'Stick': no es 'Ted Lasso', aunque lo intenta
Apple TV ha puesto sus ojos en el golf en esta serie cuyo guion parece escrito por una inteligencia artificial alimentada por todas las películas deportivas del siglo pasado
Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Y algo tendrá el golf cuando hasta la indomable María Jiménez se doblegó a darle a una pelota ... blanca. Será por eso por lo que Apple TV+, siempre buscando un nuevo deporte del que tirar para repetir la jugada de 'Ted Lasso', ha puesto sus ojos en el golf para contar una historia (otra) de amistad y redención. Esta vez, en cambio, la pelota no se emboca del todo bien.
Pryce Cahill (Owen Wilson) es una estrella del golf en horas bajas. Divorciado, trabaja en una tienda de equipamiento deportivo, planea pequeñas estafas con su antiguo 'caddie' Mitts (Marc Maron) y sigue sin superar aquel día de 2009 en el que sufrió un colapso mental mientras jugaba un torneo. Así va malviviendo, hasta que la segunda oportunidad aparece encarnada en Santi (Peter Dager), un chaval que juega al golf con un talento descomunal mientras lidia con la desazón de la adolescencia y el abandono de su padre. Decidido a salvarse a sí mismo a través del chico, aprovecha la ocasión y convence a él y a su madre (Mariana Treviño) para participar en el U.S. Amateur Championships, y juntos se embarcan en la autocaravana de Mitts en una especie de 'road movie' por los campos de golf estadounidenses. En uno de ellos conocerán a Zero (Lilli Kay), una chica que cumple el decálogo 'woke' y de la que, inevitablemente, Santi se acabará enamorando. Y así, entre hoyos, pelotas y palos, se forma una familia inesperada.
Por si 'Stick' no fuera una serie de comedia suficientemente amable, el encanto inmarchitable de Owen Wilson la endulza aún más. A pesar de que en la vida real Wilson es un tipo torturado, en la pantalla sigue apareciendo como un soñador eternamente joven (ese pelo rubio de surfero) que desprende tan buen rollo que te hace querer ser su colega. Por eso, y por los momentos de amistad y de química entre los protagonistas, uno se echa 'Stick' al cuerpo como un polo de limón en este verano sudoroso. Además, las florituras visuales, el montaje y la banda sonora (suenan T. Rex o The Knack) consiguen convertir el deporte más aburrido del mundo en algo atractivo, casi trepidante.
Por lo demás, parece un guion escrito por una inteligencia artificial alimentada por todas las películas deportivas del siglo pasado: los traumas de los protagonistas y la forma en que los van superando, la crisis del segundo acto, el profesor que se convierte en padre para el alumno que lo ha perdido, la redención final, los choques generacionales… la serie se desarrolla exactamente tal y como esperamos mientras navega entre conflictos que se solucionan con un abrazo y obstáculos que se superan con rapidez. En ese sentido, es curioso que se quede corta una comedia que se hace larga: 'Stick', como esa reunión que podía haber sido un wasap, es una serie que podía haber sido una película de cine de verano. Se hubiera agradecido más.
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