofradía en su honor, destinada a fomentar la piedad y la caridad entre sus miembros. En 1588, el Papa Sixto V concedió un jubileo a quienes visitasen el templo y orasen ante el santo el día 3 de febrero.
Sin embargo, si hay algo que hace de San Blas una fecha especial para muchos ovetenses, además del componente religioso, es la tradicional venta de rosquillas. Este dulce, elaborado por las monjas y vendido por sus familiares en el exterior del templo, atrae cada año a cientos de personas que hacen largas colas para comprarlas. Este año, el precio fue de 7,50 euros por bolsa, cincuenta céntimos más que el año anterior debido al aumento del coste de las materias primas. A pesar de ello, la demanda sigue en aumento, y confiaban en superar las 12.000 unidades vendidas en la pasada edición. «Vienen no solo de Oviedo, sino de pueblos a comprarnos rosquillas», explicó Amparo Fernández-Miranda, una de las encargadas de la venta.
Fue el caso de Mercedes Hernández, procedente de Salamanca y que se encontró con la venta de rosquillas: «Al verlo decidí comprar». O de María Aris Fernández-Cabo, que adquirió tres bolsas. «Compro para todo el mundo, para mis hijos, para el portero... vengo todos los años», explicó.
San Blas, una festividad que va más allá.
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